Ay santo, se la lleva a Brasil!!! ¿Tendrá ángeles la pobre Emma por allá? Espero les hayan gustado estos capítulos, chicuelas. Ya sabe, comenten, reseñen y dejen sus likes.
Le dieron el alta tres días después, y aunque Matías no se había movido del hospital desde entonces, no volvió a entrar a verla, no cuando la mujer, que probablemente le iba a dar un hijo, lo desestabilizaba de aquella forma.— ¿Lo tienes? — le preguntó Matías a su jefe de escoltas cuando lo vio llegar.— Sí, señor — y le entregó un sobre con el documento de viaje en el interior.Matías lo revisó y asintió.— Bien, prepáralo todo para que volemos mañana a primera hora.— Enseguida, señor.Cuando desapareció de su campo de visión, Matías tomó el aire y se dirigió a la habitación de Emma.Emma alzó el rostro al escuchar que la puerta se abría, y entonces lo vio. Lucía tan imponente como siempre dentro de aquel traje de firma. Era fácil cortarle el aire a cualquier mujer.Entró sin mirarla y colocó un sobre frente a ella.— ¿Qué… es? — quiso saber. No había vuelto a verlo después de aquel día, incluso, creyó que había desistido de aquella idea de… llevarla a Brasil.— Es tu pasaporte, vol
Cuando una bondadosa enfermera la ayudó a asearse y a peinarse, dos de los escoltas de Matías entraron luego de llamar a la puerta.— Señorita Emma, tengo órdenes de…— Lo sé — lo interrumpió con voz apagada, y se despidió amablemente de aquella dulce mujer y tomó el pequeño bolso que le había facilitado con algunas cosas personales. Todas enviadas por Matías.— Permítame — le dijo uno de los hombres del padre de su bebé con amabilidad.— Yo puedo llevarlo.— Lo sé, señorita, pero es mi trabajo. Usted está con mi jefe y mi deber es servirle también.Las mejillas de Emma se sonrojaron.— Él y yo… no estamos juntos — replicó con la mirada baja, y en eso, apareció Matías por detrás, estresado por la tardanza.— Por supuesto que no lo estamos — dijo con arrogancia, y miró a uno de sus nuevos escoltas con cierto enojo —. No es para esto que te pago, así que muévete — y le quitó la maleta de mano. Él mismo la llevaría. Luego, se dirigió a Emma —. Camina.Emma obedeció sin entusiasmo, pero ta
Matías no pudo conciliar el sueño esa noche, no después del beso que le había robado a Emma, y que, cínicamente, ella le había correspondido. ¿Qué carajos le había pasado? ¿Por qué tuvo que dejarse llevar por lo que… irremediablemente sentía?Eso no podía volver a repetirse.Echó un vistazo al reloj en su veladora. Casi las tres de la mañana.— ¡Esto es el colmo! — gruñó, y se tapó la cara con la almohada en un acto desesperado.Saltó fuera de la cama apenas se dibujó el alba. Iba a ser un completo caso perdido si insistía en dormir, pues la mujer a dos habitaciones lejos de la suya, no solo le estaba robando el sueño, sino lo poco que le quedaba de cordura.Se alistó en menos de nada, y en un par de minutos, bajó a la sala principal.— Buenos días, señor — ya su jefe de escoltas estaba allí.— Buenos días. ¿Emma ya bajó?— No, señor, llevo una hora aquí y no la he visto.Matías suspiró.— ¿Lo tienes todo listo ya?— Sí, usted dirá cuando volamos.— En este momento. Prepara el auto — y
Matías fue el primero en despertar, y cuando lo hizo, notó que Emma estaba recostada sobre su hombro y sus manos se encontraban firmemente entrelazadas a las del otro.¿Qué carajos? Pensó, irritado consigo. Debía poner fin a esa clase de situaciones cuanto antes o…Alzó el rostro, y para todavía mayor sorpresa, sus hombres los observaban con incredulidad y asombro. Todos buscaron en qué entretenerse cuando Matías los atravesó con la mirada.Se incorporó con cuidado de no despertar a Emma y tomó su asiento principal. Santiago estaba en la Tablet.— ¿Cuánto falta para que aterricemos? — quiso saber, había perdido la noción del tiempo.— Seis horas, señor.Matías exhaló, asintiendo, y para cuando el piloto informó que aterrizarían pronto, se percató de que Emma seguía durmiendo. Echó un vistazo al reloj, sorprendido por las horas en que podía dormir sin interrupciones, pero no se preocupó. Esas fueron una de las cosas que el doctor le dijo que pasarían hasta que comenzara a recuperar fuer
Matías se encontraba en la biblioteca cuando escuchó la puerta abrirse.— Cariño, ¿puedo pasar? — preguntó su abuela.— Por supuesto, abuela, pasa — y señaló el asiento frente a él para que lo ocupara.— Lamento importunarte, seguro estás muy ocupado, pero quería hablar contigo.Matías asintió, dejando lo que estaba haciendo a un lado.— Se trata de Emma, ¿no es así? Imagino que la tía Reina ya te puso al tanto de todo, ¿no?Pero la dulce mujer negó.— No he hablado con ella en toda la tarde, pero ya que parece que hay algo que debo saber sobre esa muchacha, ¿me lo dirás?— Sí, bueno, no hay mucho que decir, en realidad — se pellizcó el puente de la nariz antes de comenzar a hablar —. Emma es una mujer que conocí en mi estadía en Zúrich, pasó lo que tuvo que pasar y ahora está esperando un hijo que podría ser mío.— ¿Podría? O sea… ¿no estás seguro? — quiso saber la dulce abuela con interés.— Escucha, abuela. Sé que Emma te cautivó desde el primer momento en el que entró por esa puert
— ¿Y bien? — preguntó después de largos segundos de silencio.— Yo… no sé de lo que estás hablando — mintió, por supuesto, que lo sabía. Esa pesadilla otra vez. El temor a que esos hombres cumplieran la promesa de hacerle daño la atormentaba constantemente.— No mientas. Te escuché, así que responderás ahora.Emma sintió en ese momento esas terribles ganas de decirle que él era ese hombre, pero… ¿Qué sentido tendría? Él la creía la peor de las personas, y por más que le hablara con la verdad, no iba a creerla. Su imagen ante él era la de una mujer que lo había utilizado para sacarle dinero, pero no podía estar más equivocado.— Te dije que no sé de lo que estás hablando, Matías.Todavía con los puños apretados, se rindió.— Cómo sea, no es algo que me importe. Ahora baja al comedor, estamos esperando por ti.Con un leve asentimiento de cabeza, Emma se incorporó y se alisó un poco la ropa antes de seguirlo lo más cerca que pudo, pues los pasos de Matías eran firmes y los de ella apenas
Desde ese día, Emma evitó a todo pronóstico salir de la habitación, y cuando lo hacía, era porque las reglas de aquella familia así lo exigían. Bajaba con tiempo suficiente para llegar al comedor y comía sus alimentos con poco entusiasmo. Luego se disculpaba y se retiraba sin decir más.La abuela de Matías intentaba acercarse a ella de alguna forma, entablar una conversación y ofrecerle su más sincera amistad, y es que a pesar de la advertencia que le había dado su nieto respecto a esa muchacha, algo en su interior le decía todo lo contrario. Esa dulce joven parecía ser un pan de Dios.En cuanto a Matías, su postura era firme en cuanto a Emma, aunque eso no evitaba que a veces el remordimiento de su indiferencia lo rebasara o la culpa lo acechara. Ella no le dirigía la palabra para nada, tan solo obedecía a sus órdenes y luego callaba, pero nada más. Parecía más un alma en pena que cualquier cosa.Una mañana, después de haber llegado de un viaje de corto, pasó por su habitación. Era es
Media hora después, ya habían dado con el paradero de aquella pequeña que robó el corazón de Emma.— ¡Dios, estaba tan asustada! ¡Gracias por encontrarla! ¿Cómo puedo pagarte por esto? — le preguntó la mujer, agradecida y aliviada.Pero Emma le sonrió dulcemente y negó con la cabeza.— No es nada, estoy segura de que habrías hecho lo mismo por alguien más — respondió en portugués, otra vez maravillando a Matías. Era increíble. Lo hablaba tan bien.— Completamente. Muchísimas gracias otra vez. En serio fuiste un ángel para mi pequeña, ¿verdad que sí, cielo?— Sí, mami. Ella es buena. Muy buena.Matías observó la interacción con completo asombro. ¿Cómo era posible que robara el corazón de todos?Negó con la cabeza y aguardó a que se despidiera. Entonces regresó con él.— ¿Podemos entrar ya a la librería? — preguntó, y ella asintió con una sonrisa imborrable de su rostro. Entonces la siguió.Durante los siguientes minutos, Emma leyó con fascinación cada contraportada de los libros que fue