El auto avanzaba por la ciudad en silencio, pero dentro del vehículo, la tensión era palpable. Valeria estaba sentada junto a Leonardo, su cuerpo rígido, sus manos apretadas en el regazo mientras intentaba mantener la calma. Cada fibra de su ser quería gritar, exigir respuestas, pero algo en la expresión de Moretti la detuvo. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos oscuros miraban fijamente al frente, como si estuviera calculando cada posible escenario.
Finalmente, no pudo contenerse más.
—¿Qué significa que encontraron a mi hermano? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
Leonardo giró la cabeza hacia ella, su mirada intensa.
—Significa que está vivo, por ahora. —La frialdad de su tono la hizo estremecerse—. Pero no está en un lugar seguro.
Valeria sintió que el aire abandonaba sus pulmones. La imagen de Samuel, solo y asustado, se formó en su mente. Su hermano siempre había sido su prioridad, su razón para luchar, y ahora estaba en peligro por algo que ella ni siquiera entendía del todo.
—¿Dónde está? —exigió, su voz volviéndose más firme—. Quiero verlo.
Leonardo negó con la cabeza.
—No es tan simple, Valeria. —Su tono era paciente, pero había una dureza subyacente—. Las personas que lo tienen lo están usando como una carta contra mí. Si hacemos un movimiento en falso, podrían matarlo.
Las palabras cayeron como un peso sobre sus hombros. Valeria sabía que estaba entrando en un mundo que no comprendía, un mundo donde las reglas eran dictadas por hombres como Leonardo Moretti. Pero eso no significaba que iba a quedarse de brazos cruzados.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —preguntó, mirándolo directamente a los ojos.
Leonardo sonrió, aunque no había calidez en su expresión.
—El plan es que tú confíes en mí. Yo me encargaré de esto.
Valeria soltó una risa amarga.
—¿Confiar en ti? Apenas te conozco, y lo poco que sé no me inspira confianza.
Leonardo se inclinó hacia ella, acortando la distancia entre ambos. Su presencia era abrumadora, y Valeria tuvo que hacer un esfuerzo para no retroceder.
—No tienes que confiar en mí, Valeria. Solo tienes que seguir mis instrucciones. —Su voz era baja, casi un susurro, pero cada palabra estaba cargada de autoridad—. Si haces lo que te digo, tu hermano saldrá de esto con vida. Pero si decides actuar por tu cuenta, te garantizo que no lo volverás a ver.
Valeria lo miró, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que él tenía razón. No tenía los recursos ni el conocimiento para enfrentarse a las personas que tenían a Samuel. Pero eso no significaba que iba a dejar que Leonardo la controlara por completo.
—Está bien —dijo finalmente—. Haré lo que digas. Pero si algo le pasa a Samuel, no importa quién seas, te haré responsable.
Leonardo la observó por un momento, como si estuviera evaluando su determinación. Luego, asintió.
—Eso es justo.
El auto se detuvo frente a un edificio alto y moderno, con ventanas oscuras que reflejaban las luces de la ciudad. Leonardo salió primero, extendiendo una mano para ayudarla a bajar. Valeria dudó por un momento, pero finalmente aceptó. Su mano era cálida y firme, y por un instante, sintió una extraña sensación de seguridad. Pero la soltó tan pronto como estuvo fuera del auto, recordándose a sí misma que no podía permitirse bajar la guardia.
—¿Dónde estamos? —preguntó mientras seguía a Leonardo hacia el interior del edificio.
—En un lugar seguro —respondió él, sin mirar atrás.
El interior del edificio era lujoso, con pisos de mármol y una iluminación suave que parecía diseñada para impresionar. Un hombre alto y corpulento los recibió en el vestíbulo, inclinando la cabeza ligeramente hacia Leonardo antes de dirigirlos hacia un ascensor privado.
Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Valeria sintió que el aire se volvía más pesado. Estaba atrapada, no solo en el pequeño espacio, sino también en la situación en la que se encontraba. Miró a Leonardo, que estaba de pie junto a ella, con las manos en los bolsillos y una expresión impasible.
—¿Por qué haces esto? —preguntó de repente.
Leonardo la miró, sorprendido por la pregunta.
—¿Qué cosa?
—Ayudarme. —Valeria lo miró fijamente, buscando alguna señal de sinceridad en sus ojos—. No me digas que es solo por Samuel. Hay algo más, ¿verdad?
Leonardo no respondió de inmediato. Sus ojos se encontraron con los de ella, y por un momento, pareció que iba a decir algo importante. Pero entonces las puertas del ascensor se abrieron, y el momento se desvaneció.
—Estamos aquí —dijo, saliendo primero.
Valeria lo siguió, entrando en un amplio salón con ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad. Había varias personas en la habitación, todas vestidas de negro y claramente armadas. La atmósfera era tensa, como si todos estuvieran esperando órdenes.
Leonardo se dirigió a un hombre que parecía estar al mando. Hablaron en voz baja durante unos minutos, y aunque Valeria no podía escuchar lo que decían, podía ver que la situación era grave.
Finalmente, Leonardo se volvió hacia ella.
—Tenemos una pista sobre el paradero de Samuel —dijo—. Pero necesito que confíes en mí y sigas mis instrucciones al pie de la letra.
Valeria asintió, aunque su mente estaba llena de preguntas. No tenía otra opción. Por ahora, tendría que jugar según las reglas de Leonardo Moretti.
Pero en el fondo, sabía que no podía depender de él para siempre. Tendría que encontrar una forma de recuperar el control, no solo por ella, sino también por Samuel.
—Nos vamos ahora —dice, dirigiéndose a Valeria—. Esto no puede esperar.
El motor del auto rugía mientras avanzaba por las calles desiertas de la ciudad. Valeria estaba sentada en el asiento trasero, con las manos apretadas sobre su regazo. Leonardo estaba a su lado, con el rostro iluminado por la tenue luz de la pantalla de su teléfono. Estaba enviando mensajes, dando órdenes, su expresión tensa pero controlada.—¿Qué sabemos? —preguntó Valeria, rompiendo el silencio.Leonardo levantó la vista hacia ella. Sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que la hizo estremecerse.—Sabemos que está en un almacén en las afueras de la ciudad —respondió—. Es una trampa, por supuesto, pero no tenemos otra opción.Valeria sintió un nudo en el estómago. La idea de que Samuel estuviera en un lugar así, rodeado de peligros, era casi insoportable. Pero también sabía que no podía dejar que el miedo la paralizara. Tenía que ser fuerte, por él.—¿Y cuál es el plan? —preguntó, tratando de mantener su voz firme.Leonardo la miró por un momento, como si estuviera evaluando s
El silencio en el auto era opresivo. Valeria estaba sentada junto a Samuel, quien no dejaba de mirar por la ventana como si temiera que alguien los estuviera siguiendo. Leonardo, por su parte, estaba en el asiento delantero, con la mirada fija en la carretera. Sus manos estaban firmemente sujetas al volante, y aunque su rostro parecía tranquilo, Valeria podía percibir la tensión en su mandíbula apretada.—¿A dónde vamos ahora? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.Leonardo no respondió de inmediato. Sus ojos permanecieron en la carretera mientras maniobraba el auto con precisión. Después de unos segundos, habló.—A un lugar seguro. Necesitamos tiempo para planear nuestro próximo movimiento.Valeria frunció el ceño.—¿Un lugar seguro? ¿Qué significa eso? ¿Nos vas a esconder en algún sótano hasta que decidas que es seguro salir?Leonardo giró la cabeza hacia ella, su mirada intensa.—Significa que no puedes volver a tu vida normal, Valeria. No después de esto. —Su tono era firme,
Valeria estaba sentada en el sofá, mirando con frustración la puerta por la que Leonardo había salido hacía apenas unos minutos. La llamada que había recibido lo había puesto en acción de inmediato, y aunque él le había dicho que se quedara, ella sabía que algo importante estaba ocurriendo.No podía quedarse de brazos cruzados. No después de todo lo que había pasado esa noche.Se levantó y comenzó a caminar por la sala, sus pensamientos girando en torno a las palabras de Leonardo. "Ellos te quieren a ti". ¿Por qué? ¿Qué podía tener ella que fuera tan importante para un grupo de criminales? Era una simple abogada, no alguien con secretos o conexiones peligrosas. Al menos, eso era lo que siempre había creído.Mientras caminaba, sus ojos se posaron en la mesa donde Leonardo había dejado su vaso de whisky. Junto a él, había un pequeño dispositivo, algo que parecía un auricular. Valeria lo tomó con cuidado, examinándolo. Era un comunicador, probablemente conectado a los hombres de Leonardo
El frío de la noche mordía la piel de Valeria mientras corría junto a Leonardo. Su mano seguía firmemente entrelazada con la de él, y aunque quería soltarla, algo en la intensidad de su agarre le decía que no era el momento para discutir.—¿A dónde vamos? —preguntó, tratando de mantener el ritmo.Leonardo no respondió de inmediato. Su mirada estaba fija en el edificio frente a ellos, una estructura abandonada con ventanas rotas y grafitis en las paredes. Había algo en su postura, una mezcla de tensión y determinación, que le hizo darse cuenta de que esto no era solo una misión más para él. Esto era personal.Cuando llegaron a la entrada del edificio, Leonardo se detuvo y la miró directamente a los ojos.—Escúchame bien, Valeria. —Su voz era baja pero firme—. No importa lo que pase ahí dentro, quédate detrás de mí. ¿Entendido?Valeria frunció el ceño, cruzándose de brazos.—¿Y qué pasa si no quiero quedarme detrás de ti? No soy una niña indefensa, Leonardo.Él soltó un suspiro, pasando
El silencio en la habitación era tan denso que parecía absorber cada respiración. Valeria se mantenía firme frente a Marco, aunque por dentro sentía el peso de cada mirada clavada en ella. Sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja, pero no podía retroceder ahora.Marco dio un paso hacia ella, su sonrisa burlona intacta.—Bien, abogada. Si quieres negociar conmigo, tendrás que demostrar que eres tan lista como dices. —Su tono era ligero, casi divertido, pero sus ojos oscuros estaban llenos de amenaza—. Te haré una pregunta. Si la respondes correctamente, dejaré ir a tu hermano. Pero si fallas… bueno, digamos que las cosas se pondrán interesantes.Leonardo dio un paso adelante, su expresión una mezcla de furia y preocupación.—Esto es una pérdida de tiempo, Marco. Si quieres negociar, negocia conmigo. Ella no tiene nada que ver con esto.Marco levantó una mano, deteniéndolo.—Tranquilo, Moretti. Tu pequeña abogada fue quien quiso intervenir. Ahora, déjala jugar. —Se giró hacia V
El aire fresco de la noche envolvía a Valeria mientras caminaban hacia el auto. A pesar de la aparente victoria, una sensación de inquietud la acompañaba. Marco no era alguien que se diera por vencidoUna vez dentro del vehículo, Leonardo arrancó el motor con un rugido que resonó en la oscuridad. El silencio entre ellos era palpable, cargado de emociones no expresadas. Valeria miró por la ventana, tratando de procesar todo lo que había sucedido.—¿Qué demonios pensabas? —preguntó Leonardo, su tono cortante como un cuchillo.Valeria giró la cabeza para enfrentarlo, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a desvanecerse, dejando lugar a la tensión acumulada.—Hice lo que tenía que hacer para salvarnos, Leonardo. No podía dejar que te lastimaran.—Pero arriesgaste todo. No sabes a qué te estás enfrentando. Marco es un jugador peligroso.Valeria apretó los labios, sintiendo que su paciencia se agotaba. —Y tú no estás en posición de darme lecciones. ¿Acaso crees que no sé lo que está en jue
__ Esto es más grande de lo que imaginas. Marco De Luca no es solo un mafioso cualquiera. Pero tu hermano, metió los pies en aguas muy profundas. Piensa y busca en tu mente si no el nombre de marco. El apellido resonó en su mente como un trueno. Marco De Luca. La familia De Luca era conocida en el bajo mundo, un imperio de crimen que se extendía por toda la ciudad. Valeria sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Por qué su hermano se había involucrado con alguien así?—¿Cómo es que Samuel tuvo acceso a esa información? —preguntó, tratando de mantener la calma.Leonardo desvió la mirada, y Valeria notó la tensión en su mandíbula. —No lo sé. Pero debemos actuar rápido. Marco no se detendrá hasta conseguir lo que quiere. Y tú te le ofreciste en bandeja de oro.Valeria sintió un nudo en el estómago. Si su hermano estaba en problemas, no podía quedarse de brazos cruzados. Pero también sabía que confiar en Leonardo era un riesgo. Sin embargo, en este mo
Leonardo se volvió hacia Samuel, su mirada fija y desafiante.—¿Quién realizó el trabajo de decodificación? —preguntó, su voz grave resonando en el aire.Samuel, aún aturdido por el sueño, se encogió de hombros. —El tipo no me dijo su nombre. Solo los demás se referían a él como "J".Leonardo sonrió, una expresión que Valeria encontró inquietante, casi demoníaca. Era como si una parte de él disfrutara de la tensión, del juego de poder que se estaba desarrollando. Valeria sintió una oleada de ira.—¿Cómo puede ser tan frío? —murmuró para sí misma, deseando poder golpearlo.Leonardo no pareció escucharla. En cambio, se volvió hacia Samuel con una seriedad que la hizo contener la respiración. —Debes quedarte en la residencia. No debes salir sin mi permiso.—¿Por qué quieres mantenerlo encerrado? —preguntó Valeria, su voz alzándose, llena de indignación.—No está encerrado —respondió Leonardo, su tono firme—. Es libre de ir donde quiera dentro de la residencia. Además, ¿qué necesitará all