«Al que no le gusta la sopa, le dan dos tazas.»MÍADespierto en una clínica. ¡Yuju! Estoy teniendo un déjà vu. Observo dónde me encuentro acostada y arropada, con una bata azul y sin mi prótesis. Sin mencionar la aguja que tengo clavada en el brazo. ¡Genial! ¿Y ahora qué me pasó? Ingresa un doctor y me saluda con una sonrisa gigante.—Hola. Soy el doctor Rodríguez, me puedes decir Sebastián.Es joven, demasiado para ser médico. No debe tener menos de treinta años. Me explica mi cuadro clínico, los medicamentos y mi estado actual, también que debo pasar al menos una semana hospitalizada.—Es mucho tiempo, doctor —me quejo—. Tengo exámenes, clases y muchas otras cosas que hacer, no puedo estar aquí tantos días.Su mirada es de curiosidad, como si me conociera de alguna parte.—Te entiendo, pero tu salud es lo más importante. No te daré el alta hasta que estés bien.—¡Pues ya qué! Si me toca… —me resigno.—Tienes neumonía; eso no se cura en un día. En un rato más pasarán tus familiares
JOAQUÍNMe sacó de la habitación. En verdad, no lo puedo creer. ¿Tan grave es que la vea sin su prótesis?Me dirijo a una máquina expendedora para comprar una botella de agua. ¡Maldición! Se quedó atascada. Le doy unas pataditas intentando que la botella caiga, hasta que por fin sale disparada de la máquina y recorre unos tres metros hasta la sala de espera. Me toca salir corriendo como un imbécil detrás de la estúpida botella.—¿Mal día?—pregunta Andrés, cuando por fin puedo llegar y me siento a su lado.—Mal rato, más bien.—¿Problemas en el paraíso?—Metiche.—¡Oye! Solo quiero ayudar. Somos amigos ahora, recuerdas.—No te pases.¡Joder! Qué mal humor. Cuando estoy así, lo que menos me gusta es hablar. La única que me entiende es Mía. Nunca me presiona cuando sabe que quiero tragarme todo solo.—Si es por Mía, recuerda que soy su mejor amigo. El que mejor la conoce.¡Qué fastidio, coño! Decido contarle por qué; de lo contrario, no me dejará en paz.—No sabía que eras un tipo tan in
«La felicidad es tímida y espera ansiosamente a que la persigas con todas tus acciones. No le gusta hacer el primer movimiento, ¿quién lo haría?»JOAQUÍN—Parece que no lo tiene muy claro —se burla el doctor—. En todo caso, no puedes quedarte sin autorización.«¡Imbécil!»—Yo puedo autorizarlo —responde Carlos.«Le daré un regalo a este buen hombre».—Así será, entonces —dice el doctor con pocos ánimos.Le sonrío victorioso y me acomodo al lado de Mía.—Perfecto. Gracias, suegro —le digo, y este suelta una carcajada.Mía tose y le acaricio la espalda.—¿Estás bien, nena? —le pregunto, conteniendo las ganas que tengo de reírme.—Sí. Entonces, te quedarás conmigo.—Claro. Ya oíste, estoy autorizado.Los días pasan rápido. Mía se recupera, y el tiempo que no me encuentro en clases y en la empresa, lo paso en el hospital con ella. He dormido en el sofá durante tres noches y no aguanto la espalda, pero ha valido la pena. Me he encargado de su cuidado, asistiéndola para que se levante y dán
«La fortaleza no radica en evitar las caídas, sino en levantarse cada vez que tropezamos.»JOAQUÍN—Estas son las modelos que hemos seleccionado Joaquín y yo para la campaña —explica Amelia.Esta es la oportunidad para proponer a Mía y a Lara. Lo estuve pensando y creo que ambas serían perfectas para la marca.—Quisiéramos plantearles dos modelos más. Tenemos pensado que ellas son las ideales para encabezar la campaña, especialmente una —digo, y Juana aplaude.Muestro las fotos de Mía y Lara en cuerpo completo.—Háblanos de ellas, ¿para qué agencia trabajan? —pregunta mi padre.—Para ninguna. Una es mi novia y la otra, una amiga de la universidad.Todos se quedan sorprendidos. Seguro porque dije que tengo novia.—Bueno, ambas son muy hermosas. Sobre todo la morena. Tiene una belleza… salvaje —dice Ferd.Yo diría que la más bella es Mía, pero me reservo mi opinión.—¿Tienen experiencia modelando? —indaga mamá.—No, ninguna. No creo que sea un problema. El verdadero problema sería conven
«Las oportunidades en la vida son como los atardeceres: si esperas demasiado, te los pierdes.»MÍAHace una semana estaba hospitalizada con neumonía. Hacía mucho que no pasaba tanto tiempo en una clínica. Estoy acostumbrada, pero no me gusta. Odio las clínicas, me traen malos recuerdos. Conduzco hasta mi cita con el doctor Rodríguez. Me sorprendió que me llamara para recordarme que no faltara y que estaba esperándome. Supongo que es un médico muy interesado en el bienestar de sus pacientes.Hoy es viernes y tengo planes para salir con Joaquín a cenar. Lo noto ansioso o nervioso; es raro, y eso me tiene con muchas expectativas. No ha podido acompañarme a la cita y está más que cabreado. Hasta me insinuó que no viniera. Según él, le gusto al doctor. ¡Madre santa! Los celos de Joaquín me hacen mucha gracia.No le he contado nada de lo que sucedió con Vivian en el baño de la universidad. Esa arpía no vale nuestro disgusto. Pasaré de ella. Llego al consultorio después de haber preguntado m
«Cuando el pasado no te quiere soltar, dale una buena patada en la cara.»JOAQUÍNAl llegar al apartamento a las cinco de la tarde, después de haber tenido un día lleno de altibajos, me encuentro con un Frank descompuesto en el sofá. Y digo «altibajos» porque he pasado de la satisfacción a la rabia, de la rabia a la alegría y pronto a la tristeza, solo que aún no lo sabía.Satisfacción porque en la empresa todo marchaba de maravilla. Nunca me he sentido tan útil y que encajo con mi familia. La mayor parte del tiempo la he sentido prestada o alquilada, nunca propiamente mía. Aun la relación con mi padre es tensa e indiferente, eso es mejor que discutir cada vez que nos veamos.Rabia al encontrar a otro hombre poniéndole las manos encima a mi novia. ¿Qué puedo hacer? Apenas estoy aprendiendo a manejar los celos. No quiero sonar como un loco posesivo ni nada parecido, pero la siento mía. Punto. Por lo menos el tiempo que ella me lo permita.Alegría al ofrecerle a Mía una oportunidad de e
«El amor es una amistad llena de instantes eróticos.»MÍAMe encuentro en la sala de mi casa sentada en el sofá esperando a Joaquín. Estoy nerviosa, casi como en la primera cita. Dijo que sería una noche especial; de modo, que, obviamente, tengo muchas expectativas. En todos los aspectos, por supuesto. Sé cómo terminará la noche. Para ser franca, si no me lo pide él, se lo pediré yo. Quiero que mi primera vez sea con Joaquín.El vestido que tengo puesto por poco no lo compro. Lara me lo metió por los ojos y me convenció de comprarlo. ¡Mentira! El vestido rojo es espectacular. Apenas lo vi, me enamoré de él. Muestra mucha piel. Lo acompañé con un maquillaje cargado y el pelo suelto.El timbre suena y me levanto del sofá en el acto. Cuando abro la puerta, Joaquín da un paso al frente. Nos contemplamos por unos segundos sin decir nada. Creo que estos son los momentos idóneos para que alguien inmortalice el instante: las miradas, los labios entreabiertos de la sorpresa y las caras de tont
«Tener sexo es vaciar el cuerpo; hacer el amor es llenar el alma.»JOAQUÍNSi existe algún instante en mi vida que me gustaría repetir una y otra vez sería este. El perfecto instante en que por primera vez estoy totalmente dentro de ella. Ninguna de mis experiencias anteriores se compara a esta.Siempre me ha gustado el sexo duro, en parte porque esas mujeres no me interesaban en lo más mínimo. Era egoísta y solo me importaba mi propio placer. Ahora, hago el amor por primera vez en mi vida. Suena cliché y es verdad. El sexo es increíble por sí solo, pero el sexo con amor es incomparable. En eso yo también era virgen.Después de unos minutos de recuperación y de haberme deshecho del preservativo, sigo casi acostado sobre su cuerpo. Apoyo la cabeza en su hombro y Mía me acaricia el pelo; sus uñas me rascan el cuero cabelludo. Es reconfortante y relajante. Todos los hombres de este puto planeta deberían vivir algo así, al menos una vez en su vida.Me acuesto y la atraigo hacia mí. Paso e