Capítulo 109: Nunca le digas a una mujer que se calme

MARCOS SAAVEDRA

Sin preguntar ni pedir permiso, entré a la habitación de Arturo, tomé a Stella del brazo y la empujé fuera, cerrándole la puerta en las narices antes de que intentara entrar. —¡¿Qué te pasa?! —exclamó Arturo y en cuanto volteé, me recibió con un golpe que apenas pude esquivar.

—Katia ya intentó hablar contigo de manera civilizada y parece que no entiendes… —contesté divertido al verlo tan furioso—. Créeme, Arturo, Stella no es la única mujer que sabe follar.

—¡Cabrón! ¡Cuida tu puta boca! —gritó furioso acercándose de nuevo con los puños en alto. En ese momento sostuve mi teléfono ante sus ojos mientras reproducía el video de mi oficina.

—¿Para qué desgastarme hablando si puedo mostrarte esto? —Noté como poco a poco la ferocidad de su rostro se iba desvaneciendo y sus puños se abrían para poder tomar el celular.

Quise ser empático y pude imaginarme como se debía de sentir. Yo no sabía qué haría si viera algo parecido con Katia como protagonista.

—Esto no es cierto…
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