AMELIE.La noche estaba oscura, y el cielo parecía querer caerse encima de nosotros. Me encontraba acostada sobre una hamaca colgante, tarareando algo, hasta que las luces se apagaron completamente, volviendo el lugar mucho más tenebroso.Pero nada se compara cuando los truenos comenzaron a iluminar toda la estancia, y las grandes gotas de lluvias, junto con el viento furioso que azotaba todo.Me incorporé en mi lugar, al oír la voz de mi madre llamándome. Me apresuré a ingresar en el interior de la casa para refugiarme de este infierno, y la ayudé a asegurar todo, mientras ella encendía la lámpara con velas y Magali se refugiaba en el sofá.—Mami, me da miedo las tormentas —confiesa. Su abuela rápidamente se acerca a ella, con unas papas empaquetadas, mientras yo me acercaba a llavear la puerta principal.—Tranquila. Esto pasará pronto, y la casa es súper segura —respondo, observándola a través de los hombros.No obstante, cuando vuelvo a enfocar la vista hacia la puesta, para cerrar
La cena transcurrió de forma tranquila, muy amena realmente. Ismael se ha mostrado muy encantado con todo y literalmente, se sorprendió al verme comer el pollo con las manos. Le sonreí. Es de noche, hay tormenta y no hay luz. Además, estoy en el campo. Puedo hacerlo. Ya, cuando vuelva en la ciudad, voy a seguir el protocolo de etiqueta. —Príncipe, Is; estoy muy contenta porque hayas venido. Le dije a mi mami que ya te extrañaba mucho —Mi jefe observó a la niña, con una ternura que nunca antes había en los ojos de alguien más que no sea mi madre. él definitivamente se había ganado su cariño, y mi hija un protector único—. Mañana cuando el clima esté mejor podré enseñarte todo. —Claro que sí. Recorreremos los horizontes… —¡Sí! Como padre e hija. Estoy muy emocionada. Todos dejamos de respirar en ese instante. Al menos yo dejé de hacerlo, mientras él, sonreía antes las locas palabras de una niña de cinco años. —¿Y la empresa? —pregunto, con la intención de desviar la atención de m
Estar sentada aquí, con mi madre, ayudando a alimentar a algunos animales, con ayuda de algunos hombres, es fenomenal. Esta parte de mi vida la extrañaba bastante; sin embargo, no significa que lo cambie por la ciudad. Me he acostumbrado a las cenas formales, a los bocinazos del tránsito, a la empresa y los bares. —¿Cómo dormiste, cariño? —pregunta mi madre, mientras ingresa al corral de los cerdos. Yo, la observo desde afuera. —Bien, sabes que duermo bien en este lugar. Mucha calma —contesto tranquilamente—. ¿Ya tuvo su cría, Marita? —¿Cómo lo sabes? —Arqueo una ceja. Realiza una mueca con sus labios—. Debí suponerlo. Maga. Pues no, de seguro entra en trabajo de parto hoy. —Quiero ayudarla, o al menos, estar cerca. —Sigo preguntándome, como es que estudiaste algo sobre números, cuando podías ser una excelente doctora y vivir aquí. —Porque me gustan los números y soy buena vendiendo. —Pues podrías vender animales y ser su médico personal —Guardo silencio y pienso que sería una l
ISMAEL. Hablar con Amelie, conocer un poco más de ella, de su pasado y de lo que en realidad le afecta aquello, fue cómodo. Y no, no lo digo por lo que la hace sentir, sino por el hecho que logré que se abriera un poco más conmigo. De que me haya confesado parte de lo que la agobia. Si yo pudiera absorber su dolor, con gusto lo haría. Es lo que quiero hacer. Ese es el propósito por el cual viaje hasta aquí. Y su hija. ¡Dios! Esa niña es la reencarnación de la mujer que me gusta, pero con el doble de astucia. Es tan hermosa y siempre tiene un plan maestro para hacerme caer de rodillas ante sus pedidos. Realmente, Magali, ha logrado enamorarme de una forma única, y la quiero, quiero su bienestar, y su felicidad. Quiero siempre verla con una sonrisa dibujada, del mismo modo, que deseo que mi mujer, lo sea. No obstante, bien dicen que la felicidad no dura siempre y acabo de confirmarlo. Un hombre robusto ingresado por la puerta, y la madre de Amelie estaba feliz de verlo, es como si l
El lugar es extraordinario, era muy grande para que una persona que casi no trabaja o al menos, no explota, puede mantenerla. El sujeto que nos acompañó junto con su esposa, nos explicaron que era bastante difícil mantenerlo de pie, pero eso Amelie no lo sabía; pues su mamá no desea que deje todo en la ciudad, para venir aquí, donde no había nada.Como todo empresario, me parece estupendo hacer trabajar las tierras. Le he pedido que me explique algunas cosas, que me enseñe el lugar y lo que se puede ganar además de las ventas de animales.—Sería bueno, que alguien se asociara con las mujeres, ambas son muy buenas administrándolas, pero la señorita Amelie, después de casarse, incluso dejó todo y se marchó. En los diez años, solo ha venido como tres veces y a la niña Maga, le encanta el lugar —Miro a la pequeña y sonrío por inercia—. Ya se ha encariñado.—Es muy…, simpática —respondo. ¿Qué puedo decir aparte de eso? —. Intentaré asesorarme mejor, y hablar con Amelie, no puedo hacer las
AMELIE. Se marchó. Simplemente se fue y no entiendo porque me siento fatal. No deseaba que se fuera de esa forma. —¿Crees que debí retenerlo? —pregunto a mi madre, sentada en el despacho. —Yo también haría lo mismo que él hizo. Me marcharía —La miro incrédula—. No me mires con esa cara, cariño. Vino hasta aquí, para estar contigo, quizás, para pedirte perdón. —No me ha pedido perdón. —Él no es como los otros hombres, Amelie. Debes entender eso. No sabe cómo hacerlo y es ahí en donde debes ayudarlo. ¿Crees que, si no le importaras, vendría hasta aquí? ¿En medio de una tormenta? —Suspira—. Él nunca ha necesitado pedir perdón. Siempre estuvo solo. El golpe es bastante fuerte. Él nunca tuvo que pedir perdón, porque no necesitaba hacerlo. No conoce mucho de la gravedad, porque intentaba no cometer errores. —Ya he aceptado la realidad, y creo, fervientemente que, Rafa es mi mejor opción —Mi madre se encoge de hombros, y se pone de pie. —Solo no cometas dos veces el mismo error. —
Cuando llegamos a la ciudad, mi gran prometido, estallaba de felicidad porque estaba en la civilización, diciendo que el campo es el peor lugar para vivir. Al parecer, no se dio cuenta de tal comentario, y yo, lo dejé pasar.Realmente, me estaba cansando de todo, y solo llevábamos un día, en este acuerdo.Comienzo a cargar las mercaderías en la carrocería de la camioneta, mientras el hombre, estaba sentada ya, en la cabina, revisando el celular y sonriéndole a la pantalla.Vuelvo a suspirar.Y me maldigo internamente, por hacerlo.Sin embargo, cuando termino de cargar todas las mercaderías, la mala suerte, hace acto de presencia, y lamentablemente, no tengo tiempo de huir.—Vaya, vaya. Pero, miren a quien tenemos aquí —Esa voz chillona que tanto la detesto—. Trabajando como una pordiosera.—¿Qué tal va tu fortuna? ¿Aún no ha acabado?—Tú convenciste a mi hermano de hacer que me independice —escupe—. Te voy a matar.—¿Crees en serio, que yo convencería a tu hermano? No seas estúpida —e
No sé cuánto tiempo llevo en esta baulera, o es lo que creo por la base dura y de pana que siento. Tengo los ojos vendados, tanto como los labios. Me cuesta mucho trabajo respirar, y los golpes que siento son demasiado agobiantes. El coche aún sigue en marcha.El dolor de cabeza es insoportable, y ni hablar de todo mi cuerpo. Tengo el cuello aún entumecido, por el pinchazo brusco que me pusieron. Sea lo que sea que me hayan inyectado, me imposibilita mover algunas de mis extremidades.¿Qué es lo que buscan conmigo?Ni siquiera poseo un céntimo de fortuna, como para que me secuestren por ello. No encuentro sentido a sus actos, y enemigos no tengo, o sea creí.Realmente estoy preocupada, por mí, por mi familia, por mi hija, más que nada. Hemos crecido juntas hemos hecho todo juntas, y estar separadas, no es algo con lo que ella merezca la pena lidiar. No quiero que me extrañe, en el caso de que no regrese.No sé exactamente, cuales son las intenciones de estos hombres, pero todo puede p