Capítulo 144: Luciérnagas en el estómago

LISA GALINDO

Antes de que el cielo clareara, una suave brisa jugó con mis cabellos, haciendo que su caricia me hiciera cosquillas. Cuando abrí los ojos me di cuenta de que no se trataba de mi cabello, sino de los dedos de Arturo que parecían estar conectando las pecas de mis mejillas. Cuando posé mi atención en él, sonrió.

—Abriste los ojos y amaneció de pronto —dijo en un susurro haciendo que me sonrojara, escondiendo mi rostro contra su pecho.

—¿Desaparecieron las luciérnagas? —pregunté sentándome a su lado.

—Se escondieron en tu mirada… —agregó volteando hacia el viñedo ante nosotros, que se veía distante y hermoso, con esos colores morados y naranjas proyectados por el cielo.

—Estás muy poético —contesté presionando mi boca contra su hombro.

—No solo soy una cara bonita. —Sonrió como hace tiempo no lo hacía, llenándome el corazón de dicha. Acerqué mi mano a su mejilla y la acaricié con dulzura, atrayendo su atención hacia mí. Sus ojos castaños eran los más hermosos que había vi
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