El reloj marcaba las dos de la madrugada, pero Valeria seguía despierta, sentada en el borde de su cama con el sobre negro todavía en sus manos. La fotografía de Samuel parecía mirarla como un recordatorio constante de lo vulnerable que era su mundo. Había pasado horas dándole vueltas a la conversación con Leonardo, preguntándose si había tomado la decisión correcta al aceptar su oferta.
"Trabajar para él", pensó con amargura. Como si fuera tan simple. Sabía que aceptar significaba mucho más que eso. Leonardo Moretti no era un hombre que hiciera favores sin esperar algo a cambio, y aunque había dicho que quería su ayuda, Valeria no podía evitar sentir que ella misma era parte del trato.
Un golpe suave en la puerta de su apartamento la sacó de sus pensamientos. Su cuerpo se tensó de inmediato. Nadie venía a verla a esas horas. Se levantó con cuidado, sus pasos silenciosos mientras cruzaba la sala. Miró por la mirilla y su corazón se detuvo.
Era él.
Leonardo Moretti, vestido impecablemente a pesar de la hora, con una expresión tranquila pero intensa. Valeria abrió la puerta con cautela, sin molestarse en ocultar su irritación.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, cruzándose de brazos.
Leonardo no respondió de inmediato. Su mirada recorrió el pequeño apartamento, como si estuviera evaluando cada rincón, cada detalle. Finalmente, sus ojos se encontraron con los de ella.
—No es seguro que estés sola —dijo, como si fuera la cosa más obvia del mundo.
Valeria soltó un suspiro exasperado.
—Estoy perfectamente bien. No necesito un guardaespaldas, y mucho menos a ti irrumpiendo en mi casa en medio de la noche.
Leonardo dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos. Su presencia llenó el espacio, como si el aire mismo se volviera más denso.
—Valeria, si estuvieras perfectamente bien, no habría fotos de tu hermano en manos de gente que quiere hacerte daño. —Su voz era baja, pero cada palabra era como una daga—. No voy a arriesgarme a que algo te pase porque decides ser obstinada.
Valeria sintió cómo la ira burbujeaba en su interior. ¿Quién se creía que era para decirle qué hacer? Pero antes de que pudiera responder, Leonardo sacó algo de su bolsillo: un pequeño dispositivo negro, del tamaño de un encendedor. Lo sostuvo frente a ella.
—Esto estaba instalado en el marco de tu puerta —dijo—. Un micrófono. Alguien ha estado escuchando tus conversaciones.
El color se desvaneció del rostro de Valeria. Miró el dispositivo como si fuera una serpiente venenosa, su mente trabajando a toda velocidad para procesar lo que eso significaba. ¿Quién podría haber hecho algo así? ¿Y por qué?
Leonardo observó su reacción con atención, como si estuviera esperando que ella se derrumbara. Pero Valeria no le daría esa satisfacción. Enderezó los hombros y lo miró directamente a los ojos.
—¿Y cómo sé que no fuiste tú quien lo puso ahí? —espetó.
Por un momento, Leonardo pareció sorprendido. Luego, una sonrisa lenta y peligrosa se formó en sus labios.
—Me gusta cómo piensas, Valeria. Pero si hubiera querido espiarte, créeme, no me habrías descubierto. —Se inclinó ligeramente hacia ella, su voz bajando aún más—. Y no necesitaría un micrófono para saber todo sobre ti. Ya lo sé.
El corazón de Valeria latía con fuerza, pero se obligó a mantener la compostura. No podía dejar que él viera cuánto la afectaban sus palabras, cuánto la desconcertaba su presencia. Dio un paso atrás, creando algo de distancia entre ambos.
—¿Qué quieres, Leonardo? —preguntó finalmente, su tono cansado.
Él la miró con seriedad, toda la arrogancia desapareciendo de su rostro.
—Quiero asegurarme de que estés a salvo. Y eso significa que esta noche no te quedarás aquí sola.
Valeria abrió la boca para protestar, pero él levantó una mano, deteniéndola.
—No es negociable. —Su tono era firme, definitivo—. Hay demasiadas cosas en juego, y no voy a permitir que algo te pase. Así que tienes dos opciones: o vienes conmigo, o me quedo aquí. Tú decides.
Valeria lo miró, incrédula. La audacia de ese hombre no tenía límites. Pero mientras lo observaba, algo en su interior cedió. Tal vez era el cansancio, o tal vez era el miedo que no quería admitir que sentía. Sabía que no podía enfrentarse a esto sola, no si Samuel estaba en peligro.
—Está bien —dijo finalmente, con un suspiro resignado—. Pero esto no significa que confíe en ti.
Leonardo asintió, como si hubiera esperado esa respuesta.
—No necesito que confíes en mí, Valeria. Solo necesito que me escuches.
Dentro del auto hay un hombre que Valeria no reconoce, pero que claramente trabaja para Leonardo. Al subir, Leonardo recibe una llamada que cambia la atmósfera por completo. Su expresión se endurece, y su voz, normalmente calmada, se vuelve fría como el hielo.
—¿Qué pasó? —pregunta Valeria, incapaz de contenerse.
Leonardo cuelga, su mirada fija en ella.
—Encontraron a tu hermano.
El auto avanzaba por la ciudad en silencio, pero dentro del vehículo, la tensión era palpable. Valeria estaba sentada junto a Leonardo, su cuerpo rígido, sus manos apretadas en el regazo mientras intentaba mantener la calma. Cada fibra de su ser quería gritar, exigir respuestas, pero algo en la expresión de Moretti la detuvo. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos oscuros miraban fijamente al frente, como si estuviera calculando cada posible escenario.Finalmente, no pudo contenerse más.—¿Qué significa que encontraron a mi hermano? —preguntó, su voz temblando ligeramente.Leonardo giró la cabeza hacia ella, su mirada intensa.—Significa que está vivo, por ahora. —La frialdad de su tono la hizo estremecerse—. Pero no está en un lugar seguro.Valeria sintió que el aire abandonaba sus pulmones. La imagen de Samuel, solo y asustado, se formó en su mente. Su hermano siempre había sido su prioridad, su razón para luchar, y ahora estaba en peligro por algo que ella ni siquiera entendía del t
El motor del auto rugía mientras avanzaba por las calles desiertas de la ciudad. Valeria estaba sentada en el asiento trasero, con las manos apretadas sobre su regazo. Leonardo estaba a su lado, con el rostro iluminado por la tenue luz de la pantalla de su teléfono. Estaba enviando mensajes, dando órdenes, su expresión tensa pero controlada.—¿Qué sabemos? —preguntó Valeria, rompiendo el silencio.Leonardo levantó la vista hacia ella. Sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que la hizo estremecerse.—Sabemos que está en un almacén en las afueras de la ciudad —respondió—. Es una trampa, por supuesto, pero no tenemos otra opción.Valeria sintió un nudo en el estómago. La idea de que Samuel estuviera en un lugar así, rodeado de peligros, era casi insoportable. Pero también sabía que no podía dejar que el miedo la paralizara. Tenía que ser fuerte, por él.—¿Y cuál es el plan? —preguntó, tratando de mantener su voz firme.Leonardo la miró por un momento, como si estuviera evaluando s
El silencio en el auto era opresivo. Valeria estaba sentada junto a Samuel, quien no dejaba de mirar por la ventana como si temiera que alguien los estuviera siguiendo. Leonardo, por su parte, estaba en el asiento delantero, con la mirada fija en la carretera. Sus manos estaban firmemente sujetas al volante, y aunque su rostro parecía tranquilo, Valeria podía percibir la tensión en su mandíbula apretada.—¿A dónde vamos ahora? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.Leonardo no respondió de inmediato. Sus ojos permanecieron en la carretera mientras maniobraba el auto con precisión. Después de unos segundos, habló.—A un lugar seguro. Necesitamos tiempo para planear nuestro próximo movimiento.Valeria frunció el ceño.—¿Un lugar seguro? ¿Qué significa eso? ¿Nos vas a esconder en algún sótano hasta que decidas que es seguro salir?Leonardo giró la cabeza hacia ella, su mirada intensa.—Significa que no puedes volver a tu vida normal, Valeria. No después de esto. —Su tono era firme,
Valeria estaba sentada en el sofá, mirando con frustración la puerta por la que Leonardo había salido hacía apenas unos minutos. La llamada que había recibido lo había puesto en acción de inmediato, y aunque él le había dicho que se quedara, ella sabía que algo importante estaba ocurriendo.No podía quedarse de brazos cruzados. No después de todo lo que había pasado esa noche.Se levantó y comenzó a caminar por la sala, sus pensamientos girando en torno a las palabras de Leonardo. "Ellos te quieren a ti". ¿Por qué? ¿Qué podía tener ella que fuera tan importante para un grupo de criminales? Era una simple abogada, no alguien con secretos o conexiones peligrosas. Al menos, eso era lo que siempre había creído.Mientras caminaba, sus ojos se posaron en la mesa donde Leonardo había dejado su vaso de whisky. Junto a él, había un pequeño dispositivo, algo que parecía un auricular. Valeria lo tomó con cuidado, examinándolo. Era un comunicador, probablemente conectado a los hombres de Leonardo
El frío de la noche mordía la piel de Valeria mientras corría junto a Leonardo. Su mano seguía firmemente entrelazada con la de él, y aunque quería soltarla, algo en la intensidad de su agarre le decía que no era el momento para discutir.—¿A dónde vamos? —preguntó, tratando de mantener el ritmo.Leonardo no respondió de inmediato. Su mirada estaba fija en el edificio frente a ellos, una estructura abandonada con ventanas rotas y grafitis en las paredes. Había algo en su postura, una mezcla de tensión y determinación, que le hizo darse cuenta de que esto no era solo una misión más para él. Esto era personal.Cuando llegaron a la entrada del edificio, Leonardo se detuvo y la miró directamente a los ojos.—Escúchame bien, Valeria. —Su voz era baja pero firme—. No importa lo que pase ahí dentro, quédate detrás de mí. ¿Entendido?Valeria frunció el ceño, cruzándose de brazos.—¿Y qué pasa si no quiero quedarme detrás de ti? No soy una niña indefensa, Leonardo.Él soltó un suspiro, pasando
El silencio en la habitación era tan denso que parecía absorber cada respiración. Valeria se mantenía firme frente a Marco, aunque por dentro sentía el peso de cada mirada clavada en ella. Sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja, pero no podía retroceder ahora.Marco dio un paso hacia ella, su sonrisa burlona intacta.—Bien, abogada. Si quieres negociar conmigo, tendrás que demostrar que eres tan lista como dices. —Su tono era ligero, casi divertido, pero sus ojos oscuros estaban llenos de amenaza—. Te haré una pregunta. Si la respondes correctamente, dejaré ir a tu hermano. Pero si fallas… bueno, digamos que las cosas se pondrán interesantes.Leonardo dio un paso adelante, su expresión una mezcla de furia y preocupación.—Esto es una pérdida de tiempo, Marco. Si quieres negociar, negocia conmigo. Ella no tiene nada que ver con esto.Marco levantó una mano, deteniéndolo.—Tranquilo, Moretti. Tu pequeña abogada fue quien quiso intervenir. Ahora, déjala jugar. —Se giró hacia V
El aire fresco de la noche envolvía a Valeria mientras caminaban hacia el auto. A pesar de la aparente victoria, una sensación de inquietud la acompañaba. Marco no era alguien que se diera por vencidoUna vez dentro del vehículo, Leonardo arrancó el motor con un rugido que resonó en la oscuridad. El silencio entre ellos era palpable, cargado de emociones no expresadas. Valeria miró por la ventana, tratando de procesar todo lo que había sucedido.—¿Qué demonios pensabas? —preguntó Leonardo, su tono cortante como un cuchillo.Valeria giró la cabeza para enfrentarlo, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a desvanecerse, dejando lugar a la tensión acumulada.—Hice lo que tenía que hacer para salvarnos, Leonardo. No podía dejar que te lastimaran.—Pero arriesgaste todo. No sabes a qué te estás enfrentando. Marco es un jugador peligroso.Valeria apretó los labios, sintiendo que su paciencia se agotaba. —Y tú no estás en posición de darme lecciones. ¿Acaso crees que no sé lo que está en jue
__ Esto es más grande de lo que imaginas. Marco De Luca no es solo un mafioso cualquiera. Pero tu hermano, metió los pies en aguas muy profundas. Piensa y busca en tu mente si no el nombre de marco. El apellido resonó en su mente como un trueno. Marco De Luca. La familia De Luca era conocida en el bajo mundo, un imperio de crimen que se extendía por toda la ciudad. Valeria sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Por qué su hermano se había involucrado con alguien así?—¿Cómo es que Samuel tuvo acceso a esa información? —preguntó, tratando de mantener la calma.Leonardo desvió la mirada, y Valeria notó la tensión en su mandíbula. —No lo sé. Pero debemos actuar rápido. Marco no se detendrá hasta conseguir lo que quiere. Y tú te le ofreciste en bandeja de oro.Valeria sintió un nudo en el estómago. Si su hermano estaba en problemas, no podía quedarse de brazos cruzados. Pero también sabía que confiar en Leonardo era un riesgo. Sin embargo, en este mo