Capítulo 129: Cuando algo va mal, puede ponerse peor 

LISA GALINDO

En cuanto el procedimiento terminó y pude recuperarme de esa etapa de alucinaciones, dolor y sopor, no esperé a que los doctores vinieran a darme de alta. Me quité la bata y busqué mi ropa en el clóset. 

De pronto giré la cabeza para ver mi reflejó en el espejo detrás de mí, mi espalda ya no parecía deformada, tampoco tenía exceso de piel, por el contrario, era como si me hubiera enfundado un vestido sumamente apretado. 

Unas largas líneas nacían desde mis omoplatos y se unían hacia mi cintura, como una «v» que nunca se cerraba. Esas cicatrices serían las únicas que me quedarían como recuerdo de Arturo. Lo único que me haría pensar en él los años siguientes.&

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