El sobre negro descansaba sobre la mesa de la cocina de Valeria como si fuera una bomba a punto de explotar. Era elegante, pero intimidante, y parecía completamente fuera de lugar en su pequeño apartamento. Valeria Cruz, decía en letras doradas, con una caligrafía tan impecable que parecía hecha a mano. Había llegado esa mañana con un mensajero que no aceptó preguntas ni explicaciones. Solo dejó el sobre y desapareció.
Valeria lo había abierto con curiosidad, pero al leer su contenido, su corazón dio un vuelco.
"Moretti Enterprises tiene el placer de invitarla a nuestra gala anual benéfica.
Fecha: 20 de enero. Lugar: Hotel Imperial, Salón Real. Código de vestimenta: Formal."El nombre Moretti brillaba en el centro de la invitación como una advertencia. Aunque no sabía mucho sobre Leonardo Moretti, había escuchado lo suficiente para saber que no era un hombre cualquiera. Era un nombre susurrado en los círculos legales con respeto y miedo. Un cliente poderoso, sí, pero también alguien rodeado de rumores oscuros: negocios turbios, conexiones con el bajo mundo, y una reputación de ser implacable con quienes se interponían en su camino.
Valeria frunció el ceño mientras releía la invitación. No tenía sentido. Ella no pertenecía a ese mundo de élite, y aunque su trabajo como abogada la había llevado a tratar con clientes influyentes, nunca había estado en el radar de alguien como Leonardo Moretti. ¿O sí?
"Esto debe ser un error", pensó, dejando el sobre a un lado. Pero una pequeña voz en su interior le decía que no lo era. Recordó al hombre del pasillo, su mirada intensa y la sensación de que algo en ella había captado su atención. ¿Era posible que él estuviera detrás de esto? Sacudió la cabeza, tratando de apartar esa idea. No tenía tiempo para jugar a las adivinanzas, y mucho menos para asistir a una gala que claramente no era para alguien como ella.
Sin embargo, mientras intentaba concentrarse en su trabajo, la invitación seguía llamándola desde la mesa. Era como si el sobre negro la desafiara, recordándole que no importaba cuánto intentara ignorarlo, el nombre Moretti ya estaba entrelazado con su vida.
Esa noche, en el Hotel Imperial...
El Salón Real del Hotel Imperial era un espectáculo deslumbrante. Las paredes estaban decoradas con paneles dorados y candelabros de cristal que lanzaban destellos de luz sobre los invitados. La élite de la ciudad se paseaba con copas de champán en la mano, vestidos de diseñador y trajes impecables, conversando en murmullos elegantes mientras la música suave de un cuarteto de cuerdas llenaba el aire.
Valeria se sentía completamente fuera de lugar. Había pasado horas dudando si debía venir, pero al final, la curiosidad había ganado. Quería saber por qué la habían invitado y, más importante aún, quién estaba detrás de todo esto. Mientras avanzaba entre los invitados, sintió las miradas de varias personas posarse en ella, algunas curiosas, otras claramente juzgándola. Pero lo que más le inquietó fue la sensación de que alguien la estaba observando con demasiada intensidad.
Y entonces lo vio.
Leonardo Moretti estaba de pie cerca del bar, con una copa de whisky en la mano y su habitual expresión imperturbable. Su presencia dominaba la sala, incluso sin esfuerzo. Era el tipo de hombre que no necesitaba alzar la voz para ser escuchado ni hacer un movimiento brusco para ser notado. Su simple existencia parecía exigir respeto y atención.
Sin embargo, esa noche, su atención estaba completamente centrada en una sola cosa: Valeria Cruz. Había estado esperando su llegada desde el momento en que envió la invitación. No estaba seguro de si ella aceptaría, pero algo en su interior le decía que sí. Valeria no era el tipo de mujer que retrocedía ante un desafío, y esta gala era precisamente eso: un desafío.
Cuando finalmente la vio entrar, su respiración se detuvo por un instante. Ella llevaba un vestido negro sencillo, pero que abrazaba su figura con una elegancia que dejaba sin aliento. Su cabello estaba recogido en un moño bajo, y unos pendientes de diamantes pequeños brillaban en sus orejas. No llevaba joyas ostentosas ni maquillaje exagerado, pero su belleza natural destacaba entre el mar de excesos que llenaba la sala.
Leonardo dejó su copa sobre el bar y comenzó a caminar hacia ella. Cada paso que daba parecía calculado, como si supiera exactamente el efecto que tenía sobre las personas. Valeria se obligó a mantener la compostura mientras él se detenía frente a ella.
—Señorita Cruz —dijo, su voz profunda y suave como el terciopelo—. Me alegra que haya aceptado mi invitación.
Valeria alzó una ceja, intentando ignorar el extraño efecto que su presencia tenía sobre ella.
—¿Y por qué me invitó, señor Moretti? —preguntó, cruzando los brazos frente a su pecho. No tenía tiempo para juegos, y quería respuestas.
Leonardo sonrió, un gesto que era más enigmático que cálido.
—Digamos que me intrigó. No suelo encontrarme con personas que me sorprendan, y usted lo hizo.
Valeria lo miró, desconfiada. Había algo en su tono que la hacía sentir como si estuviera jugando un juego cuyo propósito desconocía.
—No soy alguien que disfrute de ser parte de los caprichos de otros, señor Moretti. Si me trajo aquí solo por curiosidad, temo que ha perdido su tiempo.
Leonardo soltó una pequeña risa, un sonido bajo y casi peligroso.
—Le aseguro que no suelo perder el tiempo, señorita Cruz. Pero creo que este no es el lugar adecuado para tener esta conversación. ¿Me concede un momento en privado?
El aire fresco del balcón chocó contra el rostro de Valeria, un alivio momentáneo ante la intensidad que irradiaba Leonardo Moretti. Su figura alta y dominante se recortaba contra las luces de la ciudad, pero sus ojos oscuros estaban fijos en ella, como si intentaran descifrarla, como si ella fuera un enigma que él estaba decidido a resolver.Leonardo extendió el sobre que había estado sosteniendo en su mano. Era del mismo color negro que la invitación, pero más delgado. Valeria lo miró con desconfianza antes de aceptarlo.—¿Qué es esto? —preguntó, sin molestarse en ocultar su reticencia.—Respuestas —respondió él, con un tono tan seguro que hizo que su corazón latiera más rápido—. O al menos, el comienzo de ellas.Valeria abrió el sobre con cuidado, sus dedos temblando ligeramente. Dentro había una sola fotografía. Al sacarla, su respiración se detuvo.Era una imagen de su hermano menor, Samuel, tomada claramente sin su conocimiento. Estaba sentado en un café, con su característico c
El reloj marcaba las dos de la madrugada, pero Valeria seguía despierta, sentada en el borde de su cama con el sobre negro todavía en sus manos. La fotografía de Samuel parecía mirarla como un recordatorio constante de lo vulnerable que era su mundo. Había pasado horas dándole vueltas a la conversación con Leonardo, preguntándose si había tomado la decisión correcta al aceptar su oferta."Trabajar para él", pensó con amargura. Como si fuera tan simple. Sabía que aceptar significaba mucho más que eso. Leonardo Moretti no era un hombre que hiciera favores sin esperar algo a cambio, y aunque había dicho que quería su ayuda, Valeria no podía evitar sentir que ella misma era parte del trato.Un golpe suave en la puerta de su apartamento la sacó de sus pensamientos. Su cuerpo se tensó de inmediato. Nadie venía a verla a esas horas. Se levantó con cuidado, sus pasos silenciosos mientras cruzaba la sala. Miró por la mirilla y su corazón se detuvo.Era él.Leonardo Moretti, vestido impecableme
El auto avanzaba por la ciudad en silencio, pero dentro del vehículo, la tensión era palpable. Valeria estaba sentada junto a Leonardo, su cuerpo rígido, sus manos apretadas en el regazo mientras intentaba mantener la calma. Cada fibra de su ser quería gritar, exigir respuestas, pero algo en la expresión de Moretti la detuvo. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos oscuros miraban fijamente al frente, como si estuviera calculando cada posible escenario.Finalmente, no pudo contenerse más.—¿Qué significa que encontraron a mi hermano? —preguntó, su voz temblando ligeramente.Leonardo giró la cabeza hacia ella, su mirada intensa.—Significa que está vivo, por ahora. —La frialdad de su tono la hizo estremecerse—. Pero no está en un lugar seguro.Valeria sintió que el aire abandonaba sus pulmones. La imagen de Samuel, solo y asustado, se formó en su mente. Su hermano siempre había sido su prioridad, su razón para luchar, y ahora estaba en peligro por algo que ella ni siquiera entendía del t
El motor del auto rugía mientras avanzaba por las calles desiertas de la ciudad. Valeria estaba sentada en el asiento trasero, con las manos apretadas sobre su regazo. Leonardo estaba a su lado, con el rostro iluminado por la tenue luz de la pantalla de su teléfono. Estaba enviando mensajes, dando órdenes, su expresión tensa pero controlada.—¿Qué sabemos? —preguntó Valeria, rompiendo el silencio.Leonardo levantó la vista hacia ella. Sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que la hizo estremecerse.—Sabemos que está en un almacén en las afueras de la ciudad —respondió—. Es una trampa, por supuesto, pero no tenemos otra opción.Valeria sintió un nudo en el estómago. La idea de que Samuel estuviera en un lugar así, rodeado de peligros, era casi insoportable. Pero también sabía que no podía dejar que el miedo la paralizara. Tenía que ser fuerte, por él.—¿Y cuál es el plan? —preguntó, tratando de mantener su voz firme.Leonardo la miró por un momento, como si estuviera evaluando s
El silencio en el auto era opresivo. Valeria estaba sentada junto a Samuel, quien no dejaba de mirar por la ventana como si temiera que alguien los estuviera siguiendo. Leonardo, por su parte, estaba en el asiento delantero, con la mirada fija en la carretera. Sus manos estaban firmemente sujetas al volante, y aunque su rostro parecía tranquilo, Valeria podía percibir la tensión en su mandíbula apretada.—¿A dónde vamos ahora? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.Leonardo no respondió de inmediato. Sus ojos permanecieron en la carretera mientras maniobraba el auto con precisión. Después de unos segundos, habló.—A un lugar seguro. Necesitamos tiempo para planear nuestro próximo movimiento.Valeria frunció el ceño.—¿Un lugar seguro? ¿Qué significa eso? ¿Nos vas a esconder en algún sótano hasta que decidas que es seguro salir?Leonardo giró la cabeza hacia ella, su mirada intensa.—Significa que no puedes volver a tu vida normal, Valeria. No después de esto. —Su tono era firme,
Valeria estaba sentada en el sofá, mirando con frustración la puerta por la que Leonardo había salido hacía apenas unos minutos. La llamada que había recibido lo había puesto en acción de inmediato, y aunque él le había dicho que se quedara, ella sabía que algo importante estaba ocurriendo.No podía quedarse de brazos cruzados. No después de todo lo que había pasado esa noche.Se levantó y comenzó a caminar por la sala, sus pensamientos girando en torno a las palabras de Leonardo. "Ellos te quieren a ti". ¿Por qué? ¿Qué podía tener ella que fuera tan importante para un grupo de criminales? Era una simple abogada, no alguien con secretos o conexiones peligrosas. Al menos, eso era lo que siempre había creído.Mientras caminaba, sus ojos se posaron en la mesa donde Leonardo había dejado su vaso de whisky. Junto a él, había un pequeño dispositivo, algo que parecía un auricular. Valeria lo tomó con cuidado, examinándolo. Era un comunicador, probablemente conectado a los hombres de Leonardo
El frío de la noche mordía la piel de Valeria mientras corría junto a Leonardo. Su mano seguía firmemente entrelazada con la de él, y aunque quería soltarla, algo en la intensidad de su agarre le decía que no era el momento para discutir.—¿A dónde vamos? —preguntó, tratando de mantener el ritmo.Leonardo no respondió de inmediato. Su mirada estaba fija en el edificio frente a ellos, una estructura abandonada con ventanas rotas y grafitis en las paredes. Había algo en su postura, una mezcla de tensión y determinación, que le hizo darse cuenta de que esto no era solo una misión más para él. Esto era personal.Cuando llegaron a la entrada del edificio, Leonardo se detuvo y la miró directamente a los ojos.—Escúchame bien, Valeria. —Su voz era baja pero firme—. No importa lo que pase ahí dentro, quédate detrás de mí. ¿Entendido?Valeria frunció el ceño, cruzándose de brazos.—¿Y qué pasa si no quiero quedarme detrás de ti? No soy una niña indefensa, Leonardo.Él soltó un suspiro, pasando
El silencio en la habitación era tan denso que parecía absorber cada respiración. Valeria se mantenía firme frente a Marco, aunque por dentro sentía el peso de cada mirada clavada en ella. Sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja, pero no podía retroceder ahora.Marco dio un paso hacia ella, su sonrisa burlona intacta.—Bien, abogada. Si quieres negociar conmigo, tendrás que demostrar que eres tan lista como dices. —Su tono era ligero, casi divertido, pero sus ojos oscuros estaban llenos de amenaza—. Te haré una pregunta. Si la respondes correctamente, dejaré ir a tu hermano. Pero si fallas… bueno, digamos que las cosas se pondrán interesantes.Leonardo dio un paso adelante, su expresión una mezcla de furia y preocupación.—Esto es una pérdida de tiempo, Marco. Si quieres negociar, negocia conmigo. Ella no tiene nada que ver con esto.Marco levantó una mano, deteniéndolo.—Tranquilo, Moretti. Tu pequeña abogada fue quien quiso intervenir. Ahora, déjala jugar. —Se giró hacia V