Te toca sufrir Matías. Gracias por continuar leyendo. Recuerden comentar, reseñar y dejar muchos likes para mas capítulos.
Una enfermera entró, apresurada, tras escuchar los gritos, y al ver el estado de la paciente, tuvo que pedirle a Matías que abandonara la habitación. A regañadientes lo hizo, pero no se movió de la puerta, así que escuchó a Emma pedir que por favor le llevaran a su hija, que no permitiera que él se la quitara. Nunca se había sentido tan miserable como en ese momento. A eso la había orillado, a… tenerle miedo.Lágrimas quemaron sus ojos.Se sentó en un banco junto a la puerta y enterró el rostro en las manos. Era una pesadilla lo que estaba viviendo.Minutos después, la enfermera logró tranquilizarla con la promesa de que lo haría si se la llevaban, así que después de largos minutos, fueron por la bebé a los cuneros y se la entregaron en sus brazos.Durante todo ese tiempo, Matías estuvo allí. No se movió a ningún lado. Amanecía, y ya varias enfermeras habían entrado, y salido. Le tomaron la presión y se llevaron a la bebé de vuelta a los cuneros, para entregársela nuevamente en la maña
Matías se aseguró de que la factura del hospital estuviese cubierta durante los días que sabía iba a seguir allí, también, le pidió a su jefe de escoltas que dos de sus hombres más preparados velaran por la seguridad de Emma y su hija, y es que ahora que sabía era perseguida por esos maleantes, no las quería expuestas. También, en medio de su profundo dolor, contactó a las autoridades pertinentes y estas se encargaron de comunicarse con el departamento policial de Zúrich para trabajar en conjunto en cuanto a la captura de Elías Meier, pues tenía una orden de aprensión desde hace ya casi dos años. Uno de los delincuentes más buscados del país.En cuanto a la dedición que había tomado Emma respecto a ellos, Matías se encontraba completamente descompuesto. Ya no concebía la vida sin ella, y no sabía si algún día lo haría.Una tarde, al tanto de todo lo que ocurría en el hospital, supo que le darían el alta dentro de dos días, y esa misma tarde, Amelia, la esposa de Cristóbal, le pidió vis
El gesto la tomó por verdadera sorpresa, y aunque al principio no supo qué hacer, salvo responder al encuentro, Emma reaccionó después de un rato, y lo separó, mirándolo con enojo contenido.— ¿Qué… qué crees que estás haciendo, Matías? — le preguntó, titubeante, nerviosa, roja.Matías pasó un trago, asombrado de igual forma por su arrebato. Esa no era la forma, carajo.— Emma, lo siento, yo…— ¡No tenías derecho a hacer algo así! — le recriminó.— Lo sé, perdóname, fue un arrebato, no volverá a ocurrir — le prometió, pero no estaba del todo seguro de poder cumplir.— Por supuesto que no volverá a ocurrir — replicó, molesta —. No sé qué te haya hecho pensar que las cosas entre tú y yo han cambiado esta última semana, pero déjame decirte que nada ha cambiado.— Emma…—Lo mejor será que te vayas, Matías — lo interrumpió y señaló la puerta.Destrozado por el inminente rechazo de la mujer que amaba, Matías exhaló. Cada día la veía más lejos. Cada día… ella ponía más distancia entre ellos.
— ¿Cuándo piensas decírselo? — le preguntó Cristóbal a Matías una tarde que él fue a visitar a su hija.Matías bebió un sorbo de su trago y miró a través del gran ventanal del despacho de su amigo. Emma paseaba a la hija de ambas por el jardín. Amelia se encontraba con ellas.— ¿Crees que deba saberlo?— No lo sé, pero tiene derecho a conocer la verdad.Matías llevaba esa última semana pensándolo. Era muy probable que Emma no supiese el sacrificio que hizo su hermano por ella, y aunque estaba seguro de que sería una confesión dolorosa, no quería ocultarle algo así de heroico y grande. También, estaba casi seguro de que desconocía el inicio de todo aquello.— Tienes razón. Hablaré en este momento con ella — y decidido, salió a buscarla. La encontró con la mujer de su amigo, sentadas en una banca, hablando de cualquier cosa.Emma se sonrojó ante la presencia del padre de su hija. Sabía que llevaba un rato allí. Su amiga se lo dijo.— Matías — saludó con amabilidad.— ¿Crees que podamos h
Después de ese beso, muy a pesar de las filosas palabras que había usado Emma, Matías estaba más que decidido a recuperar a la mujer que amaba, así que comenzó su reconquista desde cero. No podía seguir actuando de forma impulsiva, ni robarle besos cada vez que lo deseara. No era correcto ni tampoco quería incomodarla, por eso, comenzó a enviarle flores cada día, casi siempre a la misma hora. Las escogía personalmente y se las hacía llegar puntual.Las visitas a su hija, había decidido que serían los días que ella se sintiera cómoda para recibirlo, y los aprovechaba al máximo para disfrutar el tiempo con su pequeña, desde leerle cuentos que la mantenían en vilo con su voz a mecerla hasta que se quedaba dormida.Largos días continuaron pasando y Matías no se rendía. Le daba su espacio, sí, pero estaba continuamente al pendiente de ella y Mía, de que nada les faltara, pues había descubierto que muy apenas había usado las tarjetas que le había facilitado.Gracias a Cristóbal se mantenía a
Llegó en el tiempo que le prometió.Emma caminaba de un lado a otro, con la bebé en brazos, intentando calmar su llanto con su calor.— Tranquila, bebé, tranquila. Mamá está aquí — besaba su frente con cariño y preocupación.Matías entró a la habitación, también preocupado.— Emma— ¡Matías! — ella se alegró de verlo, al fin — ¡No ha parado de llorar! ¡Estoy muy preocupada!— Tranquila, déjame verla.Ella se la entregó en sus brazos, confiada, y Matías la recostó sobre la cama tocando algunas partes claves de su cuerpecito.— ¿Qué haces? — le preguntó Emma, sin entender.— Tenemos que descartar que no le duela nada, y que el llanto sea solo por la fiebre, pero parece que no es nada — alzó el rostro — ¿Tienes su maleta lista?— Sí, lo hice apenas me dijiste que vendrías.— Bien, tenemos que ir al hospital. Ya un equipo médico está al tanto y va a recibirnos.Amelia asintió, tomó un pequeño abrigo para Mía y la arropó antes de que salieran.Santiago y el resto de los hombres de Matías ag
— ¿Qué? Pero… ¿Cómo dio con la casa de Cristóbal y Amelia? ¡Matías…!— Tranquila, lo tengo todo controlado. ¿Ves ese auto detrás de las camionetas? — Emma miró por encima de su hombro y asintió —. Son hombres infiltrados de la policía. Si esos delincuentes se acercan… no tendrán oportunidad— Dios — Emma echó la cabeza hacia atrás. ¿Cuándo todo aquello pararía?— Y retomando lo del hotel, entenderás que no es opción, pero puedes…— Matías… — ella lo interrumpió, sabiendo lo que le iba a proponer.— Solo será por esta noche, después… buscaremos un lugar para ti y Mía, uno seguro, en el que puedan estar las dos.Emma lo pensó, pero al final sabía que no podía poner sus sentimientos por encima de la seguridad de su hija… así que, nerviosa de volver a compartir el mismo espacio con él… aceptó.Minutos más tarde, se detenían a los pies de un edificio. Emma miró extrañada, a través de la ventana.— ¿Qué hacemos aquí? Creí que… iríamos a tu casa.— Sí, y no te mentí.— Matías, no comprendo.—
Asustada, Emma tomó a su hija en brazos y la pegó protectoramente a su pecho, observando cómo todas las ventanas a su alrededor se cerraban de a poco hasta terminar de oscurecer la habitación. Voces se escuchaban de la parte de abajo. Gritos, órdenes y también pasos apresurados.De repente, su móvil vibró sobre la encima. Era Matías, reconoció enseguida. Contestó sin dudar, pero, antes de que pudiera decir nada, él habló primero.— Emma, ¿estás en la habitación de Mía? — se escuchaba demasiado agitado.— Sí, Matías, ¿Qué es lo que está pasando? Las ventanas comenzaron a cerrarse y se escucha una alarma muy fuerte. ¿Qué es todo esto?— Emma, escúchame bien, tienes que quedarte en la habitación, ¿okey? Se ha pasado el pestillo de forma automática. No se abrirán las puertas hasta dentro de media hora.— Matías…— Escúchame, por favor — le rogó, serio.— Sí, dime…— Si ves que antes de esa media hora no recibes mi llamada, quédate cerca de la puerta y vuelve a pasar el pestillo inmediatame