STEVEN
La veo salir y siento una contracción en la boca del estómago. Sé que he exagerado, pero mi límite de resistencia llegó al máximo cuando empezó a enumerar las ventajas de comprar la propiedad.
Desde que era un niño, he odiado la patria de mi madre, o más bien ella me hizo odiarla y nunca he entendido por qué.
Luego, de repente, se pone terca y me empuja hacia esta negociación, valle para entender a las mujeres.
—Steve, ¿puedo decirte que fuiste un verdadero idiota? ¿Qué razón tenías para tratarla mal?
Alan está furioso. Puedo reconocer el nivel de ira de mi amigo por la frecuencia de la vena que le late en la frente.
Se acerca a la cima de la escalada y, mirando hacia abajo, empieza a reírse con ganas.
—¿Qué es lo que te hace estar tan alegre? —Siento curiosidad y miro en la misma dirección que él. El duende nos engañó... se quitó los zapatos—. Chica inteligente —digo, admirando el trasero, resaltado por los pantalones ajustados, que se balancea con cada paso—. Hablando de chicas... he organizado una noche para nosotros en Roma, tenemos tiempo para volver, registrarnos en el hotel, asearnos e ir al club.
—¿A quién has invitado? —pregunta Alan con curiosidad.
—A Miriam y a Laura
Son dos modelos que no desdeñan el lujo y un paseo con dos purasangres como nosotros, así que, cuando planifico un viaje a Italia, siempre los incluyo en el itinerario.
La discreción es importante en nuestro entorno, no hace falta nada para acompañar a las personas equivocadas y encontrarte al día siguiente en todas las portadas de la prensa rosa siendo señalado como un playboy; con Miriam y Laura nunca ha ocurrido. Los pactos son claros: cenamos, follamos y luego nos vamos por caminos distintos.
Llegamos al taxi y me doy cuenta de que no hay rastro del cacharro ni de su dueña.
Pienso en los ojos de la munchkin y en la mirada dolida de su rostro cuando le hice ver que no hago negocios con mujeres y vuelvo a sentir un apretón en el estómago.
Pero qué diablos... definitivamente es el hambre lo que lo está causando, de ninguna manera estoy sintiendo lástima por ella.
A fin de cuentas, fui honesto, para mí las mujeres solo sirven para un propósito y esta noche será un ejemplo de ello.
En el coche, Alan se quedó dormido, así que sacó mi móvil del bolsillo de la chaqueta y empiezo a buscar el perfil de la señorita Castello en varias redes sociales.
Nada... ella tiene cuentas privadas y no voy a pedirle amistad, podría tener una idea equivocada de mí, prefiero que siga pensando en mí como un cabrón sin escrúpulos.
Abro G****e y busco noticias escribiendo su nombre... nada, una completa desconocida.
Después de todo, ¿qué esperaba de una persona tan insignificante?
Pero esos ojos... y ese culo...
Intento desterrar su imagen de mi mente y sustituirla por una de Miriam con sus piernas largas, es mi igual, en todos los sentidos.
—Vaya... no es una mala chica —la voz de Alan interrumpe mi paranoia.
—La invité a propósito, sabía que te había impresionado la última vez...
—No estoy hablando de Laura, sino de la señorita Castello —señala mi amigo.
Siento un incómodo cosquilleo en la base del cuello que no sé lo que significa y me froto el cuello intentando evitarlo.
—¿Quién? ¿La duendecilla? —Intento ser sarcástico, pero olvido que Alan me conoce de toda la vida.
—A ti también te afectó, dime la verdad. He visto cómo la mirabas... era muy evidente... —dice mientras se ríe.
—¿Necesito recordarte cuáles son mis estándares cuando se trata de mujeres? Cuando salgamos esta noche lo recordarás, tenlo por seguro.
Alan empieza a reírse con ganas y yo le doy una palmadita en la espalda para que se calle.
OLIVIA
Conduzco al límite de los cien kilómetros por hora. Miro por los retrovisores laterales para asegurarme de que he dejado bastante atrás la propiedad.
¡Qué demonios!
Estoy tan furiosa que me arriesgo a que me multe el radar de velocidad y ¿por quién? Si hubiera imaginado remotamente que ese ser, además de bello y rico, era tan maleducado, habría enviado a mi alter ego: María.
Suena mi móvil y es ella quien me llama, no me extraña que estemos permanentemente conectadas.
Me pongo los auriculares bluethoot y respondo.
—Hola amor de mi vida, ¿qué pasa?
—¿Qué que me pasa? Eres tú la que tiene que hablar —grita, haciendo que me piten los oídos—. Háblame de tu encuentro con el señor Mondo —termina con un suspiro.
—Del choque querrás decir. Un buen choque frontal... frente a pecho, ya que es medio metro más alto que yo —respondo con acidez mientras pongo atención a las señales del tráfico.
—Bueno... puesto así, es una perspectiva totalmente diferente... ¿fue tan malo? —se aventura, conociendo mi temperamento.
—María estoy tan enfurecida que si hablo de ello ahora mismo me arriesgo a un accidente automovilístico, así que te llamaré cuando esté en casa con un tarro de helado de un kilo —añado con tono imperativo.
—Vale nena, te llamo luego —termina rápidamente sin esperar mi respuesta.
María es mi amiga del corazón, la que siempre ha estado para mí en los buenos y en los malos momentos y, por tanto, conoce toda mi vida, como yo conozco la suya. Ella conoce todos los acontecimientos relacionados con mi existencia. Sabe cuándo debe callar y este es uno de esos momentos.
No sé cómo he conseguido llegar a casa ilesa y seguir evitando a Antonio, que hoy iba a pagar todos los males del universo, pero eso sí... Saco el tarro de helado del congelador sin ni siquiera cambiarme de ropa, me zampo una cucharada como si fuera la última cena y, con la boca llena y la lengua congelada, llamo a María.
—Ahora podemos hablar —la ataco al escuchar su respuesta.
—¿Te has calmado?
—No... no lo creo... —No puedo articular las palabras con la boca llena, así que trago antes de volver a intentarlo.
En realidad no.
—Cuéntame lo que ha pasado, sé que hace falta poco para que pierdas los nervios, pero al menos dime que no le has pegado. —Sí porque eso es algo que ya también he hecho en el pasado.
—No, está bien. El yoga me ha venido bien en ese sentido, he contado hasta diez y me he calmado. Incluso he pensado en la comisión que recibiré si no lo mato primero... —Me río para mis adentros por la broma.
—Dime... ¿está tan bueno como imaginábamos?
Más, más, mucho más...
—Es más guapo que su amigo Alan, es justo tu tipo, apuesto a que te haría botar la baba —prefiero pasar por alto el aspecto de Parker.
No puedo confesar que es guapo de cojones y tiene unos ojos azul cobalto que hicieron que mi corazón latiera más rápido desde el principio.
—Todo lo que puedo decirte de Parker es que es un hombre grosero, machista y depravado de la especie que más odio... —le cuento el breve intercambio que compartimos.
—Noooooo, madre de Dios... ¿y no le pegaste? Hermana, debo felicitarte por tu aplomo, ahora sí puedo decir que has entrado en el mundo de los adultos —se ríe, burlándose de mí.
—Ríete, ríete, no creo que lo vuelva a ver de todos modos. Tanto él como el apuesto Alan tenían caras de culo mientras miraban la ruina... Estoy segura de que no les ha gustado.
—Mierda... de todas formas si te vuelve a llamar, en la próxima reunión tienes que llevarme, no puedo perderme al guapo —me suplica; luego dirigimos la conversación a otro tema, hablamos por largo rato hasta que nos despedimos, acordando quedar al día siguiente para una noche de chicas cutre.
Vuelvo a pensar en el gilipollas... ¡qué nervios!
¿Quería tratar con un hombre? Pero digo, desde que el mundo comenzó, el poder ha estado en manos de los hombres y mira cómo hemos terminado.
Si las mujeres lo hubieran tenido, todo habría sido paz y amor, pero en cambio ellos, con su manía de protagonismo, nos han llevado al borde del abismo.
Cierro la tarrina de helado y la vuelvo a meter en el congelador, por este día he tenido mi dosis de calorías, calorías que por cierto siempre se depositan en dos lugares de mi cuerpo.
Decido llamar a papá para ponerle al corriente de los últimos acontecimientos, él me conoce y sabe que en cada negociación pongo todo mi empeño, es el único hombre en el mundo al que aprecio y quiero con todo mi corazón.
STEVENLa noche con las chicas termina como había planeado.Alan y yo los llevamos cada una a nuestra propia habitación de hotel e hicimos todo lo posible por mantener la reputación que hemos tenido durante años.Que no se diga que Steven y Alan no están a la altura de las expectativas.Pero estoy cansado del sexo estéril, hecho sin entusiasmo, como si fuera una rutina normal. He tenido tantas mujeres que ya no recuerdo sus nombres ni su aspecto físico. El estándar siempre ha sido el mismo: altas, delgadas, modelos, actrices, directivas... en definitiva, mujeres de éxito que no pasan desapercibidas.Miriam también encaja perfectamente en mis estándares, pero esta noche, por primera vez en mi vida, no he sentido nada.No hay nada en absoluto.La satisfice por puro sentido del deber, pero justo en el momento más bello, en lugar de los ojos verdes de Miriam, vi un par de ojos marrones, como los de una dama que conocí esta tarde, y me arriesgué a pasar la primera vergüenza de mi larga car
STEVEN—¿Qué has hecho?Estamos volando a Nueva York, cuando informo a Alan de la citación enviada a Olivia.—¿Y por qué harías eso si puedo preguntar?Alan es un hermano, antes de ser un amigo y asistente, pero no consideré oportuno informarle de ello.¿Por qué?No lo sé.Lo único que sé es que desde el momento en que la idea surgió en mi cabeza, no quise compartirla con nadie.—Tú conoce mi odio por Italia y no quería prolongar mi estancia. Al mismo tiempo, sé que mi madre me martirizará hasta que la complazca, así que... opté por una solución agradable para todas las partes. ¿Crees que a la señorita Castello no le gustará tomarse unas vacaciones a mi costa?Alan me mira con desconfianza, no muy convencido de mis motivos.—Si tú lo dices... ¿y dónde piensas tenerla? —Le pedí a Sarah que se encargara del viaje, hotel y viáticos, confío en ella y sé que elegirá lo mejor.—¿Crees que Castello aceptará trasladarse al otro lado del globo por una venta tan modesta? —pregunta con una mira
STEVENLlegué a la oficina al amanecer.El vigilante nocturno, cuando me vio pasar por la entrada principal del edificio donde tiene su sede mi empresa, se quedó de piedra. Lleva muchos años trabajando para mí y nunca me había visto llegar al trabajo a una hora tan inusual.—Buenos días, señor Parker —exclama, enmascarando la sorpresa tras una sonrisa de cortesía.—Buenos días, John, ¿todo bien esta mañana?—Sí señor, suave como la seda —dice con la mejor actitud del mundo, por eso me gusta contratar a este tipo de personas que siempre son positivas.Me cruzo con otro hombre de seguridad de camino a los ascensores y levanto la mano en señal de saludo.Mientras el ascensor asciende, me froto la mandíbula desgreñada por mi barba de dos días y me prometo afeitarme en cuanto llegue a la oficina, soy el jefe del garito y no puedo parecer un pordiosero.Estoy agitado, me siento como si estuviera sobre brasas, cualquier cosa que coma se me queda en el estómago, cualquier ruido me molesta y e
STEVENLa puerta se abre y Sarah hace pasar a las dos chicas al despacho.Mis ojos se encuentran inmediatamente con los de Olivia y todo desaparece a mi alrededor.¿Tan bien se veían la última vez?Inmediatamente mira hacia otro lado y Sarah tose para llamar mi atención.—Steven, ¿debo avisar a Alan de que han llegado nuestras invitadas? —Me pregunta y me mira con curiosidad para calibrar mi estado de ánimo.—Sí, por favor, llámalo. —Me levanto para ir hacia ellas y saludarlas como es debido—. Bienvenidas a Estados Unidos y a mi empresa, tomen asiento, por favor. —Señalo dos sillones colocados frente al escritorio.Olivia me mira con desconfianza, sin estar preparada para tanta amabilidad.Agacho ligeramente la cabeza para observarla mejor y me doy cuenta de que hoy parece más alta.Bajo la mirada y descubro el misterio: lleva unos zapatos con unos tacones de vértigo.—¿Le gustan mis zapatos, señor Parker? —pregunta con un ligero tono mordaz. Me sorprendió mirando sus pies.—No seño
STEVENSigo la salida de las dos mujeres con los ojos fijos en el trasero de Olivia.Hoy llevaba un traje rojo con una falda ajustada que le llegaba justo por encima de las rodillas y una chaqueta corta y ajustada con un top blanco debajo del que se ve el encaje del sujetador.Está guapísima con unos Louboutin negros de charol con la suela en el mismo rojo que el conjunto, hay que reconocer que la chica tiene buen gusto.Pero, ¿realmente no va a ir por ahí con ese aspecto?Aparte del insoportable frío que todavía hace estragos en la ciudad, será objeto de la atención de todos los hombres que tengan la suerte de cruzarse en su camino.¡No puede ser!Llamo a Mike por teléfono.—¿Señor? —responde tras el primer timbre.—¿Estás en el altavoz?—No señor.—Solo dime si los pájaros están en el nido —hablo en clave, esperando que me siga la corriente.—Sí, señor.—Bien... ahora cuelgo, dejas pasar unos minutos y luego cierras la ventana comunicante y me vuelves a llamar, las señoritas no debe
STEVENAlan me encuentra tumbado en el sofá, con el brazo doblado sobre la cabeza y un vaso de whisky apoyado en la mesita de café a mi lado.—¿Qué estamos celebrando? —aspira el contenido del vaso y arruga la nariz.No contesto, no tengo ganas de hablar, pero no contaba con la obstinación de mi amigo.—Steve, ¿me vas a decir qué pasa o debo seguir una corazonada?—¡No quiero hablar de ello! —respondo con brusquedad.Permanece en silencio durante unos instantes y luego me agarra por los brazos y tira de mí para que me siente con fuerza.—Vamos Steve... nunca ha habido secretos entre nosotros, siempre nos hemos contado todo —dice Alan mientras se sienta a mi lado.—Esto es ridículo. —Sonrío con la cara desencajada.—¿Qué crees que está mal? Soy rico, soy guapo —enumero con los dedos—, tengo una vida social satisfactoria, todas las mujeres caen a mis pies...—Pero te falta algo —concluye para mí con un tono empático.Aprieto los dientes para no contestar, pero ha acertado.—Oye, tío. —M
STEVEN¿Mi amor? ¿Con quién estás hablando?La miro mientras se levanta del sillón dándome la espalda.Se detiene frente a María, que la mira fijamente, con el ceño fruncido, como si le dijera con la mirada que termine con una llamada bastante inapropiada.—Vale, te llamaré más tarde para informarte de la hora de llegada... tómatelo con calma... mándame la ubicación y déjanos un armario amplio... jaja... te quiero, nos vemos esta noche. —Por fin termina con la maldita llamada. Se hace un silencio incómodo en la habitación, María se mete nerviosamente un chicle en la boca, que mastica ruidosamente, mientras Alan se sirve un vaso de agua y Olivia vuelve a sentarse frente a mí, mirándome descaradamente.—¿Dónde tenemos que firmar? —pregunta con falsa inocencia.Aprieto los dientes y abro la carpeta con las copias del contrato, arrojando los documentos sobre el escritorio, justo bajo sus ojos.Ahora mismo está preciosa, con sus ojos marrones brillando con desafío y su carnosa boca torci
STEVENAlan entra en el despacho y cierra rápidamente la puerta.Me encuentra inmóvil, con las manos en las caderas y la cara contorsionada por la ira, en el mismo lugar donde tuve a Olivia en brazos.Todavía no puedo superar las palabras que me dijo antes de huir como una cobarde, cuando para mí oler su perfume y sentir la suavidad de su forma sobre mí era una sensación excitante y embriagadora.Quise besarla, probar el néctar de sus labios, pero me apartó como si fuera el ser más baboso del planeta. Y luego esa frase sibilina... sobre que no está incluida en el contrato.¿Pero quién necesita de eso? Nunca he tenido que pagar por una mujer, y menos por una como ella, estoy acostumbrado a más.—Steve... ¿estás bien? —Alan me mira preocupado y me toca el brazo para llamar mi atención—. Olivia pasó junto a mí, como si el diablo le pisara los talones, ¿qué pasó?Me doy la vuelta y, de espaldas a él, camino hacia el escritorio, todo ello sin pronunciar palabra. Estoy demasiado enfadado y