El eco de los tacones resonaba en el mármol pulido de la sala del tribunal. Cada paso de Valeria Cruz desprendía una seguridad que no sentía del todo, pero que había aprendido a proyectar a la perfección. Su cabello castaño caía en ondas suaves sobre sus hombros, y sus ojos oscuros, afilados como cuchillas, escudriñaban cada rincón de la sala mientras se dirigía a su lugar. Era su primer caso grande desde que había sido promovida a abogada principal en la firma Stern & Asociados, y no podía permitirse fallar.
Frente a ella estaba el abogado contrario, un hombre de mirada arrogante y sonrisa sardónica, que llevaba días intentando intimidarla con tecnicismos legales y comentarios condescendientes. Pero Valeria no era fácil de quebrar. Había sobrevivido a cosas mucho peores que un abogado egocéntrico. Mientras revisaba sus notas, sintió una presencia. No supo decir por qué, pero algo en el aire cambió, como si alguien la estuviera observando con demasiada intensidad.
Desde el fondo de la sala, Leonardo Moretti, el CEO multimillonario y dueño de Moretti Enterprises, observaba cada movimiento de Valeria con un interés que ni él mismo entendía del todo. Había venido a esa audiencia por un asunto menor relacionado con una de sus empresas subsidiarias, pero lo que encontró fue algo mucho más interesante. Desde el momento en que ella entró en la sala, con esa mezcla de determinación y vulnerabilidad, algo en él se agitó. Leonardo no solía prestar atención a nadie más que a sí mismo, pero Valeria tenía algo que lo inquietaba. Quizás era la forma en que parecía estar lista para enfrentarse al mundo, o tal vez era la chispa en sus ojos que prometía que no se dejaría doblegar fácilmente.
Valeria no sabía quién era él, al menos no todavía. Si hubiera sabido que el hombre sentado en las sombras, con un traje impecable y una mirada tan intensa que parecía perforar su alma, era el infame Leonardo Moretti, probablemente habría sentido un escalofrío. Pero en ese momento, estaba demasiado concentrada en ganar su caso como para preocuparse por las miradas furtivas de un desconocido.
—Señoría, con el debido respeto, mi cliente no puede ser responsabilizado por las acciones de un contratista independiente —dijo Valeria, su voz firme y clara. Dio un paso adelante, sosteniendo un documento en alto—. Aquí está el contrato que prueba que la empresa de mi cliente no tenía control sobre las decisiones operativas del contratista.
El juez asintió, revisando el documento mientras el abogado contrario fruncía el ceño, claramente irritado. Valeria sintió una pequeña oleada de satisfacción, pero no dejó que se reflejara en su rostro. Sabía que la batalla aún no había terminado.
Desde su asiento, Leonardo sonrió ligeramente. Había visto a muchos abogados en acción, pero pocos tenían la habilidad de Valeria para mantener la compostura bajo presión. Ella no solo era inteligente, sino que también tenía una fuerza interna que la hacía destacar. Era como un diamante en bruto, y Leonardo no podía apartar la vista.
La audiencia terminó con una victoria para Valeria. Aunque el juez no dictó un fallo definitivo, dejó claro que las pruebas presentadas por ella eran contundentes y que el caso probablemente sería desestimado en la próxima sesión. Valeria salió de la sala con la cabeza en alto, pero por dentro sentía una mezcla de alivio y agotamiento. Necesitaba un café, o tal vez algo más fuerte.
Mientras caminaba hacia la salida, sintió nuevamente esa extraña sensación de ser observada. Giró la cabeza ligeramente y vio a un hombre alto, de cabello oscuro y mandíbula cincelada, que la miraba desde el otro lado del pasillo. Su traje negro parecía hecho a medida, y había algo en su postura, relajada pero imponente, que la hizo detenerse por un segundo. Sus ojos se encontraron, y Valeria sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No era miedo exactamente, pero había algo en él que la ponía en guardia.
Leonardo dio un paso hacia ella, pero antes de que pudiera decir algo, el teléfono de Valeria sonó. Ella desvió la mirada y se apresuró a contestar, agradecida por la distracción.
—¿Sí? —dijo, tratando de sonar calmada mientras se alejaba rápidamente.
Leonardo la observó irse, una sonrisa jugando en sus labios. No estaba acostumbrado a que lo ignoraran, pero eso solo hacía que Valeria le intrigara aún más. Decidió que quería saber más sobre ella, y cuando Leonardo Moretti quería algo, no solía detenerse hasta conseguirlo.
Esa noche, Valeria estaba sentada en su pequeño apartamento, rodeada de papeles y con una taza de té frío a su lado. Había logrado cerrar el caso del día, pero ahora tenía que prepararse para otra reunión importante. Su vida era un constante ir y venir entre tribunales y montañas de trabajo, y aunque a veces deseaba un poco más de emoción, sabía que no podía permitirse distracciones.
Sin embargo, el recuerdo del hombre en el pasillo seguía rondando su mente. Había algo en su mirada que la había inquietado, como si él supiera algo sobre ella que ella misma desconocía. Sacudió la cabeza, tratando de apartar esos pensamientos. No tenía tiempo para misterios ni para hombres atractivos con aires de peligro.
Mientras tanto, Leonardo estaba sentado en su oficina, con una copa de whisky en la mano y una carpeta abierta frente a él. Había pedido a su asistente personal que investigara a Valeria Cruz, y lo que encontró fue fascinante. Su historial académico era impecable, y su carrera como abogada estaba en ascenso. Pero lo que más le llamó la atención fue un detalle enterrado en su pasado: un incidente relacionado con la mafia que había ocurrido cuando ella era adolescente. No había muchos detalles, pero era suficiente para despertar la curiosidad de Leonardo.
—Interesante... —murmuró, pasando los dedos por el borde de la copa. Sabía que Valeria no era como las mujeres que solían rodearlo. Ella no se dejaría impresionar fácilmente por su dinero o su poder, pero eso solo hacía que el desafío fuera más emocionante. Además, había algo más en ella, algo que él no podía identificar del todo, pero que lo atraía de una manera que no había sentido en mucho tiempo.
Leonardo tomó una decisión en ese momento. No solo quería conocer a Valeria, quería que ella fuera parte de su mundo. Pero para lograrlo, tendría que jugar sus cartas con cuidado. Valeria no era una mujer que se dejara dominar fácilmente, y él tendría que ganarse su confianza antes de poder reclamarla como suya.
Al día siguiente, Valeria recibió una invitación inesperada. Era para un evento exclusivo organizado por Moretti Enterprises, una gala benéfica que reunía a la élite de la ciudad. No tenía idea de por qué había sido invitada, pero el nombre "Moretti" hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Algo le decía que aceptar esa invitación cambiaría su vida para siempre.
El sobre negro descansaba sobre la mesa de la cocina de Valeria como si fuera una bomba a punto de explotar. Era elegante, pero intimidante, y parecía completamente fuera de lugar en su pequeño apartamento. Valeria Cruz, decía en letras doradas, con una caligrafía tan impecable que parecía hecha a mano. Había llegado esa mañana con un mensajero que no aceptó preguntas ni explicaciones. Solo dejó el sobre y desapareció.Valeria lo había abierto con curiosidad, pero al leer su contenido, su corazón dio un vuelco."Moretti Enterprises tiene el placer de invitarla a nuestra gala anual benéfica.Fecha: 20 de enero.Lugar: Hotel Imperial, Salón Real.Código de vestimenta: Formal."El nombre Moretti brillaba en el centro de la invitación como una advertencia. Aunque no sabía mucho sobre Leonardo Moretti, había escuchado lo suficiente para saber que no era un hombre cualquiera. Era un nombre susurrado en los círculos legales con respeto y miedo. Un cliente poderoso, sí, pero también alguien r
El aire fresco del balcón chocó contra el rostro de Valeria, un alivio momentáneo ante la intensidad que irradiaba Leonardo Moretti. Su figura alta y dominante se recortaba contra las luces de la ciudad, pero sus ojos oscuros estaban fijos en ella, como si intentaran descifrarla, como si ella fuera un enigma que él estaba decidido a resolver.Leonardo extendió el sobre que había estado sosteniendo en su mano. Era del mismo color negro que la invitación, pero más delgado. Valeria lo miró con desconfianza antes de aceptarlo.—¿Qué es esto? —preguntó, sin molestarse en ocultar su reticencia.—Respuestas —respondió él, con un tono tan seguro que hizo que su corazón latiera más rápido—. O al menos, el comienzo de ellas.Valeria abrió el sobre con cuidado, sus dedos temblando ligeramente. Dentro había una sola fotografía. Al sacarla, su respiración se detuvo.Era una imagen de su hermano menor, Samuel, tomada claramente sin su conocimiento. Estaba sentado en un café, con su característico c
El reloj marcaba las dos de la madrugada, pero Valeria seguía despierta, sentada en el borde de su cama con el sobre negro todavía en sus manos. La fotografía de Samuel parecía mirarla como un recordatorio constante de lo vulnerable que era su mundo. Había pasado horas dándole vueltas a la conversación con Leonardo, preguntándose si había tomado la decisión correcta al aceptar su oferta."Trabajar para él", pensó con amargura. Como si fuera tan simple. Sabía que aceptar significaba mucho más que eso. Leonardo Moretti no era un hombre que hiciera favores sin esperar algo a cambio, y aunque había dicho que quería su ayuda, Valeria no podía evitar sentir que ella misma era parte del trato.Un golpe suave en la puerta de su apartamento la sacó de sus pensamientos. Su cuerpo se tensó de inmediato. Nadie venía a verla a esas horas. Se levantó con cuidado, sus pasos silenciosos mientras cruzaba la sala. Miró por la mirilla y su corazón se detuvo.Era él.Leonardo Moretti, vestido impecableme
El auto avanzaba por la ciudad en silencio, pero dentro del vehículo, la tensión era palpable. Valeria estaba sentada junto a Leonardo, su cuerpo rígido, sus manos apretadas en el regazo mientras intentaba mantener la calma. Cada fibra de su ser quería gritar, exigir respuestas, pero algo en la expresión de Moretti la detuvo. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos oscuros miraban fijamente al frente, como si estuviera calculando cada posible escenario.Finalmente, no pudo contenerse más.—¿Qué significa que encontraron a mi hermano? —preguntó, su voz temblando ligeramente.Leonardo giró la cabeza hacia ella, su mirada intensa.—Significa que está vivo, por ahora. —La frialdad de su tono la hizo estremecerse—. Pero no está en un lugar seguro.Valeria sintió que el aire abandonaba sus pulmones. La imagen de Samuel, solo y asustado, se formó en su mente. Su hermano siempre había sido su prioridad, su razón para luchar, y ahora estaba en peligro por algo que ella ni siquiera entendía del t
El motor del auto rugía mientras avanzaba por las calles desiertas de la ciudad. Valeria estaba sentada en el asiento trasero, con las manos apretadas sobre su regazo. Leonardo estaba a su lado, con el rostro iluminado por la tenue luz de la pantalla de su teléfono. Estaba enviando mensajes, dando órdenes, su expresión tensa pero controlada.—¿Qué sabemos? —preguntó Valeria, rompiendo el silencio.Leonardo levantó la vista hacia ella. Sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que la hizo estremecerse.—Sabemos que está en un almacén en las afueras de la ciudad —respondió—. Es una trampa, por supuesto, pero no tenemos otra opción.Valeria sintió un nudo en el estómago. La idea de que Samuel estuviera en un lugar así, rodeado de peligros, era casi insoportable. Pero también sabía que no podía dejar que el miedo la paralizara. Tenía que ser fuerte, por él.—¿Y cuál es el plan? —preguntó, tratando de mantener su voz firme.Leonardo la miró por un momento, como si estuviera evaluando s
El silencio en el auto era opresivo. Valeria estaba sentada junto a Samuel, quien no dejaba de mirar por la ventana como si temiera que alguien los estuviera siguiendo. Leonardo, por su parte, estaba en el asiento delantero, con la mirada fija en la carretera. Sus manos estaban firmemente sujetas al volante, y aunque su rostro parecía tranquilo, Valeria podía percibir la tensión en su mandíbula apretada.—¿A dónde vamos ahora? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.Leonardo no respondió de inmediato. Sus ojos permanecieron en la carretera mientras maniobraba el auto con precisión. Después de unos segundos, habló.—A un lugar seguro. Necesitamos tiempo para planear nuestro próximo movimiento.Valeria frunció el ceño.—¿Un lugar seguro? ¿Qué significa eso? ¿Nos vas a esconder en algún sótano hasta que decidas que es seguro salir?Leonardo giró la cabeza hacia ella, su mirada intensa.—Significa que no puedes volver a tu vida normal, Valeria. No después de esto. —Su tono era firme,
Valeria estaba sentada en el sofá, mirando con frustración la puerta por la que Leonardo había salido hacía apenas unos minutos. La llamada que había recibido lo había puesto en acción de inmediato, y aunque él le había dicho que se quedara, ella sabía que algo importante estaba ocurriendo.No podía quedarse de brazos cruzados. No después de todo lo que había pasado esa noche.Se levantó y comenzó a caminar por la sala, sus pensamientos girando en torno a las palabras de Leonardo. "Ellos te quieren a ti". ¿Por qué? ¿Qué podía tener ella que fuera tan importante para un grupo de criminales? Era una simple abogada, no alguien con secretos o conexiones peligrosas. Al menos, eso era lo que siempre había creído.Mientras caminaba, sus ojos se posaron en la mesa donde Leonardo había dejado su vaso de whisky. Junto a él, había un pequeño dispositivo, algo que parecía un auricular. Valeria lo tomó con cuidado, examinándolo. Era un comunicador, probablemente conectado a los hombres de Leonardo
El frío de la noche mordía la piel de Valeria mientras corría junto a Leonardo. Su mano seguía firmemente entrelazada con la de él, y aunque quería soltarla, algo en la intensidad de su agarre le decía que no era el momento para discutir.—¿A dónde vamos? —preguntó, tratando de mantener el ritmo.Leonardo no respondió de inmediato. Su mirada estaba fija en el edificio frente a ellos, una estructura abandonada con ventanas rotas y grafitis en las paredes. Había algo en su postura, una mezcla de tensión y determinación, que le hizo darse cuenta de que esto no era solo una misión más para él. Esto era personal.Cuando llegaron a la entrada del edificio, Leonardo se detuvo y la miró directamente a los ojos.—Escúchame bien, Valeria. —Su voz era baja pero firme—. No importa lo que pase ahí dentro, quédate detrás de mí. ¿Entendido?Valeria frunció el ceño, cruzándose de brazos.—¿Y qué pasa si no quiero quedarme detrás de ti? No soy una niña indefensa, Leonardo.Él soltó un suspiro, pasando