CAPITULO 37.2

JOAQUÍN

Me sacó de la habitación. En verdad, no lo puedo creer. ¿Tan grave es que la vea sin su prótesis?

Me dirijo a una máquina expendedora para comprar una botella de agua. ¡Maldición! Se quedó atascada. Le doy unas pataditas intentando que la botella caiga, hasta que por fin sale disparada de la máquina y recorre unos tres metros hasta la sala de espera. Me toca salir corriendo como un imbécil detrás de la estúpida botella.

—¿Mal día?—pregunta Andrés, cuando por fin puedo llegar y me siento a su lado.

—Mal rato, más bien.

—¿Problemas en el paraíso?

—Metiche.

—¡Oye! Solo quiero ayudar. Somos amigos ahora, recuerdas.

—No te pases.

¡Joder! Qué mal humor. Cuando estoy así, lo que menos me gusta es hablar. La única que me entiende es Mía. Nunca me presiona cuando sabe que quiero tragarme todo solo.

—Si es por Mía, recuerda que soy su mejor amigo. El que mejor la conoce.

¡Qué fastidio, coño! Decido contarle por qué; de lo contrario, no me dejará en paz.

—No sabía que eras un tipo tan in
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