CAPITULO 37.1

«Al que no le gusta la sopa, le dan dos tazas.»

MÍA

Despierto en una clínica. ¡Yuju! Estoy teniendo un déjà vu. Observo dónde me encuentro acostada y arropada, con una bata azul y sin mi prótesis. Sin mencionar la aguja que tengo clavada en el brazo. ¡Genial! ¿Y ahora qué me pasó? Ingresa un doctor y me saluda con una sonrisa gigante.

—Hola. Soy el doctor Rodríguez, me puedes decir Sebastián.

Es joven, demasiado para ser médico. No debe tener menos de treinta años. Me explica mi cuadro clínico, los medicamentos y mi estado actual, también que debo pasar al menos una semana hospitalizada.

—Es mucho tiempo, doctor —me quejo—. Tengo exámenes, clases y muchas otras cosas que hacer, no puedo estar aquí tantos días.

Su mirada es de curiosidad, como si me conociera de alguna parte.

—Te entiendo, pero tu salud es lo más importante. No te daré el alta hasta que estés bien.

—¡Pues ya qué! Si me toca… —me resigno.

—Tienes neumonía; eso no se cura en un día. En un rato más pasarán tus familiares
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