Ya quisiéramos nosotras ser las afortunadas beneficiarias de esa fortuna jaja. Gracias por leer chicas. Me alegra que les este gustando. Ya saben, comenten, reseñen y dejen muchos likes.
— ¿Cuándo piensas decírselo? — le preguntó Cristóbal a Matías una tarde que él fue a visitar a su hija.Matías bebió un sorbo de su trago y miró a través del gran ventanal del despacho de su amigo. Emma paseaba a la hija de ambas por el jardín. Amelia se encontraba con ellas.— ¿Crees que deba saberlo?— No lo sé, pero tiene derecho a conocer la verdad.Matías llevaba esa última semana pensándolo. Era muy probable que Emma no supiese el sacrificio que hizo su hermano por ella, y aunque estaba seguro de que sería una confesión dolorosa, no quería ocultarle algo así de heroico y grande. También, estaba casi seguro de que desconocía el inicio de todo aquello.— Tienes razón. Hablaré en este momento con ella — y decidido, salió a buscarla. La encontró con la mujer de su amigo, sentadas en una banca, hablando de cualquier cosa.Emma se sonrojó ante la presencia del padre de su hija. Sabía que llevaba un rato allí. Su amiga se lo dijo.— Matías — saludó con amabilidad.— ¿Crees que podamos h
Después de ese beso, muy a pesar de las filosas palabras que había usado Emma, Matías estaba más que decidido a recuperar a la mujer que amaba, así que comenzó su reconquista desde cero. No podía seguir actuando de forma impulsiva, ni robarle besos cada vez que lo deseara. No era correcto ni tampoco quería incomodarla, por eso, comenzó a enviarle flores cada día, casi siempre a la misma hora. Las escogía personalmente y se las hacía llegar puntual.Las visitas a su hija, había decidido que serían los días que ella se sintiera cómoda para recibirlo, y los aprovechaba al máximo para disfrutar el tiempo con su pequeña, desde leerle cuentos que la mantenían en vilo con su voz a mecerla hasta que se quedaba dormida.Largos días continuaron pasando y Matías no se rendía. Le daba su espacio, sí, pero estaba continuamente al pendiente de ella y Mía, de que nada les faltara, pues había descubierto que muy apenas había usado las tarjetas que le había facilitado.Gracias a Cristóbal se mantenía a
Llegó en el tiempo que le prometió.Emma caminaba de un lado a otro, con la bebé en brazos, intentando calmar su llanto con su calor.— Tranquila, bebé, tranquila. Mamá está aquí — besaba su frente con cariño y preocupación.Matías entró a la habitación, también preocupado.— Emma— ¡Matías! — ella se alegró de verlo, al fin — ¡No ha parado de llorar! ¡Estoy muy preocupada!— Tranquila, déjame verla.Ella se la entregó en sus brazos, confiada, y Matías la recostó sobre la cama tocando algunas partes claves de su cuerpecito.— ¿Qué haces? — le preguntó Emma, sin entender.— Tenemos que descartar que no le duela nada, y que el llanto sea solo por la fiebre, pero parece que no es nada — alzó el rostro — ¿Tienes su maleta lista?— Sí, lo hice apenas me dijiste que vendrías.— Bien, tenemos que ir al hospital. Ya un equipo médico está al tanto y va a recibirnos.Amelia asintió, tomó un pequeño abrigo para Mía y la arropó antes de que salieran.Santiago y el resto de los hombres de Matías ag
— ¿Qué? Pero… ¿Cómo dio con la casa de Cristóbal y Amelia? ¡Matías…!— Tranquila, lo tengo todo controlado. ¿Ves ese auto detrás de las camionetas? — Emma miró por encima de su hombro y asintió —. Son hombres infiltrados de la policía. Si esos delincuentes se acercan… no tendrán oportunidad— Dios — Emma echó la cabeza hacia atrás. ¿Cuándo todo aquello pararía?— Y retomando lo del hotel, entenderás que no es opción, pero puedes…— Matías… — ella lo interrumpió, sabiendo lo que le iba a proponer.— Solo será por esta noche, después… buscaremos un lugar para ti y Mía, uno seguro, en el que puedan estar las dos.Emma lo pensó, pero al final sabía que no podía poner sus sentimientos por encima de la seguridad de su hija… así que, nerviosa de volver a compartir el mismo espacio con él… aceptó.Minutos más tarde, se detenían a los pies de un edificio. Emma miró extrañada, a través de la ventana.— ¿Qué hacemos aquí? Creí que… iríamos a tu casa.— Sí, y no te mentí.— Matías, no comprendo.—
Asustada, Emma tomó a su hija en brazos y la pegó protectoramente a su pecho, observando cómo todas las ventanas a su alrededor se cerraban de a poco hasta terminar de oscurecer la habitación. Voces se escuchaban de la parte de abajo. Gritos, órdenes y también pasos apresurados.De repente, su móvil vibró sobre la encima. Era Matías, reconoció enseguida. Contestó sin dudar, pero, antes de que pudiera decir nada, él habló primero.— Emma, ¿estás en la habitación de Mía? — se escuchaba demasiado agitado.— Sí, Matías, ¿Qué es lo que está pasando? Las ventanas comenzaron a cerrarse y se escucha una alarma muy fuerte. ¿Qué es todo esto?— Emma, escúchame bien, tienes que quedarte en la habitación, ¿okey? Se ha pasado el pestillo de forma automática. No se abrirán las puertas hasta dentro de media hora.— Matías…— Escúchame, por favor — le rogó, serio.— Sí, dime…— Si ves que antes de esa media hora no recibes mi llamada, quédate cerca de la puerta y vuelve a pasar el pestillo inmediatame
Para Matías, el recibimiento de Emma no solo fue grato, sino que sorprendente, pues jamás imaginó que con la amenaza de aquel beso, ella saliera a su encuentro, pero allí estaba, respondiéndole, con su corazón, a punto de explorar.Sin tiempo que perder, la elevó del suelo y la pegó a la pared más cercana. Todo sin dejar de probarla ni un solo momento. A la misma vez, los dedos de Emma se enredaban en su cuello.Cuando fue imposible respirar, se separaron. Pegaron su frente a la del otro.— No sabes cuánto tiempo había estado esperando por esto — fueron las palabras de Matías, y Emma sonrió, nerviosa.— Y yo también, pero tengo miedo, Matías — confesó.— Lo sé, pero si tú me lo permites, puedo convertir ese miedo en tranquilidad.— Yo…— Emma, te amo — admitió Matías con sinceridad, y Emma lo miró con ojos abandonados.— Yo también, Matías. Nunca dejé de amarte — cerró brevemente los ojos y exhaló largo.De repente, el resuello de Mía los interrumpió. Matías sonrió.— Alguien parece qu
Fue más perfecto de lo que recordaba.La hizo suya y no hubo segundo que no lea adulara con palabras de cariño y afirmaciones.— Eres hermosa, Emma — le dijo, a medida que dejaba un reguero de besos por su plexo solar.Emma lo admiró todo el tiempo. Tenía la respiración agitada y la vista empañada.— Tú… también eres hermoso.Matías sonrió, orgulloso, maravillado por su inocencia, y continuó bajando hasta que llegó a ese lugar que moría por volver a probar. Le separó las piernas con delicadez, y se hundió en ella.Emma se arqueó y ahogó un jadeo de placer cuando la lengua de Matías comenzó a trabajar en ella.— Ah, Matías — musitó, poseída. Dios, él sabía muy bien lo que hacía, y con cada embestida de su lengua en sus pliegues más sensibles, sentía que desfallecería.— Joder, Emma, sabes mejor de lo que recuerdo — gruñó con fiereza y alzó el rostro. Sus labios húmedos y nariz húmeda la sonrojaron —. Pero voy a necesitar más que una probada o estallaré.Y antes de darle tiempo a reaccio
Matías consiguió llegar a tiempo, pero todo gracias a que le pidieron una autorización de viaje para sacar a Mía del país y que ella no tenía, pues la hija de ambos era brasileña por nacimiento y no podría llevársela sin su firma.— ¿En dónde está? — preguntó Matías, agitado, después de saltarse todos los protocolos de seguridad del aeropuerto. No le importaba la multa, no le importaba nada, salvo explicarse con Emma por lo que había leído.— Sigue en la sala de espera señor, ha perdido su vuelo.Matías asintió, aliviado, y exhaló profundo antes de dirigirse a su destino. La encontró sentada en una de las sillas, sola, con la mirada perdida a través de los grandes ventanales que daban a la pista.— ¿Emma? — llamó con cuidado.Emma sintió su corazón detenerse un latido cuando escuchó la voz de Matías a un palmo de ella. Se giró e incorporó cómo un rayo. Mía estaba pegada a ella.— ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó, contrariada. Él no debería estar allí.Matías notó enseguida que sus