«De repente tienes en tus manos aquello que nunca esperaste y creías imposible.»JOAQUÍNCuando salgo del baño, Mía ya no está. Abandono el cuarto así, en bóxer como me encuentro, y la busco en todo el segundo piso. No está. Abro la puerta de Lara y la veo con Frank durmiendo todavía. Bajo al primer piso. Esta casa es enorme y no sé dónde podría estar.No creo que se haya ido. Me detengo cuando miro el patio a través del cristal y la veo. Está cambiada con la ropa de ayer y tiene suelto el cabello, que le llega a la cintura.Camino hacia ella y la abrazo por detrás, rodeo su cuerpo y le beso la cabeza. No le digo nada. Disfruto de su contacto y del paisaje, que es impresionante, y más a esta hora cuando apenas está saliendo el sol. Me encantaría tener mi cámara en este momento.Apoya su cabeza en mi hombro y la veo recibir los primeros rayos de sol del día con los ojos cerrados. Se ve majestuosa. Perfecta. Parece un ángel.—Pareces un ángel. —Le beso la frente.Está triste. Sonríe con
«Necesitamos tanto lo malo como lo bueno para crecer como personas.»JOAQUÍN—Ayer vi tu blog —me dijo Mía desde la piscina.Así que lo ha descifrado. Dejo de ver el teléfono y me concentro en ella. Desde donde me encuentro sentado puedo ver a la perfección su cuerpo bajo el agua.—¿Y qué te pareció?Finge pensarlo varios segundos y luego responde:—No es porque me gustes o porque me parezcas el tipo más sexy del planeta, que quede claro que soy lo más imparcial posible —reímos. —Me encantó. Tienes talento, sobre todo para los paisajes.Es lo que más me gusta. Me siento orgulloso.—Gracias. Mi padre dice que es basura.Mía tuerce la boca con disgusto.—Tu padre seguro no tiene sentido del buen gusto.Me carcajeo.—Ya no le hago caso. ¿Cuál foto te gustó más?—Una de La Candelaria, creo que en el atardecer. Se ve el cielo con varios colores, el sol ocultándose, la montaña y las nubes tocándose y las casas de colores. Es hermosa.Sé cuál es. También es una de mis preferidas.—Tienes muc
«Los problemas del mundo son simplemente regalos de personas que claramente necesitaban sentirse muy importantes.»MÍAHace dos días que tengo una fuerte tos. Creo que el chapuzón en la piscina y el aire demasiado puro en la casa de Lara no me han sentado nada bien. Hoy es miércoles y me he levantado como he podido de la cama. Me duele hasta la punta del dedo, por no mencionar el pinchazo que siento en el pecho cada vez que toso. Hace mucho tiempo que no me enfermaba.Tengo mi carro nuevo desde ayer. Joaquín me acompañó a recogerlo y estuvimos haciendo la ruta de la casa a la universidad mil veces hasta que, según él, la tuve más que pillada. Estos días han sido alucinantes. Me lleva de la mano a todas partes, especialmente en la universidad. Todos nos miran por donde transitamos. No es que me desagrade, pero prefiero pasar desapercibida.He escuchado en el baño comentarios acerca de nosotros; unos buenos, otros no. Hay gente que ve con buenos ojos y aprueba nuestra relación y dicen q
«El amor es simplemente un apasionado admirador del sufrimiento.»JOAQUÍN—Le voy a pedir a Mía que sea mi novia —les cuento a mis amigos.Ambos sueltan una carcajada.—Si ustedes no son novios, entonces no sé quiénes lo son —expresó el Costeño, dejando caer los libros en la mesa cuando llegamos a la cafetería.—Son «amigos». —Frank hace comillas con las manos.—¡Cabrones, hablo en serio! Se lo voy a proponer formalmente —les explico con plastilina para que me entiendan.—Eso ya no se usa —dice el Costeño.—No se lo cuentes a Lara. No me dañes la sorpresa que le tengo preparada —le pido a Frank.—Cuenta con eso.Aparece Lara y saluda a Frank. Bueno, más bien se lo come delante de nosotros. Estos dos no tienen nada de pudor, siempre andan por ahí demostrando su hambre. El Costeño y yo nos vemos con cara de circunstancia.—¿Y Mía? Estaba contigo —le pregunto a Lara. Es raro que no estén juntas, parecen dos siamesas.—La dejé en el baño, pero ya viene, seguro.Nos sentamos. Los minutos p
«Al que no le gusta la sopa, le dan dos tazas.»MÍADespierto en una clínica. ¡Yuju! Estoy teniendo un déjà vu. Observo dónde me encuentro acostada y arropada, con una bata azul y sin mi prótesis. Sin mencionar la aguja que tengo clavada en el brazo. ¡Genial! ¿Y ahora qué me pasó? Ingresa un doctor y me saluda con una sonrisa gigante.—Hola. Soy el doctor Rodríguez, me puedes decir Sebastián.Es joven, demasiado para ser médico. No debe tener menos de treinta años. Me explica mi cuadro clínico, los medicamentos y mi estado actual, también que debo pasar al menos una semana hospitalizada.—Es mucho tiempo, doctor —me quejo—. Tengo exámenes, clases y muchas otras cosas que hacer, no puedo estar aquí tantos días.Su mirada es de curiosidad, como si me conociera de alguna parte.—Te entiendo, pero tu salud es lo más importante. No te daré el alta hasta que estés bien.—¡Pues ya qué! Si me toca… —me resigno.—Tienes neumonía; eso no se cura en un día. En un rato más pasarán tus familiares
JOAQUÍNMe sacó de la habitación. En verdad, no lo puedo creer. ¿Tan grave es que la vea sin su prótesis?Me dirijo a una máquina expendedora para comprar una botella de agua. ¡Maldición! Se quedó atascada. Le doy unas pataditas intentando que la botella caiga, hasta que por fin sale disparada de la máquina y recorre unos tres metros hasta la sala de espera. Me toca salir corriendo como un imbécil detrás de la estúpida botella.—¿Mal día?—pregunta Andrés, cuando por fin puedo llegar y me siento a su lado.—Mal rato, más bien.—¿Problemas en el paraíso?—Metiche.—¡Oye! Solo quiero ayudar. Somos amigos ahora, recuerdas.—No te pases.¡Joder! Qué mal humor. Cuando estoy así, lo que menos me gusta es hablar. La única que me entiende es Mía. Nunca me presiona cuando sabe que quiero tragarme todo solo.—Si es por Mía, recuerda que soy su mejor amigo. El que mejor la conoce.¡Qué fastidio, coño! Decido contarle por qué; de lo contrario, no me dejará en paz.—No sabía que eras un tipo tan in
«La felicidad es tímida y espera ansiosamente a que la persigas con todas tus acciones. No le gusta hacer el primer movimiento, ¿quién lo haría?»JOAQUÍN—Parece que no lo tiene muy claro —se burla el doctor—. En todo caso, no puedes quedarte sin autorización.«¡Imbécil!»—Yo puedo autorizarlo —responde Carlos.«Le daré un regalo a este buen hombre».—Así será, entonces —dice el doctor con pocos ánimos.Le sonrío victorioso y me acomodo al lado de Mía.—Perfecto. Gracias, suegro —le digo, y este suelta una carcajada.Mía tose y le acaricio la espalda.—¿Estás bien, nena? —le pregunto, conteniendo las ganas que tengo de reírme.—Sí. Entonces, te quedarás conmigo.—Claro. Ya oíste, estoy autorizado.Los días pasan rápido. Mía se recupera, y el tiempo que no me encuentro en clases y en la empresa, lo paso en el hospital con ella. He dormido en el sofá durante tres noches y no aguanto la espalda, pero ha valido la pena. Me he encargado de su cuidado, asistiéndola para que se levante y dán
«La fortaleza no radica en evitar las caídas, sino en levantarse cada vez que tropezamos.»JOAQUÍN—Estas son las modelos que hemos seleccionado Joaquín y yo para la campaña —explica Amelia.Esta es la oportunidad para proponer a Mía y a Lara. Lo estuve pensando y creo que ambas serían perfectas para la marca.—Quisiéramos plantearles dos modelos más. Tenemos pensado que ellas son las ideales para encabezar la campaña, especialmente una —digo, y Juana aplaude.Muestro las fotos de Mía y Lara en cuerpo completo.—Háblanos de ellas, ¿para qué agencia trabajan? —pregunta mi padre.—Para ninguna. Una es mi novia y la otra, una amiga de la universidad.Todos se quedan sorprendidos. Seguro porque dije que tengo novia.—Bueno, ambas son muy hermosas. Sobre todo la morena. Tiene una belleza… salvaje —dice Ferd.Yo diría que la más bella es Mía, pero me reservo mi opinión.—¿Tienen experiencia modelando? —indaga mamá.—No, ninguna. No creo que sea un problema. El verdadero problema sería conven