STEVEN
La noche con las chicas termina como había planeado.
Alan y yo los llevamos cada una a nuestra propia habitación de hotel e hicimos todo lo posible por mantener la reputación que hemos tenido durante años.
Que no se diga que Steven y Alan no están a la altura de las expectativas.
Pero estoy cansado del sexo estéril, hecho sin entusiasmo, como si fuera una rutina normal. He tenido tantas mujeres que ya no recuerdo sus nombres ni su aspecto físico. El estándar siempre ha sido el mismo: altas, delgadas, modelos, actrices, directivas... en definitiva, mujeres de éxito que no pasan desapercibidas.
Miriam también encaja perfectamente en mis estándares, pero esta noche, por primera vez en mi vida, no he sentido nada.
No hay nada en absoluto.
La satisfice por puro sentido del deber, pero justo en el momento más bello, en lugar de los ojos verdes de Miriam, vi un par de ojos marrones, como los de una dama que conocí esta tarde, y me arriesgué a pasar la primera vergüenza de mi larga carrera de playboy.
Ahora espero a que Miriam se vista y se vaya porque quiero estar solo para analizar lo que me está pasando.
—Steve por qué no me dejas pasar la noche, estoy cansada y... —me suplica e intenta aventurarse envuelta en la bata blanca con el logo del hotel.
—Ya sabes cuáles son las reglas... por favor, no insistas —le dijo con tono calmado, pretendo ser complaciente, pero por dentro siento que la ira aumenta.
—Estaba pensando que estamos muy bien juntos, nos divertimos y entonces... ¿por qué no intentar conocernos mejor?
—No Miriam, yo... me gusta salir contigo cuando vengo a Roma, pero no quiero ataduras ni exclusividad.
—Pero no quiero exclusividad —se acerca astutamente, arrastrándose a la cama—. Me gustaría visitarte en Nueva York y...
Salto de la cama y, completamente desnudo, me dirijo al baño.
—Ha estado bien, lo pasé muy bien, pero ahora me voy a duchar... cuando salgas cierra la puerta. —No le doy oportunidad de responder y me encierro en el baño.
Espero que haya captado la indirecta.
Me meto bajo el chorro caliente, quiero enjabonarme y quitarme el olor de Miriam del cuerpo, de repente siento náuseas y una sensación de repulsión hacia mí mismo.
¿En qué me he convertido?
En un día humillé a dos mujeres solo por el placer de hacerlo y no porque hubiera una razón real para ello.
Me acuerdo de la mirada dolida de la señorita Castello, Olivia, como descubrí en las redes sociales, y siento la necesidad de pedirle disculpas.
Salgo del baño y el cansancio desaparece de repente.
Tengo que idear un plan para volver a verla y esta vez jugaré en casa.
OLIVIA
La llamada telefónica con papá termina como había imaginado.
A pesar de los gritos de mamá de fondo, pude entender sus palabras de agradecimiento hacia mí y su clara afirmación de que me seguirá queriendo, aunque el acuerdo no salga adelante.
—Oli, mañana me pasaré por la agencia y revisaré la propuesta, quizá la suavice...
—No papi, no voy a bajar un euro de lo que se pidió, Parker es el ser más baboso que he conocido y por lo que he leído, le encanta jugar sucio... si no lo toma con nuestras condiciones, no vamos a hacer ningún trato con él. —Sigo furiosa con el tipejo con complejo de Dios.
Durante el día, cuanto más pensaba en su comportamiento abusivo, más lo odiaba.
Pero, ¿cómo hacer que mi padre entienda lo que yo sentía y sigo sintiendo?
—De todos modos, si te pasas por la agencia, te invito a un café. Un beso, papi. —Termino la llamada sin darle la oportunidad de responder.
Me dolían los pies, por culpa del señor P. Caminé descalza por la acera sembrada de guijarros.
En el calor del momento y con la adrenalina por las nubes, no sentí nada y ahora estoy pagando el precio.
Del botiquín de primero auxilios cojo el desinfectante y, sentada en el sofá, me dispongo a alejar una posible infección.
Todavía tengo el estómago hecho un nudo por todo el helado que me he tragado y el cansancio llega tan de repente como el sueño y me duermo como un pez gordo en el sofá.
Es el sonido del teléfono móvil el que me devuelve a la vida y con consternación me doy cuenta de que vuelve a ser de día.
¿Pero cuánto he dormido?
Oigo una música que viene de debajo de mi trasero y empujo entre los cojines para buscar el maldito aparato que me sacó de mi estado de descanso.
Miro la pantalla y veo que el número que me llama no está en la agenda.
—¿Hola? —respondo, curiosa por saber quién me llama a primera hora de la mañana, apenas siento el dolor en el cuello por mi mal postura al dormir en el sofá.
—Buenos días, señorita Castello... —Por la voz y el lenguaje utilizado reconozco inmediatamente a mi interlocutor—. ¿Señorita Miller?
—Ella habla...
—Llamo de parte del señor Parker. Me ha encargado que le diga que regresa a Nueva York debido a un compromiso imprevisto, pero que está muy interesado en tratar la propiedad que usted representa; por lo tanto, le gustaría reunirse con usted para hablar del tema —dice de inmediato.
—Pero si se ha ido, ¿cómo voy a reunirme con él? —pregunto incrédula.
—Tiene que venir a Nueva York, señorita. —Ante esas palabras el teléfono se me cae de las manos debido al asombro de tal propuesta que no vi venir.
Lo recupero con cierta urgencia, por suerte cayó en la alfombra.
—¿Sigue ahí la señorita Miller? —cuando la oigo confirmar, sigo hablando o más bien tartamudeando.
—Pero... cómo... nunca he estado en Nueva York...
—Lo arreglaré todo, no se preocupe. Le enviaré por correo electrónico el billete de avión y, a su llegada, encontrará nuestro coche y el conductor esperándole para llevarla directamente a su hotel. Queda claro que todo lo paga el señor Parker.
—Yo... ¿puedo pensar en ello? —digo tratando de no seguir tartamudeando, porque parezco estúpida.
¡Qué diablos, tendré derecho a sentirme ligeramente emocionada!
—Se habrá dado cuenta de que el señor Parker no es conocido por su paciencia —dice en voz baja, como si le confiara un secreto—. Y tampoco corres detrás de nadie, le aconsejo que aproveche la oportunidad, puede que no se repita… No creo que le convenga arruinar la negociación.
¡Maldición!
No me apetece en absoluto ceder ante esas condiciones y estoy a punto de mandarla a la m****a a ella y a su jefe, pero entonces pienso en mi padre y en la decepción que sentirá cuando sepa que soy una cobarde.
—Bien, organice el viaje —respondo con un gruñido, me es imposible no sentirme contra la espada y la pared—. Pero no iré sola —decido en el momento—. Mi secretaría me acompañará, le enviaré los datos hoy mismo —le doy esa condición y no aceptaré el rechazo, si me dice que no, entonces no iré, ni loca me iré a un país que no conozco para verme con un hombre que ni siquiera tolero.
La verdad, no tengo secretaria, pero sí una mejor amiga, que sé que estará encantada de acompañarme.
—Como desee, señorita Castello. Adiós —termina la llamada, dejándome aturdida en el sofá, por no haber puesto ninguna objeción a mi condición.
STEVEN—¿Qué has hecho?Estamos volando a Nueva York, cuando informo a Alan de la citación enviada a Olivia.—¿Y por qué harías eso si puedo preguntar?Alan es un hermano, antes de ser un amigo y asistente, pero no consideré oportuno informarle de ello.¿Por qué?No lo sé.Lo único que sé es que desde el momento en que la idea surgió en mi cabeza, no quise compartirla con nadie.—Tú conoce mi odio por Italia y no quería prolongar mi estancia. Al mismo tiempo, sé que mi madre me martirizará hasta que la complazca, así que... opté por una solución agradable para todas las partes. ¿Crees que a la señorita Castello no le gustará tomarse unas vacaciones a mi costa?Alan me mira con desconfianza, no muy convencido de mis motivos.—Si tú lo dices... ¿y dónde piensas tenerla? —Le pedí a Sarah que se encargara del viaje, hotel y viáticos, confío en ella y sé que elegirá lo mejor.—¿Crees que Castello aceptará trasladarse al otro lado del globo por una venta tan modesta? —pregunta con una mira
STEVENLlegué a la oficina al amanecer.El vigilante nocturno, cuando me vio pasar por la entrada principal del edificio donde tiene su sede mi empresa, se quedó de piedra. Lleva muchos años trabajando para mí y nunca me había visto llegar al trabajo a una hora tan inusual.—Buenos días, señor Parker —exclama, enmascarando la sorpresa tras una sonrisa de cortesía.—Buenos días, John, ¿todo bien esta mañana?—Sí señor, suave como la seda —dice con la mejor actitud del mundo, por eso me gusta contratar a este tipo de personas que siempre son positivas.Me cruzo con otro hombre de seguridad de camino a los ascensores y levanto la mano en señal de saludo.Mientras el ascensor asciende, me froto la mandíbula desgreñada por mi barba de dos días y me prometo afeitarme en cuanto llegue a la oficina, soy el jefe del garito y no puedo parecer un pordiosero.Estoy agitado, me siento como si estuviera sobre brasas, cualquier cosa que coma se me queda en el estómago, cualquier ruido me molesta y e
STEVENLa puerta se abre y Sarah hace pasar a las dos chicas al despacho.Mis ojos se encuentran inmediatamente con los de Olivia y todo desaparece a mi alrededor.¿Tan bien se veían la última vez?Inmediatamente mira hacia otro lado y Sarah tose para llamar mi atención.—Steven, ¿debo avisar a Alan de que han llegado nuestras invitadas? —Me pregunta y me mira con curiosidad para calibrar mi estado de ánimo.—Sí, por favor, llámalo. —Me levanto para ir hacia ellas y saludarlas como es debido—. Bienvenidas a Estados Unidos y a mi empresa, tomen asiento, por favor. —Señalo dos sillones colocados frente al escritorio.Olivia me mira con desconfianza, sin estar preparada para tanta amabilidad.Agacho ligeramente la cabeza para observarla mejor y me doy cuenta de que hoy parece más alta.Bajo la mirada y descubro el misterio: lleva unos zapatos con unos tacones de vértigo.—¿Le gustan mis zapatos, señor Parker? —pregunta con un ligero tono mordaz. Me sorprendió mirando sus pies.—No seño
STEVENSigo la salida de las dos mujeres con los ojos fijos en el trasero de Olivia.Hoy llevaba un traje rojo con una falda ajustada que le llegaba justo por encima de las rodillas y una chaqueta corta y ajustada con un top blanco debajo del que se ve el encaje del sujetador.Está guapísima con unos Louboutin negros de charol con la suela en el mismo rojo que el conjunto, hay que reconocer que la chica tiene buen gusto.Pero, ¿realmente no va a ir por ahí con ese aspecto?Aparte del insoportable frío que todavía hace estragos en la ciudad, será objeto de la atención de todos los hombres que tengan la suerte de cruzarse en su camino.¡No puede ser!Llamo a Mike por teléfono.—¿Señor? —responde tras el primer timbre.—¿Estás en el altavoz?—No señor.—Solo dime si los pájaros están en el nido —hablo en clave, esperando que me siga la corriente.—Sí, señor.—Bien... ahora cuelgo, dejas pasar unos minutos y luego cierras la ventana comunicante y me vuelves a llamar, las señoritas no debe
STEVENAlan me encuentra tumbado en el sofá, con el brazo doblado sobre la cabeza y un vaso de whisky apoyado en la mesita de café a mi lado.—¿Qué estamos celebrando? —aspira el contenido del vaso y arruga la nariz.No contesto, no tengo ganas de hablar, pero no contaba con la obstinación de mi amigo.—Steve, ¿me vas a decir qué pasa o debo seguir una corazonada?—¡No quiero hablar de ello! —respondo con brusquedad.Permanece en silencio durante unos instantes y luego me agarra por los brazos y tira de mí para que me siente con fuerza.—Vamos Steve... nunca ha habido secretos entre nosotros, siempre nos hemos contado todo —dice Alan mientras se sienta a mi lado.—Esto es ridículo. —Sonrío con la cara desencajada.—¿Qué crees que está mal? Soy rico, soy guapo —enumero con los dedos—, tengo una vida social satisfactoria, todas las mujeres caen a mis pies...—Pero te falta algo —concluye para mí con un tono empático.Aprieto los dientes para no contestar, pero ha acertado.—Oye, tío. —M
STEVEN¿Mi amor? ¿Con quién estás hablando?La miro mientras se levanta del sillón dándome la espalda.Se detiene frente a María, que la mira fijamente, con el ceño fruncido, como si le dijera con la mirada que termine con una llamada bastante inapropiada.—Vale, te llamaré más tarde para informarte de la hora de llegada... tómatelo con calma... mándame la ubicación y déjanos un armario amplio... jaja... te quiero, nos vemos esta noche. —Por fin termina con la maldita llamada. Se hace un silencio incómodo en la habitación, María se mete nerviosamente un chicle en la boca, que mastica ruidosamente, mientras Alan se sirve un vaso de agua y Olivia vuelve a sentarse frente a mí, mirándome descaradamente.—¿Dónde tenemos que firmar? —pregunta con falsa inocencia.Aprieto los dientes y abro la carpeta con las copias del contrato, arrojando los documentos sobre el escritorio, justo bajo sus ojos.Ahora mismo está preciosa, con sus ojos marrones brillando con desafío y su carnosa boca torci
STEVENAlan entra en el despacho y cierra rápidamente la puerta.Me encuentra inmóvil, con las manos en las caderas y la cara contorsionada por la ira, en el mismo lugar donde tuve a Olivia en brazos.Todavía no puedo superar las palabras que me dijo antes de huir como una cobarde, cuando para mí oler su perfume y sentir la suavidad de su forma sobre mí era una sensación excitante y embriagadora.Quise besarla, probar el néctar de sus labios, pero me apartó como si fuera el ser más baboso del planeta. Y luego esa frase sibilina... sobre que no está incluida en el contrato.¿Pero quién necesita de eso? Nunca he tenido que pagar por una mujer, y menos por una como ella, estoy acostumbrado a más.—Steve... ¿estás bien? —Alan me mira preocupado y me toca el brazo para llamar mi atención—. Olivia pasó junto a mí, como si el diablo le pisara los talones, ¿qué pasó?Me doy la vuelta y, de espaldas a él, camino hacia el escritorio, todo ello sin pronunciar palabra. Estoy demasiado enfadado y
STEVENMe quedo en el coche con las manos ancladas al volante, dejando a Alan el honor de meter a las chicas en el asiento trasero. Les abre galantemente la puerta del deportivo y les ayuda a subir.—Gracias Alan —dice Olivia, tomando asiento detrás del asiento del conductor—. ¿Cuánto tardaremos en llegar? —pregunta, ignorándome descaradamente.—En llegar al helipuerto unos veinte minutos y luego...—¿Helipuerto? ¿No vamos en coche? —le interrumpió ella, confundida.—Olivia, en coche tarda casi tres horas, los Parker tienen un helicóptero... Y en media hora estaremos en los Hamptons.La miro desde el espejo y la veo parpadear sorprendida, captando el reflejo de mis ojos. No entiendo cuál es el problema y decido intervenir.—¿Tienes miedo a volar? —le pregunto sin dejar de mirarla.—A mí no me da miedo, pero a María le aterra viajar en avión, para venir a Estados Unidos se ha atiborrado de tranquilizantes.La joven afectada nos mira confusa, no entiende de qué estamos hablando, pero a