Todavia tenias que rogar un poco Matias. jaja. Gracias por leer, recuerden comentar, reseñar y dar like si les gusta.
Salieron del aeropuerto seguidos por el séquito de hombres de Matías, y se detuvieron en la casa de Amelia y Cristóbal.Emma miró al padre de su hija sin comprender.— Matías, ¿Qué hacemos aquí? Creí que querrías hablar.— Sí, pero nuestra hija no tiene por qué escuchar nuestras primeras peleas maritales — le dijo en un tono de broma.— Esto no es una pelea marital — defendió, de pronto sonrojada.— Amelia y Cristóbal estarán encantados de quedarse con Mía las próximas horas.— ¿Qué? Pero…En eso, Amelia y Cristóbal se asomaron. Emma y Matías bajaron del auto.Cristóbal saludó a su amigo y Amelia se llevó a Emma a un lugar más apartado.— Estará bien conmigo, lo sabes, la cuidaré muy bien mientras tú y Matías resuelven lo que sea que tengan que resolver.— Lo sabes.— Bueno, cuando me dijiste que necesitas ayuda con dos boletos de avión para ti y Mía, y luego Matías llamando a Cristóbal, nos tuvimos que poner al tanto, así que sea lo que sea que esté ocurriendo, deben resolverlo.Emma
Ese día, navegaron y no volvieron hasta entrada la noche, y es que a pesar de la preocupación que sentía Emma por su recién nacida, Mía estaba perfectamente bien bajo el cuidado de Cristóbal y Amelia, incluso, hicieron videollamada con ellos, no solo para dejarla tranquila respecto a la niña, que se encontraba más que tranquila en los acogedores brazos de Amelia, sino, también para mostrarles el anillo y darles la buena noticia.Sus amigos no pudieron estar más felices, tanto que exigieron ser los padrinos de esa boda, y por supuesto, Emma y Matías se mostraron encantadísimos con la idea. Nada les llenaría el corazón que fuesen ellos quienes los acompañaran en una decisión tan importante y especial. Dios, no cabían de la felicidad por ellos, sobre todo por todo lo que habían tenido que pasar para al fin poder estar juntos, amándose libremente.Tumbados a los pies de una luna llena, con el inmenso mar de fondo y las olas meciéndose suavemente, Matías adornaba a Emma con besos y delicada
Un mes después de comprometerse en matrimonio, al fin decidieron la fecha de la boda. Sería hasta dentro de dos meses después. El tiempo suficiente para planear una ceremonia íntima. Para esa fecha ya nada los perturbaba y acechaba, pues el mismo día del juicio de aquellos maleantes que les hicieron mucho daño, se enteraron de que cumplirían una larga condena en prisión.Emma al fin pudo sentirse tranquila y respirar en paz.— ¿Qué has pensado sobre lo que te pregunté el otro día? — sacó a relucir Matías una tarde, mientras regresaban de unas largas compras para Mía, y alguna que otra cosa para ella que no pudo evitar, pues Matías ansiaba verle ataviada en un par de vestidos que aseguró se verían perfectos en y una que otra joya que adornarían su piel. Para él no compró nada, pues a pesar de tenerlo en lo material, la realidad es que sentía que nada le faltaba con esas dos mujeres en su vida.— ¿Sobre dónde viviremos? — recordó y Matías asintió.— Sí, ya sabes que la mayor parte de nue
Cristóbal conocía a Mía desde que tenía uso de razón. Ocho años de diferencia. Los suficientes para saber que no podía ni debía fijarse en ella. Por Dios, era la mejor amiga de su hermana, la hija de sus tíos. Eran familia, aunque por sus venas no corriese la misma sangre!Pero pasó, y pasó una noche luego de un año en el extranjero. Ella ya no era la misma adolescente de la que se despidió en el aeropuerto ni la que estaba obsesionada con su banda de pop favorita.Ella se había convertido en una joven… o mejor dicho, una mujer, completamente distinta, tanto que no la reconoció la misma noche de su regreso, tanto que se la llevó a la cama, la f0ll0, y ya no hubo forma de que pudiera olvidarla.Capitulo 1.Una noche que lo cambiaria todoEspaña, Madrid.— Entonces es una decisión tomada. Vas a romper con Lucrecia — comentó Pablo, el amigo de Cristóbal, y este asintió firmemente —. ¿Y tendrá algo que ver con tu regreso a Brasil? Digo, ambos sabemos quién te espera allí.Cristóbal volteó
Despertó con un terrible dolor de cabeza, y lo primero que Mía vislumbró fue que no estaba en su habitación. Y si era así… ¿en dónde se suponía que estaba? Se incorporó despacio con la mano en la sien, y echó un vistazo a su alrededor. Todavía no amanecía y había un hombre al otro lado de la cama. ¡Un hombre! Ahogó un jadeo de horror y se cubrió con las sábanas. No, no. ¿Qué había hecho? ¿Qué horas eran? Se incorporó fuera de la cama y un mareo la asaltó, luego vinieron las náuseas. Corrió al cuarto de baño y devolvió todo el estómago. Mejor, se levantó con la poca fuerza que le quedaba y volvió a la habitación. Buscó su ropa con dedos temblorosos y lágrimas en sus ojos. No recordaba nada. Absolutamente nada. Entre una prenda y otra, descubrió una tarjeta que salía del pantalón del hombre. La tomó y leyó. Cristóbal Cienfuegos. La soltó horrorizada. No, no podía ser. Cristóbal estaba en España. Él… Alzó el rostro, presintiendo lo peor, y se acercó al otro extremo de la cama, donde
Mía despertó horas después, y de a poco. No reconoció su entorno, al menos no al principio. — ¿Mía? — una voz reconocida la hizo girar el rostro. Cristóbal estaba allí, sentado a un lado de ella. Se incorporó aliviado tras saberla despierta. — ¿Cristóbal? — Sí, soy yo. ¿Cómo te sientes? — Un poco mareada — consiguió decir, aturdida —. ¿Qué fue lo que me pasó? ¿Por qué estoy aquí? — Te desmayaste, ¿no lo recuerdas? — Mía negó —. No importa, ahora estás bien. Tus padres están hablando con el médico. Les avisaré que despertaste. Pero apenas se incorporó, la voz de Mía lo detuvo. — ¿Cristóbal? — llamó ella con su angelical voz, consiguiendo que la mirara — No recuerdo por qué me desmayé, pero si recuerdo que tú y yo… — Mía, por favor. — Pero… — Te pedí disculpas. — No son tus disculpas lo que quiero. Yo… bueno, Cristóbal, lo que pasa es que anoche… Antes de que pudiera decir algo, alguien entró a la habitación. Eran los padres de la joven, acompañados por el doctor. Emma corr
— No, no puede ser. Dios, no puede ser cierto — para ese punto, él ya negaba sin poder creerloMía se incorporó lentamente, sin sospechar nada.— ¿Cristóbal? ¿Qué pasa? — preguntó, de repente, preocupada por la forma en la que él la estaba mirando.— Dime que no fuiste tú, Mía — exigió él, y se pasó la mano por el rostro, asustado, contrariado.Mía continuaba sin comprender.— Cristóbal, ¿de qué estás hablando?— Anoche. Esa mujer, Mía… es mujer… ¿fuiste tú? — necesitaba de verdad salir de dudas. Necesitaba que ella lo negara, o, de lo contrario, no iba a perdonárselo nunca a sí mismo.Ante el cuestionamiento, Mía ahogó un jadeo y se llevó las manos al centro de su estómago, nerviosa, sin saber qué decir.— Cristóbal, yo… — el resto de la oración murió en su boca, y fue eso lo que le dio una respuesta a Cristóbal, provocando que el mundo bajo sus pies se detuviera de súbito.— No, Dios, no. ¿Cómo? ¿Cómo… pudo pasar? ¿Cómo… lo permití? — se cuestionó a sí mismo, y se dio la vuelta hacia
No durmió en toda la noche, y no es que no lo hubiese intentado, pero la sola certeza de saber que Mía había sido la mujer que había llevado a la cama, esa que no había podido olvidar desde entonces, lo mantenía en vilo.El recuerdo de sus gemidos. Su cuerpo arqueándose contra su dura necesidad. El tamaño de sus pechos. Perfectos. Sus labios. Su piel de seda. Todo.Se levantó de la cama, resignado, e hizo lo mejor que sabía hacer para no pensar. Trabajar. Hasta que al amanecer, su madre fue la primera en llamarla y desearle un feliz cumpleaños, además de decirle que lo quería puntual para la celebración.Sería algo pequeño, como solían hacerlo, en familia y con la gente que lo quería.— Estaré allí, madre — le aseguró.— De acuerdo, cielo. Te amo.— Y yo a ti.Horas más tarde, esperaba el aterrizaje de Pablo, pero este le pidió que se adelantara porque su vuelo tenía un retraso de un par de horas, pero que contara con que estaría allí, así que, sin más opción, llegó a la casa de sus pa