UGPEM. CAPÍTULO 32. ¡Entonces me cargas!Liam estaba de pie junto a la única ventana de la cabaña, vigilante, con todos los sentidos alerta, tenía la adrenalina a tope y sentía como si el corazón le fuera a salir volando del pecho de un momento a otro. Pero el silencio en el bosque era tal que si un hombre hubiera pisado una rama a un kilómetro probablemente se habría escuchado.Mientras, Max buscó en el único armario. Había ropa con olor a guardado, pero estaba limpia, sacó algo que le serviría y por suerte encontró unas botas más chicas que los zapatos de Liam.Y como en toda cabaña de caza no podía faltar, había varias armas y cajas de balas en el fondo del armario.—Cálmate, la puerta está asegurada, estamos rodeados de rifles de caza y municiones —le dijo Max—. Además te garantizo que no nos van a encontrar.—¿Cómo estás tan segura? —murmuró Liam.—Porque para encontrarnos en la noche tendrían que saber rastrear, y esos apenas parecían capaces de masticar su propia comida —gruñó
UGPEM. CAPÍTULO 33. El hogar que te merecesMax sintió que su cuerpo se estremecía ante la idea y gimió aún más cuando él la penetró con un dedo, moviéndolo con habilidad dentro de ella.—¿Te gusta? —le preguntó Liam besando su cuello y Max no pudo responder, solo asintió débilmente mientras él la levantaba, haciéndola enredar las piernas en su cintura para luego apoyar su trasero en un pequeño muro que salía de la pared.La calidez de Max sobre su vientre era como un desafío a aquella erección feroz con que la rozaba hasta desesperarla.—¿Estás lista para esto, nena? —susurró Liam en su oído.—¡Por favor! —suplicó Max devorando su boca.—¿Qué? Dime —sonrió él.—¡Tú sabes! ¡Ahora! —gruñó ella a punto de golpearlo.—No, no lo sé. ¿Será... esto? —preguntó Liam y Max gimió fuerte cuando sus caderas la impulsaron contra la pared, penetrándola, haciendo que entrara despacio, centímetro a centímetro hasta perderse completamente dentro de su cuerpo.—¡Dios! —jadeó ella.—Pero mis amigos me d
UGPEM. CAPÍTULO 34. AcurrucadosLiam abrió los ojos despacio, envuelto en aquella somnolencia cansada, y sonrió cuando lo primero que vio frente a él fue el rostro sereno de Max. No podía explicar los sentimientos que le provocaba aquella mujer, habían sido muchos y muy variados desde que la había conocido, pero definitivamente todos habían desembocado en una espiral de deseo y ternura que él no había experimentado nunca antes, al menos no por la misma mujer.Le acarició un mechón de cabello que le caía sobre la cara y se lo apartó, era una mujer muy hermosa, con un cuerpo de infarto y un carácter muy difícil, y todo eso estaba empezando a gustarle demasiado. Solo quería que estuviera bien y feliz.Por desgracia una idea llevó a la otra y a la mente de Liam volvió el maldito secuestro y las palabras de aquellos hombres diciendo que iban a violar a Max hasta que la mataran. Su cuerpo se tensó de impotencia y la estrechó con fuerza.—Todo está bien, muñeco —la escuchó murmurar contra su
UGPEM.CAPÍTULO 35. ¡Tiene que decirle la verdad!—Necesitamos poner un par de argollas de hierro sobre esta cama —ronroneó Max cuando él se inclinó sobre ella para besarla.—Ya lo creo que sí —susurró Liam en su oído mientras empezaba a acariciarla y la ropa se les perdió en un instante.Los gemidos de Max en aquella habitación se escuchaban más hermosos que en cualquier otro lugar del mundo, y mientras aquel clímax los arrastraba a ambos, Liam se dijo que se aseguraría de que aquella cama solo fuera para los dos a partir de aquel momento.Al día siguiente él no estaba muy animado para ir a la oficina, pero Max lo arrastró fuera de la cama, conquistándolo con lo sexy que se veía en corbata y que solo ella sabía la fiera hambrienta que había debajo.Liam se sumergió en el trabajo apenas llegó a la oficina y Max salió directamente a ver a Garret Grissom a su despacho.—¿Para esto te contraté? ¿No me dijiste que ibas a mantenerlo a salvo? —gruñó el viejo apenas la vio entrar.—Para empez
UGPEM. CAPÍTULO 36. ¿¡Me vas a dejar así?!Liam podía haber puesto mil "peros" a esa decisión tan unilateral de Max de ponerlo a entrenar, pero lo cierto era que no quería, porque cada vez que cerraba los ojos todavía podía ver a aquel infeliz manoseándola y eso le revolvía el estómago más veces al día de las que ya era capaz de soportar.Si hablaba vulgarmente, la realidad era que sentía que no tenía derecho a follarse a una mujer a la que no podía proteger, ni se merecía tener a una esposa que pasara media vida salvándole el trasero, porque al final él sí llevaba la cuenta y ya iban dos veces que Max estaba en peligro por su culpa.Decir que era sencillo entrenar con Lyon era una burda mentira. El exmilitar tenía su altura y su complexión pero era como si el instinto le viniera de fábrica. Sabía dónde golpear y cómo, evidentemente eran muchos años más de entrenamiento, pero Liam ponía todo de su parte y aguantaba los golpes sin protestar.Habían limitado la oficina a las mañanas. Al
UGPEM. CAPÍTULO 37. Una mujer… embarazada—¿Y qué quieres? ¡Todavía hay gente en la oficina!Liam la atrapó rápidamente y le dio la vuelta, pegando la pequeña espalda de Max a su pecho. Entrelazó los dedos con los suyos y la hizo apoyar las manos en el escritorio mientras él apretaba aquella erección feroz contra sus nalgas y le hablaba en el oído.—Bueno, entonces déjame contarte lo que va a pasar cuando toda esta gente se vaya —murmuró en su oído con una voz tan ronca que Max jadeó de anticipación—. Cuando no quede nadie voy a cerrar esas cortinas, y te voy a poner aquí, en esta misma posición mientras te abro la blusa... quiero ver lo duros que se van a poner tus pezones cuando los acaricie, cuando me los meta en la boca y los chupe...—¡Liam...!—...Y los muerda. —Liam sintió cómo el cuerpo de Max se tensaba y sonrió para sus adentros—. Voy a poner mi mano en el medio de tu espalda y te voy a obligar a apoyarte en esta mesa, con el trasero en pompa solo para mí. Te voy a levantar
UGPEM. CAPÍTULO 38. La dura realidadMax se detuvo frente a las puertas del ascensor, estaban por abrirse y todo lo que quería era entrar y marcharse de allí. Sentía una punzada dolorosa a un costado del pecho y no quería saber qué era, solo sabía que no se había sentido tan mal en mucho tiempo.Pero cuando finalmente las puertas se abrieron Max no se movió. Aquel pensamiento cruzó su cabeza: ella estaba allí para cuidar a Liam, para proteger a Liam, nada más."No es tu marido... es tu cliente. No es tuyo, no es de verdad. ¡Maldita sea, no es de verdad!"Max apretó los labios intentando contener las lágrimas cuando sintió a Liam llegar detrás de ella.—Nena, lo siento. ¡Lo siento mucho, de verdad! —murmuró él sin saber cómo tocarla o si siquiera ella iba a permitírselo—. Max...—Voy a esperar en la oficina a que resuelvas tu... asunto. Avísame cuando termines para irnos a casa —murmuró ella con una voz tan fría que Liam se estremeció.—Max, no, escúchame... ¡Escucha, esto tiene que se
UGPEM. CAPÍTULO 39. No nos vamos a divorciarLiam se puso lívido en un segundo.—Max... ¿de qué hablas? ¿Qué tiene que hacer mi padre metido en esto?—Creo que estás olvidando por qué nos casamos —murmuró ella sin ninguna expresión en la voz—. Lo hicimos para evitar el escándalo en tu familia, la quiebra de la empresa.—¡Max!—¡Es la verdad! ¡Deja de querer tapar el sol con el maldito dedo! —exclamó ella—. Este fue un matrimonio de conveniencia y tienes que ver con tu padre qué es lo que más les conviene ahora porque el escándalo que se avecina...—¡No me importa! —replicó él llegando junto a ella y tomando su rostro entre las manos—. Sí, va a haber un escándalo, ¿y qué? Ya buscaremos la forma de lidiar con eso. Ya lidiamos con cosas peores, ¿no?Max apartó sus manos con suavidad y se alejó.Liam sintió ganas de romper algo, pero se contuvo, después de todo, era imposible que ella no lo rechazara. Saber que su marido tenía por ahí una mujer embarazada no era un golpe fácil de encajar.