Emil no era un hombre que se dejara intimidar fácilmente, pero al ver aquella actitud se estremeció. —¿Quién eres? —preguntó con una voz cascada mientras retrocedía un paso inconscientemente. —¿Quién te parece que soy? —respondió Loan con un tono amenazante—. ¿O es que hoy visitaste a más mujeres
—Tú y yo tenemos que hablar —sentenció Emil con un graznido. —Tú y yo no tenemos nada de qué hablar —respondió una mujer del otro lado—. ¿Qué diablos quieres, Emil? —Quiero lo que no me diste cuando te lo pedí —replicó él—. Ayúdame a conseguirlo de vuelta... y te haré tan rica que olvidarás hasta
Danna respiró hondo, con la mente llena de preguntas sin respuesta. El corazón le latía tan fuerte que le dolían los oídos. ¿Tendría el valor suficiente para preguntar aquello? ¿Cómo reaccionaría él? Loan estaba de pie frente a ella, mirándola con una expresión de curiosidad. —Claro, pelirroja, tr
—Todo parece indicar que dejó Escocia —le dijo Sibar casi diez días después—. Compró un billete en el tren y lo abordó, pero la verdad es que no podemos asegurarlo, pudo haberse bajado en cualquier lugar. —Entonces seguimos con el plan original. Hasta que no veamos a ese tipo asomar su cabeza muy l
Danna se alejó patinando hacia el otro lado de la pista de hielo y Loan trató de bordearla para encontrarse con ella, pero la mano de la señora Ailsa aferrándose a su chaqueta lo detuvo. —Por favor... Usted es su esposo ahora. ¿No es cierto? —Todavía no, somos novios —declaró Loan. —Es igual, ust
Loan continuó hacia su oficina y no se sorprendió de que Ailsa ya lo estuviera esperando. —Señor Keller... —saludó estrechando su mano antes de entrar con él a la oficina y dejar con él una larga historia de arrepentimiento y lamentaciones—. No puede decirme que su madre no se ha equivocado nunca —
Loan miró a Danna con inquietud, estaba sentada en una butaca mientras literalmente a sus pies Ailsa estaba llorando con desconsuelo. Su cuerpo se estremecía mientras lágrimas corrían por sus mejillas. —¡Danna! El nombre fue más que suficiente para que sus miradas se encontraran y Loan solo vio un
—¿Dónde está mi hijo? —Danna se lo llevó —respondió Milo. —¿Se lo llevó...? ¿Cómo que...? ¿Se fue? —lo interrogó con incredulidad. —Dijo que estabas ocupado con alguien y que se iba con Lissa —contestó su hermano—. Solo te aviso, parecía bastante molesta. —Sí, bueno, ¡pues ya somos dos! —gruñó L