—Porque se le nota, tiene cara de vicioso y depredador, lo sé —murmuró Danna—, pero con nosotras jamás se propasó en los entrenamientos, es más, apenas si nos tocaba. —Pues quizás a ti no porque es obvio que no eres de las dóciles, pero al resto de chicas que entrenó, no lo dudaría —sentenció Ted.
El rostro de Loan se ensombreció en un segundo y miró a Danna con la incredulidad retratada en los ojos. —Danna ¿Qué es esto? —siseó con mientras sus dedos se cerraban con ferocidad sobre la tela del suéter. Danna se miró el brazo y lo cubrió de inmediato. —Es de lo que quería hablarte, pero quie
La abrazó con suavidad y la sintió relajarse en sus brazos. Hizo un esfuerzo para que el resto de la tarde fuera agradable y pacífica, pero en el fondo sabía que si Danna le había pedido que se quedara con ellos era porque estaba asustada. Apenas la vio dormirse en el sofá, se dirigió a la cocina co
Emil no era un hombre que se dejara intimidar fácilmente, pero al ver aquella actitud se estremeció. —¿Quién eres? —preguntó con una voz cascada mientras retrocedía un paso inconscientemente. —¿Quién te parece que soy? —respondió Loan con un tono amenazante—. ¿O es que hoy visitaste a más mujeres
—Tú y yo tenemos que hablar —sentenció Emil con un graznido. —Tú y yo no tenemos nada de qué hablar —respondió una mujer del otro lado—. ¿Qué diablos quieres, Emil? —Quiero lo que no me diste cuando te lo pedí —replicó él—. Ayúdame a conseguirlo de vuelta... y te haré tan rica que olvidarás hasta
Danna respiró hondo, con la mente llena de preguntas sin respuesta. El corazón le latía tan fuerte que le dolían los oídos. ¿Tendría el valor suficiente para preguntar aquello? ¿Cómo reaccionaría él? Loan estaba de pie frente a ella, mirándola con una expresión de curiosidad. —Claro, pelirroja, tr
—Todo parece indicar que dejó Escocia —le dijo Sibar casi diez días después—. Compró un billete en el tren y lo abordó, pero la verdad es que no podemos asegurarlo, pudo haberse bajado en cualquier lugar. —Entonces seguimos con el plan original. Hasta que no veamos a ese tipo asomar su cabeza muy l
Danna se alejó patinando hacia el otro lado de la pista de hielo y Loan trató de bordearla para encontrarse con ella, pero la mano de la señora Ailsa aferrándose a su chaqueta lo detuvo. —Por favor... Usted es su esposo ahora. ¿No es cierto? —Todavía no, somos novios —declaró Loan. —Es igual, ust