capitulo 248

Los votos fueron maravillosos.

Las palabras de amor que se intercambiaron no solo sellaron su compromiso, sino que también arrancaron más de una lágrima entre los presentes. Las mías, por supuesto, y las de Jeanet, que intentaba disimularlas con una sonrisa torcida mientras le pasaba un pañuelo a Grettel que no entendía por qué todos lloraban, pero igual imitaba nuestras emociones.

Fue perfecto.

Y entonces llegó el momento de sellar el pacto. Clara y Estefan firmaron los registros con manos temblorosas pero firmes, mientras el maestro de ceremonia declaraba que la unión era oficial.

Y luego... vino el beso.

Ese beso que ambos esperaron con ansias, que no era solo una tradición, sino una promesa viva. Fue suave, pero cargado de intensidad. Largo, pero lleno de ternura. Un beso que hablaba de todas las batallas superadas, del fuego y del hielo que aprendieron a templar juntos.

Los aplausos estallaron como una ola imparable. Vitoreos, risas, aullidos y silbidos llenaron el jardín,
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