capitulo 5

El auto avanzaba por la ciudad en silencio, pero dentro del vehículo, la tensión era palpable. Valeria estaba sentada junto a Leonardo, su cuerpo rígido, sus manos apretadas en el regazo mientras intentaba mantener la calma. Cada fibra de su ser quería gritar, exigir respuestas, pero algo en la expresión de Moretti la detuvo. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos oscuros miraban fijamente al frente, como si estuviera calculando cada posible escenario.

Finalmente, no pudo contenerse más.

—¿Qué significa que encontraron a mi hermano? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

Leonardo giró la cabeza hacia ella, su mirada intensa.

—Significa que está vivo, por ahora. —La frialdad de su tono la hizo estremecerse—. Pero no está en un lugar seguro.

Valeria sintió que el aire abandonaba sus pulmones. La imagen de Samuel, solo y asustado, se formó en su mente. Su hermano siempre había sido su prioridad, su razón para luchar, y ahora estaba en peligro por algo que ella ni siquiera entendía del todo.

—¿Dónde está? —exigió, su voz volviéndose más firme—. Quiero verlo.

Leonardo negó con la cabeza.

—No es tan simple, Valeria. —Su tono era paciente, pero había una dureza subyacente—. Las personas que lo tienen lo están usando como una carta contra mí. Si hacemos un movimiento en falso, podrían matarlo.

Las palabras cayeron como un peso sobre sus hombros. Valeria sabía que estaba entrando en un mundo que no comprendía, un mundo donde las reglas eran dictadas por hombres como Leonardo Moretti. Pero eso no significaba que iba a quedarse de brazos cruzados.

—Entonces, ¿cuál es el plan? —preguntó, mirándolo directamente a los ojos.

Leonardo sonrió, aunque no había calidez en su expresión.

—El plan es que tú confíes en mí. Yo me encargaré de esto.

Valeria soltó una risa amarga.

—¿Confiar en ti? Apenas te conozco, y lo poco que sé no me inspira confianza.

Leonardo se inclinó hacia ella, acortando la distancia entre ambos. Su presencia era abrumadora, y Valeria tuvo que hacer un esfuerzo para no retroceder.

—No tienes que confiar en mí, Valeria. Solo tienes que seguir mis instrucciones. —Su voz era baja, casi un susurro, pero cada palabra estaba cargada de autoridad—. Si haces lo que te digo, tu hermano saldrá de esto con vida. Pero si decides actuar por tu cuenta, te garantizo que no lo volverás a ver.

Valeria lo miró, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que él tenía razón. No tenía los recursos ni el conocimiento para enfrentarse a las personas que tenían a Samuel. Pero eso no significaba que iba a dejar que Leonardo la controlara por completo.

—Está bien —dijo finalmente—. Haré lo que digas. Pero si algo le pasa a Samuel, no importa quién seas, te haré responsable.

Leonardo la observó por un momento, como si estuviera evaluando su determinación. Luego, asintió.

—Eso es justo.

El auto se detuvo frente a un edificio alto y moderno, con ventanas oscuras que reflejaban las luces de la ciudad. Leonardo salió primero, extendiendo una mano para ayudarla a bajar. Valeria dudó por un momento, pero finalmente aceptó. Su mano era cálida y firme, y por un instante, sintió una extraña sensación de seguridad. Pero la soltó tan pronto como estuvo fuera del auto, recordándose a sí misma que no podía permitirse bajar la guardia.

—¿Dónde estamos? —preguntó mientras seguía a Leonardo hacia el interior del edificio.

—En un lugar seguro —respondió él, sin mirar atrás.

El interior del edificio era lujoso, con pisos de mármol y una iluminación suave que parecía diseñada para impresionar. Un hombre alto y corpulento los recibió en el vestíbulo, inclinando la cabeza ligeramente hacia Leonardo antes de dirigirlos hacia un ascensor privado.

Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Valeria sintió que el aire se volvía más pesado. Estaba atrapada, no solo en el pequeño espacio, sino también en la situación en la que se encontraba. Miró a Leonardo, que estaba de pie junto a ella, con las manos en los bolsillos y una expresión impasible.

—¿Por qué haces esto? —preguntó de repente.

Leonardo la miró, sorprendido por la pregunta.

—¿Qué cosa?

—Ayudarme. —Valeria lo miró fijamente, buscando alguna señal de sinceridad en sus ojos—. No me digas que es solo por Samuel. Hay algo más, ¿verdad?

Leonardo no respondió de inmediato. Sus ojos se encontraron con los de ella, y por un momento, pareció que iba a decir algo importante. Pero entonces las puertas del ascensor se abrieron, y el momento se desvaneció.

—Estamos aquí —dijo, saliendo primero.

Valeria lo siguió, entrando en un amplio salón con ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad. Había varias personas en la habitación, todas vestidas de negro y claramente armadas. La atmósfera era tensa, como si todos estuvieran esperando órdenes.

Leonardo se dirigió a un hombre que parecía estar al mando. Hablaron en voz baja durante unos minutos, y aunque Valeria no podía escuchar lo que decían, podía ver que la situación era grave.

Finalmente, Leonardo se volvió hacia ella.

—Tenemos una pista sobre el paradero de Samuel —dijo—. Pero necesito que confíes en mí y sigas mis instrucciones al pie de la letra.

Valeria asintió, aunque su mente estaba llena de preguntas. No tenía otra opción. Por ahora, tendría que jugar según las reglas de Leonardo Moretti.

Pero en el fondo, sabía que no podía depender de él para siempre. Tendría que encontrar una forma de recuperar el control, no solo por ella, sino también por Samuel.

—Nos vamos ahora —dice, dirigiéndose a Valeria—. Esto no puede esperar.

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