AMELIE.No estaba tranquila con lo que había pasado. En definitiva, alguien lo había tomado o en mi descuido, yo lo había tomado. Al fin de cuentas, ese baúl lo escondí después de mi boda, y ya, nunca más lo volví a revisar.—¿Y si vamos a buscarlo? —pregunto. Aún sigo en el despacho de Ismael.Él se ha convertido en alguien sumamente importante en mi vida. En mi mano derecho. Esa fuente de alivio que todos necesitamos, cuando atravesamos momentos difíciles.En verdad, siento que le debo demasiado.Sus ojos observándome, entre sorprendido y dulce.—¿No te parece que es muy tarde? —inquiere. Quizás, tratando de hacerme entrar en razón.—Si tienes razón en todo lo que me has dicho, lo más probable es que alguien lo haya tomado. ¿Y si solo se ha caído al costado?Mi esposo, suelta un suspiro y se pone de pie. Toma las llaves, y extiende su mano para mí.—Vamos a ver. Los hombres se adelantarán. ¿Te parece? —Asiento, mientras salgo de su oficina y voy rumbo a la habitación a buscar mi bol
Cuando llegamos a la casa, no me importó en lo absoluto dejar atrás a Ismael. Subí por las escaleras, como si no hubiera un mañana, y me adentré a la habitación de mi hija, como si mi vida dependiera de eso.Se encontraba dormida, y el corazón volvió a mi cuerpo. Me quité los zapatos, y me acomodé a su lado; sin embargo, ella parecía no respirar, y eso, me aterraba.Comencé a mecerla, y tratar de escuchar su respiración.—¡Ismael! —grité, mientras buscaba su pulso. Lo sentí, pero muy bajo—. ¡Ismael!Volví a gritar, mientras me levantaba de la cama y la levantaba en brazos. Mi esposo me alcanzó y entendió todo. La subió en sus brazos y corrió escaleras abajo, mientras gritaba que abran la puerta de la camioneta. La colocó la parte de atrás y yo me metí junto a ella.El hombre acelera el vehículo sin importar llevarse a cualquiera por delante. Sin importar el tráfico, sin importar nada.—Ella va a estar bien —musitaba mi esposo. Pero su voz, estaba cargada de preocupación, estaba tan at
La mañana siguiente, desperté al lado de mi hija. Sentí que sus manitas me acariciaban el cabello, por lo que, cuando abrí los ojos, la encontré mirándome, con una sonrisita tierna en el rostro. —¿Cómo estás? —pregunto, enderezándome en mi lugar, para tacar sus mejillas, que han perdido su color habitual. —Me siento cansada —susurra. Tiene la voz rasposa, talvez por la garganta seca. —¿Quieres agua? —Me apresuro a ponerme de pie y servir en el vaso, el líquido vital, para después ayudarla a beber. Luego de que bebiera, dejo nuevamente el vaso en su lugar y la ayudo a acomodarse—. Maga…, ¿Recuerdas que comiste? —Solo la cena y el jugo. Luego comencé a sentirme cansada y me acosté. Lo último que recuerdo es que Lana dejó un beso en mi cabeza —dice. Lana. ¿Qué pasó de ella? Escucho un gruñido cerca, y cuando volteo, veo a Ismael, estirando su cuerpo, deteniéndose cuando nos ve a ambas, mirándolo. Se apresura en ponerse de pie, y llega hasta dónde está mi hija. —Princesa, ya te has
ISMAEL. Necesito tener paz un solo día, pero resulta ser que, en esta casa, ingresa cualquiera. Estaban observando a mi esposa mientras se daba una ducha, cuando, en realidad, la casa debería de ser el lugar más tranquilo y seguro. La madre ingresa por la puerta, al oír mis gritos. ¡Dios! Esta mujer me da tanta mala espina, que me cuesta tanto trabajo disimularlo. Presiento que tiene mucho que contar en esta historia. —¿Qué sucede? ¿Por qué los gritos? —pregunta, llegando hasta su hija, y arropándola. La observo de pies a cabeza, y salgo a la habitación. No tengo tiempo de dar explicaciones a personas que no me generan la más mínima confianza. Ella ha cambiado bastante, de una u otra forma lo ha hecho; solo que, aún no he encontrado la forma de comprobarlo, y mis hombres no encuentran nada sospechoso a su vez. O simplemente soy muy paranoico. Siendo honestos, no me importa, y no dejaré de serlo solo porque sí. Ella tiene mucho la de ganar en este juego peligroso, y aunque me cues
AMELIE. Las palabras que emitían sentimientos, no podían ser pronunciadas por mi boca. Seguía un tanto impactada, por lo que mis ojos veían, mis brazos, abrazaban, mi corazón se estrujaba en un cálido encuentro familiar. Una combinación de sentimientos tristes y alegres albergaban en mi pecho, pero sin duda, la felicidad es la que tenía el poder en este instante. Mi abuelo, el que me regaló un caballo en vez de una bicicleta, el hombre que nunca antes había visto aparte de aquella tarde de otoño, donde bajaba aquella yegua, con un enorme moño rojo, y su crin bien trenzados, como una obra de arte. Tan negra brillante y tan elegante. “Una imponente yegua, para mi más hermosa nieta.” Aun lo recuerdo, y ella, aún sigue aquí, conmigo. —¿Aún conservas las joyas de tu abuela? —Lo miro sorprendida. Pensé que nadie más lo sabía—. Tú abuela se lo entregó a tu padre antes de morir. Quería que tú lo tuvieras. —Aun lo conservo. ¿Por qué nunca intervinieron? Yo los he extrañado. —Tú padre es
Estaba sentada en mi habitación, con las lágrimas cayendo por mis mejillas. No sabía cuántas horas habían pasado, pero sé que fueron suficientes, para sentirme adolorida en la posición en la que estaba.Todos me quieren lastimar, e inclusive la única familia que conozco.Talvez solo malinterpreté las cosas. Talvez ella hablaba de algo más, y en realidad solo yo entendí mal.Talvez…Talvez lo que debería hacer es investigar.Me puse de pie y fui a la habitación de mi hija a buscar el aparato que contiene el video. Ismael se encontraba sentado sobre el colchón, al parecer, buscándome. Cuando me ve, suelta un suspiro y afloja todo su cuerpo.—Me preocupe. ¿A dónde fuiste? —pregunta, poniéndose de pie, para llegar a mí.—Fui a cambiarme —respondí, recibiendo su abrazo—. ¿Tienes el pendrive contigo?Ismael asiente y mete la mano en su bolsillo interno, para quitar el aparato de allí.—Aquí lo tengo, cariño.—Es hora de investigar qué es lo que está pasando exactamente con mi familia.—Iré
Estábamos desayunando, todos en un silencio asombroso, que, para ser francos, era relajante en parte, porque tenía en la mira a mi madre, más no porque confiaba.No puedo creer que no confíe en ella como antes, pero por el momento, no sé si estoy actuando bien, o me estoy dejando manipular por un video de años atrás.Ella es la mujer que me cuido, que me educó y me apoyó en el pasado. ¿Por qué es que no confío en ella ahora?“Quizás porque siempre se ha mostrado distante.”—No has probado nada de tu desayuno, hija. ¿Te pasa algo? —pregunta ella. Sonrío y niego.—Me siento aburrida sin hacer nada. Solo eso.—Es cierto. ¿Ya no vas a tu trabajo? ¿El príncipe Is te despidió? —Mi esposo se atraganta con su café y la mira con sorpresa.—¿Me crees capaz de despedir a tu madre, pequeña niña traviesa? —inquiere mi esposo.—La niña solo lo dice porque no trabaja su madre. Siempre se mostraba feliz a la hora de ir a la oficina, y ahora…—Pasaron cosas que la obliga a reposar —interrumpe mi espos
ISMAEL.Dadas las circunstancias, decidí a poyar la decisión de mi esposa, y aceptar que vaya a la casa de campo, pero obviamente no solo la acompañarían los hombres de afuera, ni tampoco dejaría al descuidado la mansión.Desde el atentado en su casa, y con lo de su hija, me he dedicado a cuidar cada paso que dan, para evitar futuras sorpresas. Su hacienda, están controladas por hombres que su madre no conoce, todo está rodeado, empleados nuevos en la cocina, y afuera, que no solo se dedicarán a trabajar para mi esposa, sino que tienen que cuidar y escuchar todo.Ayer, cuando estaban saliendo, rumbo al lugar, pude ver por las cámaras a Jen amenazarla. Pude ordenarle que la capturen, pero quería ver que hacía mi esposa, y aunque me pareció tonto su decisión, en el fondo me siento orgulloso de cómo lo enfrentó.“Soy un Wright, ahora.”¡Claro que lo es!Espero que Jen, aproveche esta oportunidad que mi esposa le brindó, como también espero que mi hermana entienda la gravedad de la situac