Las palabras resonaron en la sala del ayuntamiento. —Por el poder que me confiere le ley, los declaro marido y mujer. Leonor parpadeó, con la mente, un paso por detrás de la rápida ceremonia. Su firma en el documento era una mera formalidad, reflejando el garabato de Angus junto al suyo. John, dispuesto a cumplir a cabalidad su papel como el padrino, presentó la caja con los dos anillos. —Tengan para que se los pongan. Angus los tomó, le cogió la mano a Leonor y deslizó el anillo en su dedo con un toque que se prolongó demasiado. Cuando llegó su turno, cogió su propio anillo y se lo colocó firmemente en el dedo, en un acto de seguridad en sí mismo, mientras ella lo miraba sorprendida. Cuando salieron de allí, Leonor se apartó de ellos, dirigiéndose hacia su propio coche, con el chasquido de sus tacones sobre el pavimento, nítido y decidido. Angus la vio alejarse, y con grandes zancadas, corrió a su lado, interceptándola rápidamente. —¿Adónde crees que vas? —preguntó, su voz
El mundo se desvaneció para Angus mientras sus labios se unían con los de Leonor, su boca se movió con ímpetu recorriendo cada recóndito lugar de su boca, bebiendo de su sabor y embriagándose con él. La música iba in crescendo a su alrededor, en perfecta armonía con la tempestad que se desataba en su interior. Era una sensación sublime; el tiempo había dejado de existir, se le olvidó que era una actuación para la gente, había caído en la trampa de sus propias emociones, en ese momento solo existía Leonor y lo que le hacía sentir, porque por más que se negara, nadie le había inspirado tantas emociones contradictorias al mismo tiempo.En un solo beso, Leonor lo había hecho sentir como ninguna; repentinamente, el estruendo de aplausos les devolvió a la realidad. Se separaron, sin aliento, y sus miradas se cruzaron en un intercambio silencioso que gritó más fuerte que los vítores del público. Los latidos del corazón retumbaban como tambores contra sus costillas, reflejando la intensida
De nada le sirvió la ducha fría, usar la manuela, solo de imaginar lo que había debajo de la bata de Leonor lo puso a mil. Salió del baño frustrado, se lanzó en la cama solo con la toalla en la cintura y se puso una almohada en la cara tratando de conciliar el sueño, pero fue imposible, esa diminuta mujer se escurría en su cabeza y estaba a punto de volverlo loco.No supo cuánto tiempo estuvo así, pero al final terminó levantándose y caminando hacia la sala de la suite, para ver que estaba haciendo Leonor, lo hizo de manera silenciosa para tratar de que ella no lo escuchara.Cuando llegó allí estaba acostada en el sofá, profundamente dormida, la sábana se había caído en el suelo, y la muy condenada se había quitado la bata de monja que se había puesto para salir del baño y sustituido por una bata transparente, que le dejaba a la vista la tanga y su bien formado trasero, enseguida su miembr0 se puso firme como un soldado, mientras él abría los ojos de par en par. —¿Lo está haciendo a
Leonor abrió los párpados, con el dolor en el cuerpo como testimonio de la noche anterior. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras fragmentos de recuerdos de su pasión, no una, ni dos, sino tres veces, sonaban como una tierna melodía en su mente. La última vez poseía una dulzura que susurraba promesas y posibilidades. Extendió la mano en busca del calor de la presencia de Angus, pero sólo encontró sábanas frías.Arrugó la frente. Se levantó de la cama y se envolvió en una bata de seda, cuyo tacto era un pobre sustituto del de él. Comprobó que el cuarto de baño estaba vacío. En el salón no había rastro de su reciente esposo. Los aparatos del gimnasio estaban intactos. Regresó a la sala, la confusión se convirtió en irritación. En la mesa de la una nota blanca se recortaba sobre la madera oscura."Salí a arreglar algunas cosas en la oficina, antes de irnos de la luna de miel, por favor está lista para marcharnos después del mediodía. No me esperes a comer. Angus.”Sus ojos se ent
Las siguientes horas, Angus la pasó localizando el taxista que le había hecho la carrera a su esposa.—Señor, por favor, necesito saber ¿Dónde dejó a mi esposa? —preguntó preocupado y el hombre la miró con el ceño fruncido.—No creo que la haya llevado a ninguna parte, solo le he hecho carrera a dos señoritas.La paciencia de Angus se estaba agotando.—Señor, es a la chica que recogió en el hotel, hace un par de horas—¿Acaso se trata de la señorita Leonor? Ah, ella me dijo que se iba de luna de miel para una playa del Caribe con una persona especial —pronunció el hombre divertido, mientras Angus gruñó molesto.—Déjese de bromas ¿Dígame para dónde iba mi esposa? —preguntó apretando los dientes furiosos.—Si no sabe usted ¿Por qué de habría de saberlo yo? —dijo el hombre agotando más la paciencia de Angus, que no es que tuviera mucho.Por fin tanto averiguar, pudo conocer el lugar a donde se había ido, mandó a preparar un jet para que lo llevara al lugar donde había ido Leonor.Por su
La rabia se agitó con fiereza en el interior de Leonor y con los ojos chispeantes del enojo le respondió.—Pero ten presente que solo lo hago por mi hijo, porque tú no eres la persona que imaginé.Él se quedó viéndola y no dijo nada, y desde ese momento las cosas no marcharon mejor, fingían cuando estaban frente al público, se tomaban de las manos y hasta besos se daban, pero puertas adentro cada uno se iba por su propio lado, dormían en habitaciones separadas.Dos días después regresaron a la ciudad, él se sumió en su trabajo y ella, debido a los síntomas del embarazo, ni siquiera pudo ir a la oficina; sin embargo, pese a ello, cada vez que se levantaba, tenía a un lado galletas saladas y un vaso de jugo para controlar sus náuseas y un regalo para el bebé.El primer día de estar en la casa donde se habían ido a vivir, al abrir el regalo, se trataba de un par de calcetines en miniatura de color blanco, aunque sin ninguna nota, tomó la prenda y la acarició con cuidado mientras emitía u
Laudina esperaba junto a su madre que terminaran de pasarle el medicamento, mientras trataba de pensar cómo iba a salir adelante, estaba desempleada, sola, embarazada, con su madre enferma, parecía que todo el peso del mundo había caído sobre su cabeza y no sabía cómo salir de esa situación, a veces se sentía sin fuerzas, pero no podía darse por vencida.En ese momento el rostro de Falconer llegó a su mente, desde que había estado con él, no podía dejar de pensarlo, la había tratado tan dulce que no podía contener las emociones que él le inspiraba, poco había pensado en Angus, quizás nunca lo amó y lo que le dolía era el orgullo herido porque se había burlado de ella.En ese momento se sintió tan agobiada, con una presión en el pecho que decidió salir de a tomar aire.Mientras caminaba iba tan concentrada pensando en sus problemas que no se dio cuenta y tropezó con un hombre, se disculpó sintiéndose apenada, pero cuando levantó la cabeza, se trataba de Falconer.El primero en reaccion
Laudina se quedó en silencio, aunque sin dejar de mirarlo fijamente, no sabía que responderle, no lo conocía bien, temía equivocarse y ahora estaba esperando un bebé por quien tenía que velar, no podía dejarse llevar de buenas a primera, como hizo con Angus.Suspiró profundo con temor a decir que sí o no porque no quería equivocarse.—No lo sé, tengo miedo… no te conozco, tú no me conoces, ¿Qué pasa si cuando lo hagas ya no quieres estar conmigo? —preguntó con sinceridad.—Nunca soy de dejarme llevar por los impulsos, creo que con la única persona que lo he hecho es contigo, y mi corazón me dice que no me estoy equivocando, si me das la oportunidad quiero demostrártelo —pronunció.A pesar de la duda, del temor que se agitaba en su interior, como si fuesen olas rompiendo en la orilla, ella terminó asintiendo.—Está bien Falconer, acepto casarme contigo.Con una mano la tomó por la cintura y con la otra acarició con suavidad su mejilla, antes de acercar lentamente sus labios a los suyos