Y su nueva víctima es... oh no. "¡JAIMITO!" grita como si anunciara al ganador de un concurso. El pobre —o afortunado, según cómo se mire— la sigue con una sonrisa estúpida y los brazos levantados, gritando: "¡La vida es una sola, yujuuuu!" Estefan se ríe tan fuerte que casi se le cae el vaso. Y yo… yo solo me recuesto contra el respaldo de la silla, respirando hondo, agradeciendo que por ahora nadie se haya dado cuenta de mi pequeño colapso interno. Mientras Jaimito sube al escenario como si fuera el protagonista de un musical demente, pienso que definitivamente esto ya se salió de control. Y aún no es medianoche. Las chicas estarán haciendo lo mismo o su despedida será más tranquila. Después de un largo rato salgo a la zona de fumadores. No fumo pero necesito un respiro. "Así que así se divierten los asquerosos chupa sangre." Otra vez su voz. Reconocería ese tono sarcástico en medio de un huracán. Me doy vuelta despacio, intentando fingir que no me remueve nada, que no me
“Los invitados están llegando” anunció María desde la puerta, con una sonrisa radiante y el rostro iluminado por la emoción. Su vestido en tono lavanda pastel le sentaba de maravilla; nunca la había visto tan elegante, y al mismo tiempo tan ella. “Los guardias se encargan de recibirlos, y la verdad… todo está saliendo de maravilla afuera.” Asentí mientras me levantaba para mirar por la ventana. Desde allí podía ver los autos acercarse por el camino de piedras, uno tras otro, como si todos los mundos hubieran decidido reunirse aquí hoy. Vampiros y humanos… todos con sus mejores galas, todos con una invitación en el bolsillo y la emoción en los ojos. “¡Dios, falta muy poco!” soltó Clara con un quejido ahogado, apretando los dedos en su regazo mientras se retorcía en la silla. La maquilladora la miró por encima de los lentes con una expresión que decía más que mil palabras. “Si te sigues moviendo así, vas a llegar a tu boda pareciendo payasita de circo” le dijo sin rodeos, mientras s
Ella sonríe contra mis labios. “Estás hermosa” susurra, y siento que el mundo se vuelve un poco más brillante solo por cómo me mira. Dios… estoy enamorada hasta las patas de esta mujer. No hay otra forma de decirlo. No hay metáfora bonita ni palabras elegantes que lo expliquen mejor. Es un amor que me quema por dentro, que me sostiene, que me vuelve loca y al mismo tiempo me da paz. Es ella. Mi vampirita. Mi caos y mi calma. Acaricio su mejilla con el dorso de los dedos, mientras el bullicio de la casa parece desvanecerse por un instante. “Me alegra que llegaste a tiempo” le digo en voz baja. “Estaba empezando a pensar que tendría que ir a buscarte para arrastrarte de las orejas hasta aquí.” “No me tientes” responde con esa sonrisa suya que me desarma. “me encanta cuando te pones brava.” Rodé los ojos y contuve la risa, pero no pude evitar besarla una vez más. Rápido, suave, como un suspiro. No había tiempo para más… pero me habría quedado ahí el resto del día. La música empez
Los votos fueron maravillosos. Las palabras de amor que se intercambiaron no solo sellaron su compromiso, sino que también arrancaron más de una lágrima entre los presentes. Las mías, por supuesto, y las de Jeanet, que intentaba disimularlas con una sonrisa torcida mientras le pasaba un pañuelo a Grettel que no entendía por qué todos lloraban, pero igual imitaba nuestras emociones. Fue perfecto. Y entonces llegó el momento de sellar el pacto. Clara y Estefan firmaron los registros con manos temblorosas pero firmes, mientras el maestro de ceremonia declaraba que la unión era oficial. Y luego... vino el beso. Ese beso que ambos esperaron con ansias, que no era solo una tradición, sino una promesa viva. Fue suave, pero cargado de intensidad. Largo, pero lleno de ternura. Un beso que hablaba de todas las batallas superadas, del fuego y del hielo que aprendieron a templar juntos. Los aplausos estallaron como una ola imparable. Vitoreos, risas, aullidos y silbidos llenaron el jardín,
“Sí, sí” Katty bufó “Ya los vi a todos comportándose como si fueran parte de una comedia romántica. Hasta tú, Samantha, con tu cara de “voy a explotar de emoción” cada dos minutos.” “Yo no tenía cara de eso” repliqué, frunciendo el ceño. “La tenías” dijeron ambas al mismo tiempo. Y luego se miraron. Y se rieron. Era raro. Casi agradable. Tres mujeres que normalmente chocaban más que el hielo con el fuego, sentadas compartiendo un momento de paz. Sin necesidad de competir. Sin sarcasmos venenosos (o no tanto). Solo siendo. “Admito que ustedes dos hicieron un buen trabajo como madrinas” dijo Katty finalmente. “No fue tan terrible como pensé.” “Eso fue un cumplido, ¿verdad?” preguntó Cassandra. “Tan cerca como van a tener uno de mí.” “Lo tomo” dije, alzando mi copa. “Brindemos entonces” sugirió Cassandra. “Por la boda, por los novios, por no terminar a mordidas.” “Y porque tú no terminaste en tu ataúd a mitad de la fiesta” le dije, sonriendo. Cassandra me guiñó un ojo. “¿Quién
Caos Cassandra Voss Parece que el tiempo volara, parece que hace unas semanas celebrábamos la boda de Estefan y hoy ya los tenemos de vuelta de su luna de miel en Acapulco. Increíble. Me alegra tenerlos en casa nuevamente, desbordando amor hasta por los poros. Observo a la mujer que tengo a mi lado, está profundamente dormida. Se ve tan hermosa. ¿Será normal que me encante verla dormir? ¿Qué adore el movimiento de su respiración, la forma en que su pecho sube y baja con calma? Su pelo cae sobre la almohada como un velo oscuro, y por momentos me dan ganas de despertarla solo para escuchar su voz susurrándome algo al oído. Pero no lo hago. Me basta con tenerla aquí, cerca, respirando conmigo. No tiene idea del efecto que causa en mí. Podría pasar horas mirándola sin cansarme, y aún así sentir que no es suficiente. A veces me pregunto si ella lo sabe, si es consciente del caos que deja en mi interior con una simple sonrisa. Afuera, la casa está en silencio, apenas interrumpida por
No puedo negar que las pesadillas no me dan tregua por las noches. Fragmentos borrosos, imágenes que se diluyen apenas abro los ojos, pero que me dejan con el corazón latiendo demasiado rápido y una presión en el pecho difícil de ignorar. He ordenado triplicar la seguridad. Todo estará cubierto. No hay razón para temer. Y aun así... esta sensación no desaparece. Es como si algo me estuviera observando desde la oscuridad, esperando el momento justo para hacer su jugada. Respiro hondo, pero no me calma. Acaricio la superficie suave de la caja cerrada. Aun con el anillo en mis manos, con todo planeado, con el amor latiendo en cada paso... siento que algo no está del todo bien. El sonido de unos pasos me alerta, siento cómo se acercan hasta la puerta de mi despacho y, en el último segundo, alcanzo a guardar la cajita en el cajón. “¿Qué tienes ahí?” pregunta Isabela, analizándome con la mirada como solo ella sabe hacerlo. “Nada que sea de tu incumbencia… solo cosas. Cosas mías” respon
Le susurré la invitación, casi temiendo su respuesta… pero me dijo que sí. Algunas preguntas por la intriga de no dar detalles, pero con ese simple “sí” que aún resuena en mi pecho. Gracias a nani María, por empujarla a mis brazos. Después de eso, nos retiramos a descansar. Con el corazón más liviano. Con el alma un poco más cerca. Mañana Samantha Zimmerman se volverá mi prometida. El estruendo me arrancó del sueño y, antes de que pudiera entender qué pasaba, mi cuerpo salió despedido por los aires. Sentí el impacto contra el suelo, el golpe seco en mis costillas al dar contra lo que parecía ser un poste… o tal vez el clóset o la puerta. La habitación temblaba a mi alrededor. Un zumbido agudo me ensordeció, dejándome aturdida por unos segundos. Toso, tragando polvo, y abro los ojos con dificultad. La oscuridad se ha vuelto densa; el aire caliente huele a cenizas. Mi corazón late con fuerza cuando me esfuerzo por incorporarme. Lo primero que ven mis ojos es el caos. La mitad de la