MAXIMILIANO

No puedo olvidar las nalgas de Rachel. No es la. Primera vez que veo el cuerpo de una mujer. Conozco el cuerpo de muchas, pero ella, no sé, me genera demasiado curiosidad, su cuerpo es perfecto y soy hombre. Me gusta si trasero, me gusta lo poco que me dejó ver ayer.

Mando la mano a mi hombría, la tengo dura y por ello, decido meterme a la ducha para bajar mis pulsaciones, y la dureza qué me está matando.

Hacia tiempos no me sentía así por una mujer, ponerme duro con solo verle las nalgas. Sacudo mi cabeza saliendo de mi habitación ya organizado.

Duerme frente a mí y me encuentro con ella, saliendo con el Matías qué apenas me ve, me abraza. Cargo al. Niño, no soy de niños, pero Matías me genera la sensación extraña y cedo ante él.

—Hola campeón, como amaneciste.

—Bien y tú.

Es un niño muy educado y se nota que su madre lo ha educado muy bien.

—Muy bien—miro a Rachel—como amaneciste.

—Casi no pude dormir, pero todo está muy bien, gracias por preguntar.

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