Dos meses despuésSTEVENEstoy delante del portátil como todas las mañanas desde hace dos meses y me cuesta mantener los ojos abiertos debido a las innumerables noches de insomnio. Intento concentrarme en el trabajo, el único ocio que me queda fuera de algunas salidas con Alan.Tres veces a la semana visito a mi madre en la clínica, afortunadamente está respondiendo bien a los tratamientos y las sesiones con el psicólogo empiezan a dar sus frutos. Solo espero que esta mejoría sea definitiva.La incontenible rabia que expresó cuando vio las puertas de la clínica abiertas fue sustituida, según el médico, por una dolorosa conciencia del daño causado a la familia Castello y a su propio hijo.A menudo me pide que la perdone y le dé una oportunidad para compensar el mal que ha hecho, pero no sabe que la perdoné hace tiempo, es mi madre y la quiero demasiado para abandonarla a su suerte. Jamás podría odiarla por mucho que lo intente.Otra cosa es Olivia, estoy resentido con ella a muerte y,
STEVEN—María, razona... Steve tiene derecho a conocer el verdadero estado de salud de Olivia... —Alan no se da por vencido, lleva quince minutos intentando convencer a su mujer de que confiese, pero se topa con un muro... Lo sé, porque estoy en las mismas condiciones que él.Llevo desde esta mañana volviéndome loco intentando averiguar, a través de una búsqueda en internet, cuáles podrían ser las implicaciones del problema de Olivia, y los escenarios que aparecen ante mis ojos me aterrorizan, así que no he podido quedarme de brazos cuidado, porque mi hijo y la mujer que amo pueden estar en peligro.Me puse en contacto con el médico de mi madre y le remití el correo electrónico con los resultados de las pruebas de laboratorio, desgraciadamente me confirmó lo que sospechaba... la anemia es bastante grave y, si no se trata de forma preventiva, existe el riesgo de un parto prematuro o de una infección posparto en la madre.Maldita sea... las ganas de coger el primer avión a Italia y tira
STEVEN Aterrizamos en Fiumicino hace una hora y, mientras esperamos para recoger nuestro equipaje, llamo al ingeniero y le digo que estaré en la obra hoy mismo para una inspección. Estoy en Italia por otro motivo, pero aprovecharé para ir a comprobar construcción del complejo que avanza según lo previsto. Tengo el estómago hecho un nudo desde ayer, no pude pegar ojo en el avión y el jet lag está empezando a aparecer. Por suerte Alan está conmigo, mi mejor amigo y mi lado racional, de lo contrario tomaría el primer taxi y correría a casa de Olivia como una furia. —Vamos hermano, he alquilado un coche, así que mientras yo conduzco, tú descansas. —Alan pone su brazo sobre mis hombros—. Llamé a María... Me giro para mirarle, pero él evita mi mirada. —Alan, no estoy de humor para adivinar —le insisto con brusquedad. Se gira para mirarme directamente a los ojos y las comisuras de sus labios se estiran en una ligera sonrisa. —Olivia se enteró de nuestra llegada y... no se lo tomó bie
STEVEN Sigo la mirada de María y al instante me doy cuenta de dónde se ha escondido Olivia, me acerco a la tienda de deportes intentando asomarme a través de las ventanas para ver lo que ocurre dentro y lo que veo me hiela la sangre en las venas. Olivia en el suelo y ese pervertido behemoth de rodillas frente a ella. Doy un empujón a la puerta de entrada, que cede inmediatamente ante mi peso, justo a tiempo para escuchar la propuesta de matrimonio que le están haciendo a mi mujer. Me abalanzo sobre Antonio, tirándolo al suelo, no puedo permitir que otro me quite lo que me pertenece. —Olvídalo novato. La señora ya está ocupada conmigo —digo apretando los puños con ganas de golpearle y partirle la cara. Se levanta con dificultad y se pone delante de mí, aún tambaleándose. Acaso cree que puede darme la pelea, pobre imbécil. —La señora es mayor de edad y está vacunada y, en consecuencia, es capaz de tomar sus propias decisiones —responde Antonio, acercándose con cara seria. Cree q
STEVEN —Sarah, ¿me traes los papeles que tengo que firmar? —vocifero en dirección al interfono, mientras reviso varios documentos a los que recién he autorizado con mi rubrica. —Ahora mismo voy, Steve —responde rápidamente. Ha sido una mañana de locos porque tenemos muchos pendientes. Me levanto del sillón y me pongo delante de la ventana, porque necesito relajarme un poco si deseo estar concentrado para todo el trabajo que tengo por delante. La vista de Central Park es impresionante, como siempre. Los bulevares cubiertos de nieve, las ramas de los árboles dobladas por el peso que les cae encima... ha nevado toda la noche y la ciudad es un caos. Las sirenas de los vehículos de emergencia se oyen pasar continuamente y estoy seriamente preocupado hasta el punto de no oír entrar a Sarah. —Steve, te dejo los papeles en tu mesa —dice, agitada por todo lo que ha estado haciendo en la mañana. Me doy la vuelta, con el ceño fruncido. —¿Ha llegado mi mujer? —preguntó avanzando al escri
OLIVIABeep, beep, beep...El molesto timbre del despertador penetra en los meandros de mi seminconsciencia.Aprieto los párpados y sigo aferrada a Antonio como un pulpo, no quiero dejarle, he visto las miradas que le echan las demás.¡Pero es mío!Apoyo mi cabeza en los esculpidos y bronceados pectorales.Beep... beep... beep...Abro primero un ojo y luego el otro y la pantalla luminosa parpadea rítmicamente 8:00.—Oh, Dios... —Otro sueño erótico interrumpido en el momento más hermoso.¿Sabes cuando estás a punto de conseguir un objetivo y alguien o algo te rompe los huevos de la cesta?Inconscientemente ya estás segura de que será un día de mierda. Con un salto felino me deshago de las mantas y me precipito al baño, ajusto la temperatura del agua y me meto en la ducha bajo el cálido chorro. Me enjabono con mi jabón preferido olor a vainilla y luego me enjuago rápidamente, con cuidado de no estropear el peinado que con tanto cariño me hizo anoche Amalia, mi peluquera de confianza.Tu
STEVEN—Alan, explícale a este pedazo de imbécil, que es tu diente de oro el que hace sonar el escáner corporal... ¡por favor, no puedo más! —Llevamos casi una hora parados en la estación del aeropuerto de Fiumicino.Mi secretario y amigo Alan ha sido puesto patas arriba, disecado y obligado a desnudarse hasta los calzoncillos, y la policía del aeropuerto aún no está satisfecha.—Ya está bien... —en mi italiano atrofiado intento hacer entender a esos dementes, señalando la boca de Alan, que el problema se encuentra dentro.Los cielos se abren... Les veo encañonar sus armas cargadas frente a la boca del desgraciado que, blanco como un cadáver, la abre tanto que corre el riesgo de sufrir una parálisis facial.Levantando las manos en un gesto de rendición, se mete lentamente el dedo índice en la boca, señalando el punto ofensivo.Por fin lo entienden y se echan a reír como los imbéciles que son.—Bien, bien, vete, vete por favor... —Y hasta son ingeniosos.Alan me mira horrorizado y se v
STEVENLa veo salir y siento una contracción en la boca del estómago. Sé que he exagerado, pero mi límite de resistencia llegó al máximo cuando empezó a enumerar las ventajas de comprar la propiedad.Desde que era un niño, he odiado la patria de mi madre, o más bien ella me hizo odiarla y nunca he entendido por qué.Luego, de repente, se pone terca y me empuja hacia esta negociación, valle para entender a las mujeres.—Steve, ¿puedo decirte que fuiste un verdadero idiota? ¿Qué razón tenías para tratarla mal?Alan está furioso. Puedo reconocer el nivel de ira de mi amigo por la frecuencia de la vena que le late en la frente.Se acerca a la cima de la escalada y, mirando hacia abajo, empieza a reírse con ganas.—¿Qué es lo que te hace estar tan alegre? —Siento curiosidad y miro en la misma dirección que él. El duende nos engañó... se quitó los zapatos—. Chica inteligente —digo, admirando el trasero, resaltado por los pantalones ajustados, que se balancea con cada paso—. Hablando de chic