STEVENEntro en la abarrotada sala con Olivia del brazo, orgulloso de mostrarla.Hace un rato, cuando se quitó la capa de los hombros, pude admirar el atuendo que había elegido para la noche y, créanme, no deja nada a la imaginación y me encuentro sumamente molesto por las miradas de los hombres presentes.Como de costumbre, mi madre exagera con el número de invitados, y aunque conozco a todos, me sobresalta el bullicio procedente de los diversos apiñamientos que se han formado.Ahí... ¡la reina me ha visto!Con una brillante sonrisa se acerca a mí, saludando a las personalidades presentes.Nuestra familia es muy prominente en la acomodada Nueva York, y desde temprana edad he masticado pan y política; de hecho, reconozco a dos senadores y sus recaderos entre los invitados.—Steven... querido, bienvenido —me da un beso en la mejilla contenta de verme.Su afecto es sincero, me adora como yo a ella.Sé poco de su vida antes de su matrimonio con mi padre, pero por lo poco que pude extraer
STEVEN—Steven querido, mira quién nos ha sorprendido... —la voz de mi madre me pilla aún pensando en la estratégica huida de Olivia.Me doy la vuelta muy lentamente, tengo la sensación de que no me va a gustar la sorpresa.—Julia... —mi ex-novia, la mujer que fue la artífice de mi cambio hacia el sexo débil, está de pie frente a mí, hermosa y elegante pero la mirada no miente, es tan fría y calculadora como siempre.Nos conocimos en la universidad y los primeros rasgos que me atrajeron de ella fueron su pelo rojo y esponjoso y sus ojos verdes de gato.En el campus, ella se ganó los corazones, pero solo yo fui capaz de ganarme el suyo... al menos eso creía.Nuestra relación duró mucho más allá del final de nuestros estudios y cuando estábamos a punto de empezar nuestras especializaciones, cada uno en su campo, decidimos irnos a vivir juntos.Al principio era un sueño, las cenas a la luz de las velas, las películas cuidadosamente elegidas cuyos finales nunca veíamos porque estábamos oc
STEVEN Después de hablar con Robert me quedé en el estudio para pensar, necesitaba estar solo para entender lo que me estaba pasando.Ver a la pequeña hada riendo y bromeando con mi amigo había provocado la habitual molestia en mi estómago y la sensación de náuseas amenazaba con abrumarme.Me alejé rápidamente para evitar golpear a Robert y, cuando nos encontramos cara a cara, intenté mantener mi enfado bajo control desviando la conversación hacia los retos laborales que nos esperan en un futuro próximo.—Mañana, en la reunión, te daré más detalles sobre los cambios que pretendo introducir en los planes originales, después de lo cual tendremos que organizar un reconocimiento del terreno, debemos ser capaces de anticiparnos a cualquier variable que pueda obstaculizarnos —le comuniqué mis deseos con el habitual ceño fruncido de un líder incuestionable. Aunque no sea mi empleado, soy yo quien asume el riesgo empresarial y pone el capital, así que se hace a mi manera—. Y... Robert —le d
STEVENAlan y yo llevamos quince minutos esperando a que las señoritas se dignen a salir, y mientras él pasa el tiempo en el coche escuchando música, yo me apoyo en el capó golpeando rítmicamente los pies en el suelo, impaciente.«Seguramente Olivia está adoptando esta nueva estrategia para molestarme», pienso, pero ¿no se ha dado cuenta de que cuanto más espere, más nervioso me pondré y peores serán las consecuencias?Las veo salir finalmente del portal, tanto ella como María se han cambiado de ropa y me siento culpable por pensar negativamente.Ambas llevan pantalones vaqueros y sudaderas con capucha y en los pies tienen... pantuflas.Ahora bien, dirán que es normal que una mujer lleve esos zapatos en casa, pero cuando tiene que reunirse con dos hombres del nivel social al que pertenecemos mi amigo y yo, como mínimo hay que estar presentable.Pero... tengo que admitir que están muy guapas con esas pantuflas de colores mientras caminan hacia mí, Olivia sin tacones y en vaqueros parec
STEVENLlego a casa a las cinco de la mañana.El ascensor privado que accede al ático de Parker Estate se abre con el habitual sonido de alarma.Me lo instalaron hace años, después de que una mujer, logró burlar al guardia, se colara dentro, violando mi intimidad.Afortunadamente yo estaba en el sofá viendo la pantalla grande del televisor y la bloqueé en las puertas del ascensor, la señora tenía la intención de que la noche que acabábamos de pasar juntos se convirtiera en una gran aventura amorosa.Eh, sí... Olivia tiene razón en cuanto a las mujeres que he tenido, realmente son muchas y para ser sincero, ahora que lo pienso, nunca he metido a ninguna en casa.¿Por qué ella?Tiro la chaqueta en el sofá, lo mismo la camisa y luego los pantalones.Sigo en calzoncillos mientras me quito también los calcetines y me paseo por la casa descalzo, como un animal enjaulado.Tengo una reunión importante dentro de unas horas y no tengo sueño, así que me dirijo a la nevera y cojo mi botella de ag
STEVEN¡Esta mujer me va a volver loco! Lo juro.Me visto rápidamente y, desde el interfono del ático, marco el número de extensión de Alan.—Ven aquí inmediatamente —le ordeno en cuanto me responde.Me pongo un par de zapatos cómodos, cojo la cartera, que meto en la parte trasera de los vaqueros, y me dirijo al ascensor, que acaba de llegar a la planta.Alan sale, paralizado.—¿Qué ha pasado? —pregunta, preocupado.—Olivia me llamó, estaba muy agitada... dice que alguien las está siguiendo y nos acusó de ser los instigadores —fuera de todo.Me mira dubitativo, con una ceja levantada.—¿Lo hiciste de nuevo Steve?—No, no fui yo, por eso estoy ansioso.—Tal vez se equivocó, quién la seguiría…—Alan —le interrumpo bruscamente—. Yo también he pensado en esta eventualidad, pero todavía no estoy tranquilo, tengo como un presentimiento... —Me llevó una mano al pecho, en un intento por hacerme entender.—¿Te ha dicho dónde están? —pregunta ahora más ansioso.—No, por otro lado, me dijo que m
STEVENTuve que mentir para convencerla de que confiara en mí, allí se quedó perpleja y luego intentó adoptar una expresión de indiferencia.¡Ahora jugamos con mis reglas, señorita Castello!Llegamos al coche, Olivia y María se sientan en el asiento trasero mientras yo conduzco y Alan se sienta a mi lado.El teléfono móvil suena y la voz de Sarah se propaga dentro de la cabina a través de la conexión Bluetooth.—Steven, ¿dónde estás? —me pregunta bastante preocupada.—Estoy en el coche con Alan, estamos en camino —le comunicó, aunque sé que debe estar bastante histérica. —La reunión estaba prevista para las catorce, llegas tarde —pero suena ligeramente alterada.Miro la hora... ya nos hemos pasado quince minutos.—Ha habido un pequeño... percance —le informo mientras miro a Olivia a los ojos a través del espejo.—Está bien Steve, entretendré a todos, pero no pierdas más tiempo —concluye, dando por terminada la llamada.Se hace el silencio, los únicos ruidos que se oyen son los de lo
STEVENNos tomamos el primer descanso tras dos horas de reunión y le hago señas a Sarah para que salga al pasillo.—¿Ha atendido las peticiones de la señorita Castello? —le pregunto nada más llegar.—Sí jefe, he enviado por correo electrónico la documentación de pago.La miro con extrañeza.—No me refiero a eso, quiero saber si te llamó desde el ático, María y ella son mis invitadas de esta noche y les dije que te encargarías de todo —luego agrego al ver que entrecierra los ojos—. Te lo explicaré más tarde…—Siempre tengo que ser la última en enterarme... de todas formas no, ni siquiera sabía que estaban ahí —responde picada.Extraño... ¿quizás me da vergüenza relacionarme con mi secretaria?Me acerco al interfono y marco el número interno de mi casa, suena varias veces, pero nadie responde.La ansiedad empieza a hacerme sudar y me aflojo el nudo de la corbata mientras escucho el teléfono descolgado y un pensamiento me viene a la cabeza.Se han ido.Le grito a Sarah que busque a Alan