Danna respiró hondo, con la mente llena de preguntas sin respuesta. El corazón le latía tan fuerte que le dolían los oídos. ¿Tendría el valor suficiente para preguntar aquello? ¿Cómo reaccionaría él? Loan estaba de pie frente a ella, mirándola con una expresión de curiosidad. —Claro, pelirroja, tr
—Todo parece indicar que dejó Escocia —le dijo Sibar casi diez días después—. Compró un billete en el tren y lo abordó, pero la verdad es que no podemos asegurarlo, pudo haberse bajado en cualquier lugar. —Entonces seguimos con el plan original. Hasta que no veamos a ese tipo asomar su cabeza muy l
Danna se alejó patinando hacia el otro lado de la pista de hielo y Loan trató de bordearla para encontrarse con ella, pero la mano de la señora Ailsa aferrándose a su chaqueta lo detuvo. —Por favor... Usted es su esposo ahora. ¿No es cierto? —Todavía no, somos novios —declaró Loan. —Es igual, ust
Loan continuó hacia su oficina y no se sorprendió de que Ailsa ya lo estuviera esperando. —Señor Keller... —saludó estrechando su mano antes de entrar con él a la oficina y dejar con él una larga historia de arrepentimiento y lamentaciones—. No puede decirme que su madre no se ha equivocado nunca —
Loan miró a Danna con inquietud, estaba sentada en una butaca mientras literalmente a sus pies Ailsa estaba llorando con desconsuelo. Su cuerpo se estremecía mientras lágrimas corrían por sus mejillas. —¡Danna! El nombre fue más que suficiente para que sus miradas se encontraran y Loan solo vio un
—¿Dónde está mi hijo? —Danna se lo llevó —respondió Milo. —¿Se lo llevó...? ¿Cómo que...? ¿Se fue? —lo interrogó con incredulidad. —Dijo que estabas ocupado con alguien y que se iba con Lissa —contestó su hermano—. Solo te aviso, parecía bastante molesta. —Sí, bueno, ¡pues ya somos dos! —gruñó L
Danna levantó la cabeza cuando sintió los toques en la madera y cruzó la sala con paso decidido rumbo a la puerta principal. Sabía que era Loan quien estaba llamando porque nadie más llegaría a aquella hora. Ella había estado tratando de evitarlo desde hacía días, porque su madre no dejaba de asist
Quería a Loan, pero no estaba dispuesta a ceder cuando se trataba de la seguridad de su hijo, y si a Loan era de los que ponía la otra mejilla, bueno... ella no lo era. Los siguientes dos días, pasaron de prisa. Ella dejaba a Mauro con la niñera en la empresa de Loan y él pasaba casi todo el tiempo