Capítulo 136: La trampa de un hombre enamorado

LISA GALINDO

En cuanto el auto se estacionó frente al enorme pórtico de la finca, me quedé maravillada por la arquitectura y los colores. A lo lejos se veían los viñedos, llenos de verdor. El lugar parecía un edén.

Los autos del resto de la producción llegaron a los pocos minutos, incluyendo a las modelos que participarían en la publicidad.

—¿No es hermoso? —preguntó Antonio viendo todo tan asombrado como yo.

—Sí, es… fantástico —contesté y de nuevo la incertidumbre me embargó—. ¿De quién es este lugar? Yo sé que te emociona mantenerlo secreto y piensas que será una gran sorpresa, pero…

—¡Bien! Ya sé que no te gusta lidiar con las sorpresas —contestó plantándose frente a mí, dominándome con sus enormes ojos avellana—. Tu amigo me llamó, me dijo que quería publicidad para su empresa de vinos, pues quiere comenzar a mandar su producto a otros países.

—¿Mi amigo? —pregunté confundida, frunciendo el ceño—. Yo no tengo amigos.

—Oye… pero no debes de sentirte mal por eso —contestó dándo
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