ISMAEL.Dadas las circunstancias, decidí a poyar la decisión de mi esposa, y aceptar que vaya a la casa de campo, pero obviamente no solo la acompañarían los hombres de afuera, ni tampoco dejaría al descuidado la mansión.Desde el atentado en su casa, y con lo de su hija, me he dedicado a cuidar cada paso que dan, para evitar futuras sorpresas. Su hacienda, están controladas por hombres que su madre no conoce, todo está rodeado, empleados nuevos en la cocina, y afuera, que no solo se dedicarán a trabajar para mi esposa, sino que tienen que cuidar y escuchar todo.Ayer, cuando estaban saliendo, rumbo al lugar, pude ver por las cámaras a Jen amenazarla. Pude ordenarle que la capturen, pero quería ver que hacía mi esposa, y aunque me pareció tonto su decisión, en el fondo me siento orgulloso de cómo lo enfrentó.“Soy un Wright, ahora.”¡Claro que lo es!Espero que Jen, aproveche esta oportunidad que mi esposa le brindó, como también espero que mi hermana entienda la gravedad de la situac
AMELIE.Ya había pasado un tiempo desde el altercado en la mansión, con Jen, y un poco más, desde que estoy casada. No he vuelto a asistir a la empresa desde ese día, pero mi hija si va casi todos los días con Ismael, e incluso, ha contratado especialistas que le dan tutoría en el lugar, por unas cortas horas, hasta al menos, sentirnos seguras de que todo acabó.Por mi parte, trabajo duro en el campo, y visito más seguido al abuelo. Obviamente, sin que mi madre lo sepa.La misma, se muestra más sería de lo que solía ser, más apática con los personales, como si en verdad le molestara sus presencias; pero en lo posible, trato de disimular que no me doy cuenta.—No entiendo porque te empeñas en querer estar aquí, cuando siempre viviste en la ciudad —dice entrando en el salón, donde me encuentro bebiendo agua. Volteo a enfrentarla—. El capataz precisa hablar contigo.—Ya te lo dije. Es el sueño de mi padre. ¿Qué sucede madre? Pareciera que te molesta mi presencia aquí. Desde que decidí ha
—¿Se marchó como sin nada? —consulto un poco sorprendida, y enfrento al capataz que traje conmigo—. ¿Tú sabías de é?El hombre asiente.—Sí, lo decía en la carpeta que te dejé sobre el escritorio en el despacho —Frunzo el ceo, porque efectivamente no había carpeta sobre el escritorio, pero sabía o que estaba pasando.Le entregué las llaves de la camioneta en el que fuimos, mientras yo decidía ir con mi esposo. Aun en mi mente trabajaba la idea de que ese hombre tuviera algo que ver con mi madre, aunque ciertamente sería algo muy tonto de admitir.Cuando finalmente llegamos a la mansión, lo primero que hicimos ambos, es subir por las escaleras para ver a nuestra hija. Y cuando por fin nos cercioramos que estaba bien, pudimos ir hasta nuestra habitación.Estaba un poco fuera de mi mente, pensando en la casualidad tan grande que el mismo hombre que tiene negocios con mi esposo, ahora quiera hacer negocios conmigo.Quizás estoy un poco paranoica, pero con todo lo que hemos pasado, me es i
La hacienda estaba en subida, lo que era digno de admirar. Todo resultaba ser tan perfecto, que prácticamente olvidábamos que convivíamos con el enemigo. Pero lamentablemente, las cosas buenas duran poco, y la desgracia siempre buscará hacer acto de presencia. Sofía Wright estaba en medio del camino con Rafael, apuntándome a mi hija y a mí con un arma, y a pesar de estar rodeadas por hombres, simplemente, temía por mi compañía. —Estoy cansada de que, en cada capítulo, tengan que aparecer ustedes apuntándome con un arma. Son más molestos que el mismo villano —expongo, un poco aburrida. —Haz destruido mi vida, mi matrimonio. Todo —grita Sofía, de forma iracunda. —A mí me has mentido. Dejé todo para venir a ayudarte y al final te has casado con otro hombre. Eres una cualquiera —vocifera Rafael. —Yo, no tengo nada que ver con las desgracias de sus vidas. Ustedes lo han destruidos solitos. —Quiero ver que hace mi hermano, cuando se entere que lo has engañado con David —Frunzo el ceño
ISMAEL. Todo este tiempo, lo único que fuimos acarreando son problemas tras problemas. Lo único que se mantenía intacto era mi empresa, pero mi esposa. Ella estaba lidiando con pérdidas muy extremas que dudo mucho que la hacienda sobreviva. Y lo peor, es que sabíamos quien la estaba causando. Toda esta problemática, me tenía estresado, porque no me gustaba ver a mi esposa desesperada. Más que nada no eran las perdidas, eran las muertes masivas de sus rebaños. Golpeó la mesa del comedor, y se puso de pie. Miró a su madre directamente a sus ojos y luego a los demás. —Me he cansado —sisea. —¿Qué? —inquiere el capataz—. ¿Vas a vender la hacienda? Pude vislumbrar la sonrisa de su madre, de forma ladeada, pero también, disfruté de la sonrisa arrogante de mi esposa, negando. —La persona que está cometiendo este crimen, es exactamente lo que busca y no le daré el gusto. Fui entrenada por mi padre y por mi abuelo, y ya me he cansado de este juego —dice decidida. —¿Qué planeas, hija? —
AMELIE. Cada noche al lado de mis seres querido, que se resume en mi esposo e hija, soy la mujer más feliz del universo. No podía con tanta felicidad en el pecho. Sin embargo, como Ismael me lo había dicho; el mal aún sigue allá afuera. Definitivamente, mi madre es una villana astuta, mueve cada pieza sin dejar pistas, e utiliza a todos a su antojo. Tanto Sofía como Rafael, ahora están tras las rejas. Ella se aprovechó de su odio hacia mí, del sentimiento de mi mejor amigo, hacia mí. De los deseos de Jen de recuperar su matrimonio. Los manipuló a cada uno, como marionetas sin cerebros, todo, por conseguir ser la dueña absoluta, de mis tierras. Estábamos yendo hasta la hacienda, con los hombres que me siguen hasta el fin del mundo, protegiéndome. Cada uno estábamos comiendo unas donas, que adquirimos por el camino. Ellos ya se han convertido en mis hermanos, y nuestra relación es tan unida, que hasta parezco un guardaespaldas más del grupo. Apenas llegamos, bajo del coche y voy dire
ISMAEL. Entre risas y bromas, estábamos volviendo con la pequeña Maga, a la casa de campo de su madre. En esta ocasión, se compró la hamburguesa para ella, pero también, decidió comprar pizzas para todos los trabajadores de la casa. No obstante, a medidas que nos acercábamos, la neblina se hacía más espesa, como si algo se estuviera quemando a los alrededores. Pero más asustado estaba, cuando deduje que el humo provenía de la hacienda. —¿Qué sucede, rey Is? —pregunta la niña, pero no lograba responderle. En ese momento, en mi mente solo se encontraba mi esposa, y el hecho de imaginar, que está herida, me aterraba. Pisé fuerte el acelerador, y me adentré en la propiedad. Me estacioné de alguna manera y bajé. —Quédate con la niña —Me acerqué a la escolta, y susurré en su oído—. Y por nada del mundo, la dejes con su abuela a solas. —Entendido, señor. Dicho esto, corrí hasta la entrada. Todos los empleados estaban alrededor, La sirena de los bomberos ya se escuchaban cerca. Pero, n
Dante se ha mostrado de acuerdo con cada punto que hemos hablado. Le he contado absolutamente todo, a excepción de alunas cosas que solo le concierne a mi esposa tratar. Sin embargo, a él no le importaba. —¿Cómo se supone que me acercaré a ella? —inquiere—. He dejado claro que no quiero saber nada, y luego de divorciarme de Sofía, me mantuve muy alejado de todos. —¿Quién dijo que te vas a acercar tú? Ella te buscará, y justo en este momento. —¿Qué? —pregunta de forma confundida, pero no termina de hablar, porque mi puño se estampa en su rostro—. ¿Qué rayos…? —¡¿Crees que puedes venir aquí a amenazarme?! —Lo tomo de la camisa, y me acerco a su rostro—. Ella está aquí. Mi voz salió tan baja, pero lo suficiente para que entienda. Me empuja con fuerza, haciéndome tastabillar en mi posición. —Quiero a Sofía libre, de lo contrario, buscaré la forma de destruir todo lo que amas —amenaza, y retrocede, topándose de lleno con la madre de mi esposa. Dante no dice nada solo asiente, y pasa p