—Gracias por traerme —le dijo Donova a Laudina.—No quiero dejarte sola, quizás puedas necesitarme —manifestó el chico sin poder evitar el tono de preocupación en su mirada y ella sonrió con un leve brillo en sus ojos que trascendía a través de su tristeza.—No te preocupes, si llegó a necesitarte, te prometo que no dudaré en llamarte —le tomó el brazo y se lo acarició con suavidad sin ninguna doble intención, se notaba que ese gesto no era más que una señal de agradecimiento.Donova estaba a punto de declarársele, sin embargo, se detuvo al escuchar sus siguientes palabras.—Gracias por ser tan bueno conmigo, eres el mejor amigo que la vida me ha podido dar, sin ti de apoyo a mi lado, capaz me habría enloquecido… siempre has estado allí, la gente dice que entre un hombre y una mujer no puede existir una amistad verdadera, pero eso es porque no han visto nuestra entrañable amistad… gracias —le dijo y besó con suavidad su mejilla.Donova se fue con una sensación agridulce en su interior
El olor estéril del hospital llenó las fosas nasales de Leonor mientras la conciencia volvía a su cansada mente. Unos tubos serpenteaban por su brazo y un líquido transparente le devolvía lentamente la vida a través de sus venas. Su padre estaba sentado junto a la cama, con las manos entrelazadas en una oración silenciosa y los ojos clavados en su figura inmóvil.Ella se agitó, cuando sus párpados se abrieron, revelando unos ojos de color verde que inmediatamente encontraron la figura ansiosa a su lado. Su respiración se entrecortó, un signo audible de esperanza. Leonor observó a su padre, las líneas de preocupación grabadas profundamente en su rostro, la arruga en su frente más pronunciada de lo que recordaba.—Leonor —, susurró, con la voz quebrada por la emoción.Ella se dio la vuelta, sus movimientos lentos y deliberados, su mirada descansando ahora en la pared en blanco. Una sola lágrima se escapó de sus ojos, recorriendo su mejilla. Se la secó apresuradamente, pero su compostu
Leonor decidió irse a la casa de la playa con su padre, aunque se sentía triste. El ambiente la tranquilizaba, escuchar el ruido de las olas, y percibir en su rostro, la suave brisa marina le daba un poco de la paz que estaba buscando. No había querido seguir pensando en lo sucedido, había bloqueado todo lo relacionado con ese incidente. Ya tenía dos días allí, estaba jugando con su perro en la orilla de la playa, cuando vio llegar un carro, frunció el ceño, porque hasta dónde sabía nadie conocía su paradero, pero casi se cae de nalgas cuando vio bajar a Angus y caminar hacia ella, con ese porte orgulloso, severo, como si fuera el dueño del mundo y los demás sus simples sirvientes.Ella no lo esperó de brazos cruzados, sino que caminó a su encuentro. Cuando quedaron frente a frente, le reclamó.—¿Qué haces aquí? Que yo sepa, nadie te ha invitado y no eres bienvenido —declaró alzando la barbilla con una expresión desafiante.—No necesito ser invitado, yo aparezco donde se me dé la ga
Ante las palabras de Anthony, todo quedó en silencio, pero fue Angus el que rompió el mutismo que se cernía sobre ellos .—Seré yo quien hable con Leonor, así que déjenme solo con ella —expresó y su padre intervino.—Espero que hagas lo correcto, porque desde el mismo momento en que estuvieron juntos y eso se hizo público, tú deber como el caballero que eres es casarte con Leonor y ahora eso si afianza, porque ella está embarazada de tu hijo —sentenció el padre y con esas palabras los dejó solos.—Vamos a hablar, aunque no creo que este sea un buen lugar para hacerlo. Vayamos a un café cerca.Leonor asintió y juntos comenzaron a caminar por el pasillo hacia el auto, él le abrió la puerta y ella subió.El trayecto al café lo hicieron en completo silencio, es como si cada uno tuviera tratando de asimilar lo que estaba pasando y le diera miedo equivocarse en las palabras. Al llegar, Angus pidió una mesa en una terraza donde solo iban a estar ellos dos solos.—Traiga galletas saladas, u
Dos días después, seguía allí, sin respuestas. Se detuvo ante el espejo, su reflejo era un pálido eco de indecisión. Llevaba casi toda la mañana en el mismo sitio, con las mismas preguntas, dando vueltas en su cabeza como buitres implacables. Marcó varias veces a Donova, pero al parecer no estaba disponible, por eso le envió un mensaje. “Angus me pidió matrimonio… aunque no fue como lo imaginé, estoy esperando un hijo de él, y piensa que por el bien de ese pequeño casarnos es lo mejor… no sé qué hacer, si acepto debo estar en el registro. Quería hablar contigo para que me dieras un consejo”. Dejó el celular a un lado, y con una respiración profunda que pareció quitarle peso de encima, cerró los ojos. Su mano, suave, se posó sobre su vientre plano, pero, aun así, creía sentir un leve aleteo de la vida en su interior. Un pulso de certeza recorrió sus venas: había llegado el momento. Se enderezó, con movimientos pausados y serenos. La habitación que la rodeaba permaneció en silenci
Las palabras resonaron en la sala del ayuntamiento. —Por el poder que me confiere le ley, los declaro marido y mujer. Leonor parpadeó, con la mente, un paso por detrás de la rápida ceremonia. Su firma en el documento era una mera formalidad, reflejando el garabato de Angus junto al suyo. John, dispuesto a cumplir a cabalidad su papel como el padrino, presentó la caja con los dos anillos. —Tengan para que se los pongan. Angus los tomó, le cogió la mano a Leonor y deslizó el anillo en su dedo con un toque que se prolongó demasiado. Cuando llegó su turno, cogió su propio anillo y se lo colocó firmemente en el dedo, en un acto de seguridad en sí mismo, mientras ella lo miraba sorprendida. Cuando salieron de allí, Leonor se apartó de ellos, dirigiéndose hacia su propio coche, con el chasquido de sus tacones sobre el pavimento, nítido y decidido. Angus la vio alejarse, y con grandes zancadas, corrió a su lado, interceptándola rápidamente. —¿Adónde crees que vas? —preguntó, su voz
El mundo se desvaneció para Angus mientras sus labios se unían con los de Leonor, su boca se movió con ímpetu recorriendo cada recóndito lugar de su boca, bebiendo de su sabor y embriagándose con él. La música iba in crescendo a su alrededor, en perfecta armonía con la tempestad que se desataba en su interior. Era una sensación sublime; el tiempo había dejado de existir, se le olvidó que era una actuación para la gente, había caído en la trampa de sus propias emociones, en ese momento solo existía Leonor y lo que le hacía sentir, porque por más que se negara, nadie le había inspirado tantas emociones contradictorias al mismo tiempo.En un solo beso, Leonor lo había hecho sentir como ninguna; repentinamente, el estruendo de aplausos les devolvió a la realidad. Se separaron, sin aliento, y sus miradas se cruzaron en un intercambio silencioso que gritó más fuerte que los vítores del público. Los latidos del corazón retumbaban como tambores contra sus costillas, reflejando la intensida
De nada le sirvió la ducha fría, usar la manuela, solo de imaginar lo que había debajo de la bata de Leonor lo puso a mil. Salió del baño frustrado, se lanzó en la cama solo con la toalla en la cintura y se puso una almohada en la cara tratando de conciliar el sueño, pero fue imposible, esa diminuta mujer se escurría en su cabeza y estaba a punto de volverlo loco.No supo cuánto tiempo estuvo así, pero al final terminó levantándose y caminando hacia la sala de la suite, para ver que estaba haciendo Leonor, lo hizo de manera silenciosa para tratar de que ella no lo escuchara.Cuando llegó allí estaba acostada en el sofá, profundamente dormida, la sábana se había caído en el suelo, y la muy condenada se había quitado la bata de monja que se había puesto para salir del baño y sustituido por una bata transparente, que le dejaba a la vista la tanga y su bien formado trasero, enseguida su miembr0 se puso firme como un soldado, mientras él abría los ojos de par en par. —¿Lo está haciendo a