LISA GALINDO—Lo primero será curar su piel… Si empezamos por la columna, durante el manejo podemos provocar que la piel quemada se desprenda, haciendo que se vuelva un proceso complicado y doloroso —dijo la doctora del otro lado del escritorio mientras permanecía con la mirada perdida.Antes de aceptar formalmente el puesto de corresponsal, había algo más que tenía que hacer y eso era pagar mi deuda. No quería irme sin hacerlo. —Entiendo… —contesté melancólica, recordando como borré cada foto de Arturo que había atesorado, entregándole a él la única copia de mi más grande tesoro. Supongo que no tenía problemas en admitir a mí misma que me gustaba más que como un amigo. Era un hombre muy guapo, no por nada se había convertido en un actor muy acosado—. Solo que… el paciente no creo que esté dispuesto a escucharme. ¿Hay manera de que ustedes…? Que extraña consulta. ¿Cómo podía pedirles a los médicos que fueran ellos los que acudieran al paciente cuando en realidad debía de ser al revé
LISA GALINDOEn cuanto el procedimiento terminó y pude recuperarme de esa etapa de alucinaciones, dolor y sopor, no esperé a que los doctores vinieran a darme de alta. Me quité la bata y busqué mi ropa en el clóset.De pronto giré la cabeza para ver mi reflejó en el espejo detrás de mí, mi espalda ya no parecía deformada, tampoco tenía exceso de piel, por el contrario, era como si me hubiera enfundado un vestido sumamente apretado.Unas largas líneas nacían desde mis omoplatos y se unían hacia mi cintura, como una «v» que nunca se cerraba. Esas cicatrices serían las únicas que me quedarían como recuerdo de Arturo. Lo único que me haría pensar en él los años siguientes.&
ARTURO VEGA—La cirugía fue un éxito, la piel está en buenas condiciones, los inmunosupresores están ayudando a que tu cuerpo la acepte con mucha facilidad —dijo la doctora mientras revisaba con atención los injertos en mi brazo.—¿Quién donó la piel? —pregunté con actitud casual.—Lo siento, pero no tenemos permitido responder eso —agregó nerviosa, tomando distancia.—Así es, ella nos pidió que no mencionáramos su nombre…—¡Daniel! —exclamó la doctora regañando a su esposo quien parecía divertido.&mda
LISA GALINDOMientras peleaba con el vestido frente al espejo, recordaba que hacía un año Arturo se había cubierto con mi piel, aunque eso no era suficiente para que pudiera sentir empatía por mí. Cada día me pregunté un sinfín de veces cómo estaría, si su cuerpo no la habría rechazado, si sus piernas por fin estarían curadas o habría perdido la movilidad para siempre. Confiaba en los doctores que habían trabajado con él, eran los mejores de toda Europa.—Te ves preciosa… —dijo mi jefe en cuanto me vio en el vestíbulo del edificio donde se realizaría la reunión.—¿Bromeas? Te dije que no me gustaba esta clase de vestidos… —agregué molesta mientras me
LISA GALINDOTony me había dejado por ir a buscar un par de copas. Aunque mi presencia aquí no era para festejar sino para trabajar, mi jefe parecía tener intenciones de darme algunos permisos. Jamás me imaginé entre tanta gente poderosa, bebiendo y comiendo, supuse que tenía que aprovechar.Ajusté el lente de mi cámara y comencé a sacarles fotos a todos, capturando sonrisas y brindis. El reflejo de la opulencia. Esas eran las caras de personas que dormían plácidamente sin preocuparse si el día de mañana tendrían comida en la mesa o les alcanzaría para pagar la renta.De pronto sentí algo que me atravesó, una clase de energía que parecía llamar mi atención. Giré sobre mis talones,
LISA GALINDO—¿Conoces al señor Vega? —preguntó Tony en cuanto nos alejamos.—Sí, hace algún tiempo yo… hacía reportajes de él —contesté mientras mi corazón ardía. —Vaya… Dicen que él y su hermana han levantado el viñedo familiar y ahora son una empresa consolidada y fuerte. —Parecía admirarlo y eso me comenzó a molestar. —¿Podemos cambiar de tema? —inquirí con una sonrisa fingida que no pude sostener por mucho tiempo. —Bien, ¿te parece si… nos alejamos un poco de toda esta gente? —Me tomó de la mano y me dirigió hacia el balcón que tenía una vista asombrosa de la ciudad. Era gracioso como todo podía cambiar de pronto. Antes de que comenzara la fiesta tenía cierta ilusión por este momento, sabiendo perfectamente lo que me diría Tony, cuáles eran sus intenciones, y estaba dispuesta a aceptar salir con él y comenzar una relación bonita, pero después de ver a Arturo, todo se había puesto de cabeza.Era el único hombre que me ponía nerviosa y al mismo tiempo sentía que podía ser yo mi
ARTURO VEGAEsa noche no pude seguir tolerándolo, no podía ver esos acercamientos que tenía Lisa con su jefe, el corazón me ardía peor de lo que había ardido mi carne, así que decidí regresar a la villa antes de volverme loco frente a todos. Sin esconder mi furia, exigí que ningún sirviente ni enfermera se me acercara, necesitaba tiempo, espacio para poder procesar mi frustración. De pronto me percaté de mi espejo en la habitación, cubierto con una sábana pues no toleraba ver mi reflejo, la mitad de mi cuerpo estaba lleno de cicatrices grandes y tortuosas. Arranqué la sábana para poder verme una vez más, me quité los guantes y la máscara para ver como esas líneas deformaban mis facciones. Como bien había dicho, mi carne ya no era esa masa roja y palpitante tan desagradable, pero mi piel nueva se había adosado a la piel vieja de manera grotesca, retorciéndose en nudosas líneas que atravesaban mi rostro. No quedaba nada de aquel hombre que tenía potencial para ser uno de los actores m
LISA GALINDODesde que Antonio me dijo el nuevo proyecto, una punzada de desconfianza se aferró a mi corazón, algo olía mal en todo esto, aun así, alisté mi materia, revisé mi cámara y me llevé todo lo necesario. Antonio llegó a mi edificio muy temprano por la mañana, los de iluminación, maquillistas y las modelos llegarían directamente a la locación. Por lo general usábamos unas bodegas donde teníamos el control de todo para sacar las mejores fotos, pero en este caso el empleador quiso que visitáramos el sitio donde hacía su producto. Habría puesto muchas excusas para no ir, pero al saber que se trataba de una empresa de vino y que las fotos las tomaríamos en un viñedo, supe que sería mejor ir ahí, ese tipo de lugares tenían escenarios muy hermosos que podrían ir de maravilla para la publicidad. —¿Estás lista? —preguntó Antonio en cuanto me vio trotar hacia su hermoso auto, un Mercedes Benz negro. —Sí, creo que no me falta nada —contesté plantándome frente a él y mientras revisaba