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4. Si ese niño es mi hijo, te lo voy a quitar

— ¡Un doctor! — llamó, desesperado, al tiempo que entraban por la puerta una enfermera y el doctor que había tratado el padecimiento de Amelia durante años.

— ¿Qué fue lo que pasó?

Cristóbal negó, contrariado.

— No lo sé, simplemente se desvaneció.

— De acuerdo, salga de la habitación — le dijo el hombre, que parecía saber muy bien lo que pudo haberle ocurrido a Amelia.

Cristóbal obedeció en silencio, todavía contrariado, y salió de la habitación.

— ¿Qué tiene mi mami? ¿Es otra vez su corazoncito? — preguntó el pequeño sollozando.

Cristóbal bajó el rostro, ahora prestando atención al niño que podía ser su… hijo. Todo parecía ser cierto. Amelia estaba enferma y ese niño… Dios. ¿Cuántos años tenía? ¿Se fue con el secreto de su hijo en su vientre? No comprendía nada. ¿Por qué diablos no se lo dijo? ¡Debía asegurarse de que por las venas del pequeño Cristóbal corriera su sangre!

— Tu mamá va a estar bien — le aseguró, acuclillándose a su altura.

— ¿Lo prometes? — preguntó el pequeño Cristóbal. Depositando toda su confianza en su padre.

Cristóbal pasó un trago y asintió.

— Te lo prometo.

Minutos más tarde, el doctor y aquella enfermera salieron de la habitación. Enseguida lo pusieron al tanto del estado de Amelia. Estaba bajo control.

— Doctor, ¿tiene un momento a solas?

— Por supuesto, sígame.

Cristóbal se aseguró de que el pequeño entrara a la habitación con su madre y siguió al doctor hasta su consultorio. Cuando cerró la puerta, le pidió que le dijera todo sobre la enfermedad de Amelia.

— A su corazón no le queda mucho tiempo.

— ¿Qué hay sobre un trasplante?

— Hemos esperado los últimos años por un donador, pero… la gente no está muy informado sobre la cantidad de vidas que pueden salvar al donar sus órganos o el de sus familiares después de su muerte.

Cristóbal tampoco tenía demasiado conocimiento, al menos no a fondo.

Cuando Cristóbal volvió a la habitación de Amelia, ella se tensó con su presencia, y supo que aquella conversación; antes de tener uno de sus episodios, no había terminado. Suspiró.

— Cariño, ¿Por qué no vas con el señor barba? Seguro tiene algo para ti.

El pequeño asintió, inocente, y salió de la habitación.

Tan pronto quedaron solos, Amelia le hizo frente al padre de su hijo.

— Creí que ya te habías ido.

— ¿En serio es mi hijo? — preguntó Cristóbal sin rodeos. Amelia guardó silencio — Escucha, Amelia, no quiero alargar esto, ni perder mi tiempo contigo. Lamento mucho lo de tu enfermedad, pero si existe la posibilidad de que efectivamente Cristóbal sea mi hijo, quiero que sepas que le haré una prueba de paternidad para asegurarme de que no sea otra de tus faras, y si en esta ocasión no has mentido, me voy a quedar con él.

Amelia abrió los ojos y se puso tan blanca como el papel.

— ¿Qué quieres decir con que… te vas a quedar con él? Cristóbal, no te atrevas a…

— Me escuchaste muy bien, Amelia. Si ese niño es mi hijo, te lo voy a quitar. No sé qué clase de vida le has dado todo este tiempo, pero con tus antecedentes, no creo que haya sido una muy buena, así que…

— ¡Lárgate de aquí! — le gritó ella, interrumpiéndolo. ¿Había perdido la cabeza? — ¡Vete! ¡No tienes ningún derecho! — sus ojos estaban llenos de preocupación y lágrimas.

Pero Cristóbal no se inmutó en su decisión, y a cambio, le dejó firmemente.

— Tendrás noticias de mi mañana a primera hora — entonces se dio la vuelta y caminó hasta la puerta, pero antes de salir, se detuvo y giró la cabeza —. Sobra decirte que si Cristóbal es en realidad mi hijo, no verás ni un solo centavo como esperabas. Cuál sea que haya sido tu plan, olvídalo, no va a funcionar.

Y se marchó, dejando a Amelia convertida en un mar de lágrimas.

Durante el resto del día, además de tener que lidiar con la repentina cancelación de su boda con Renata Amaral, Cristóbal Cienfuegos sentía que su presente estaba dando un vuelco inesperado.

Un hijo.

Un hijo suyo.

Un hijo suyo con la única mujer que había conseguido que no pudiera enamorarse de nadie más.

Dios. ¿Sería posible?

¿Sería posible que por las venas de ese pequeño, y con quién tuvo una increíble conexión desde el primer segundo… corriera sangre Cienfuegos?

No iba a dejar pasar el tiempo, así que abrió la pantalla de su ordenador y comenzó a buscar sobre la vida de Amelia durante los últimos años. No había mucho, pero en su perfil social todo apuntaba a que no había rehecho su vida con ningún otro hombre. Sin saber por qué, eso le dio alivio.

Contactó a un par de amigos del pasado que le debían algunos favores y logró dar con su dirección. Se había mudado ese mismo año y ahora vivía en un barrio pobre de São Paulo. No comprendía. Con la cantidad de dinero que aceptó por dejarlo, pudo haberse dado una vida cómoda.

En esa época, hubo muchas las ocasiones en las que se tentó a saber de ella, pero sabía que cualquier detalle de su vida lo destruiría, así que, cuando se veía a sí mismo a punto de preguntar por ella o tratar de saber qué había sido de su vida, trataba de mantenerse ocupado.

Apagó la pantalla entrada las dos de la madrugada.

Al amanecer, llamó a sus abogados, los puso al tanto de lo que quería hacer y una hora después, se plantó en la puerta de Amelia.

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