KATIA VEGA
—¡¿Qué crees que haces?! —exclamó Ivonne en cuanto saqué un par de billetes de su bolso.
—Dile a tu «amado» jefe que te pague lo que tomé —contesté con los dientes apretados y buscando un taxi con la mirada mientras Ivonne metía a la niña al asiento trasero del auto.
—Me robas y, a parte… ¿no planeas regresar con nosotras? ¿Qué esperas que le diga al señor Saavedra? —preguntó cruzada de brazos.
—¿Mami? ¿No vendrás? —preguntó Emilia angustiada, asomada por la ventana.
—Regresaré más tarde, cariño, lo prometo —contesté con gentileza, sabiendo perfectamente que el idiota de Arturo debía de estar en la cárcel. ¡Era tan imprudente!
—Siempre y cuando Marcos te acepte de vuelta… —
KATIA VEGA —¿Cómo se te ocurrió algo así? —pregunté con pesar, pero… conocía a mi hermano, sabía lo impulsivo que podía ser. —Katia, Emilia es mi hija, no de Marcos. Tengo que recuperarla. —No creo que sea tan fácil. —¡Por favor! Marcos Saavedra es un hombre frío, de seguro al enterarse de que Emilia no es su hija, no la querrá ver jamás. ¿Qué tan difícil puede ser recuperarla? —preguntó fastidiado, sobándose las sienes. —Permite que sea yo quien se encargue… —pedí en cuanto puse la mano en la puerta del auto, lista para salir. Después de llegar a la comisaría y sacar a mi hermano de ahí, él se ofreció a traerme a la casa. Por precaución le pedí que se estacionara un
KATIA VEGAHabía decidido irme a la sala, me dolía el corazón y el orgullo. Por si fuera poco el sufrimiento que ya cargaba conmigo, escuché gemidos fuertes saliendo de la habitación. Era Ivonne quien parecía no poder controlar su gozo.En lo primero que pensé fue en Emilia. ¿Escucharía tales ruidos? ¿Podría dormir? Subí las escaleras, con el corazón rompiéndose en miles de pedazos conforme los gemidos desesperados taladraban mis oídos. Llegué hasta la habitación de Emilia y noté que dormía plácidamente, pero… aunque su sueño era bastante pesado, no pude evitar notar que fruncía el ceño y se revolvía. El ruido estaba a punto de despertarla y eso sí que no lo permitiría.
MARCOS SAAVEDRA—Emilia es mi hija, por eso fui a la escuela, porque quería verla, porque… quería acercarme a ella y conocerla —contestó Arturo levantando a Katia del suelo—. No comprendo, si no quieres a mi hermana, si la maltratas y la humillas, ¿por qué te casaste con ella? ¿Por qué la retienes? ¡¿Qué carajos te hizo para que la odies tanto?!Mi mirada se despegó de esa hoja que afirmaba que Emilia era su hija y entonces me di cuenta de la manera en la que Katia se refugiaba entre sus brazos, con la mirada perdida y las lágrimas cayendo por sus mejillas.—Pero descuida… Me la llevaré, no volverás a saber de ella. Juro que no volverá a posarse en tu camino, señor Saavedra —agreg&oacu
KATIA VEGA—Creo que lo mejor en este momento es permanecer juntos… —dijo mi madre sentada cómodamente en el sillón frente a nosotros, con mi padre a su lado, tomándola de la mano—. La grosería que le hicieron a la familia Saavedra no pasará inadvertida.—¿Grosería? ¿Qué hay de lo que ellos nos hicieron? —preguntó Arturo con molestia—. ¡Ese hombre golpeaba y humillaba a tu propia hija!Posé mi mano sobre la suya, intentando calmarlo. No resolvería nada exaltándose así.—No, Kat, no los defiendas. Te vendieron como un maldito animal y voltearon hacia otro lado mientras tú sufrías —reclamó Artu
KATIA VEGA—Escoge el equipo que quieras… —dijo Yael con media sonrisa, tomándome por sorpresa—. Que lo carguen a mi cuenta.—¿Qué? No podría —contesté sorprendida—. No quiero traerte problemas.—Descuida, este lugar es mío, es el negocio que pude levantar con lo poco que le quedaba a la familia Esquivel, telefonía y equipos. Me está yendo bien —agregó mientras se alejaba de mí—. Velo como un regalo para festejar tu próximo divorcio.Me guiñó un ojo antes de darme la espalda e irse, aún riendo divertido.•••Sal&i
KATIA VEGAEra curioso cómo las personas cambiaban con el alcohol o tal vez era el dolor lo que había hecho que Marcos bajara la guardia y pudiera mostrarme a ese hombre sencillo y ansioso de libertad que vivía dentro de él.—Tantos años la esperé… Creyendo que Emilia era el producto de esas noches que habíamos compartido en secreto —dijo Marcos con una sonrisa de medio lado, girando su vaso, viendo como la luz atravesaba el líquido ambarino—. Ahora resulta que la niña no es mía. ¿Por qué no me lo dijo?—Supongo que nunca lo sabremos —contesté empinándome la botella—. Aunque… creo suponerlo. Ella quería un buen futuro para su hija y mi hermano… bueno, creo que la fama y lo
MARCOS SAAVEDRADespués de deshacerme de Ivonne y llevar a Katia hasta nuestra habitación, me quedé embelesado con sus mejillas sonrojadas y sus pupilas dilatadas, oscureciendo sus ojos. Estaba nerviosa y aún parecía herida. —Quédate conmigo… —No la necesitaba, el alcohol en mis venas no era suficiente para hacerme sentir incapaz de valerme por mí mismo, pero ya no sabía qué más hacer para retenerla, aunque fuera esa noche.—No puedo… —susurró y, con ambas manos en mi pecho, intentó hacerme a un lado, sin lograrlo—. Tengo que irme. No tuve que entrar a esta casa… No tuve que buscarte…Se estaba arrepintiendo y el miedo me invadió. Necesitaba unos minutos más, deseaba su calor, s
MARCOS SAAVEDRADías de no poder dormir me pasaron factura. Volteé hacia un lado y me percaté del reloj sobre la mesita de noche, ya pasaban de las diez de la mañana. Eso era nuevo, siempre me levantaba antes de las cinco para que mi día rindiera.De pronto recordé lo que había sucedido, la hermosa mirada de Katia resplandeció en mis recuerdos con tanta nitidez que fue como tenerla enfrente. Tentando el colchón a ciegas, busqué su cuerpo, ansioso por sentirla, por encontrarme con su espalda desnuda, por recorrerla con mis labios y volver a tomarla.Como bien me temía desde hacía tiempo, esta clase de encuentros entre ella y yo solo provocarían que Katia dominara mi razón.Cuando