Danna asintió con la cabeza y le guiñó un ojo con coquetería. —Por supuesto que lo es. Me dijiste que íbamos a volver a usarlo apropiadamente. ¿No es así? Ella lo miraba fijamente a los ojos con una necesidad intensa que hizo que Loan se deshiciera por dentro. Tan pronto como sus labios se encontr
Cuando Loan comenzó a tensarse sin control, solo atinó a enredar las manos en su cabello para levantarla y las caderas Danna fueron a topar con las suyas. Sintió su miembro caliente contra su intimidad y se mordió los labios mientras bajaba sobre él, moviéndose en círculos para tomarlo todo. Rápida
Danna se paralizó al escuchar aquella voz. Durante meses había intentado olvidar cómo sonaba, pero era imposible, porque su última orden casi había destruido su vida. El aire estaba lleno de tensión y su corazón latía cada vez más rápido cuando se giró para enfrentarlo. —Emil —murmuró entre diente
—Porque se le nota, tiene cara de vicioso y depredador, lo sé —murmuró Danna—, pero con nosotras jamás se propasó en los entrenamientos, es más, apenas si nos tocaba. —Pues quizás a ti no porque es obvio que no eres de las dóciles, pero al resto de chicas que entrenó, no lo dudaría —sentenció Ted.
El rostro de Loan se ensombreció en un segundo y miró a Danna con la incredulidad retratada en los ojos. —Danna ¿Qué es esto? —siseó con mientras sus dedos se cerraban con ferocidad sobre la tela del suéter. Danna se miró el brazo y lo cubrió de inmediato. —Es de lo que quería hablarte, pero quie
La abrazó con suavidad y la sintió relajarse en sus brazos. Hizo un esfuerzo para que el resto de la tarde fuera agradable y pacífica, pero en el fondo sabía que si Danna le había pedido que se quedara con ellos era porque estaba asustada. Apenas la vio dormirse en el sofá, se dirigió a la cocina co
Emil no era un hombre que se dejara intimidar fácilmente, pero al ver aquella actitud se estremeció. —¿Quién eres? —preguntó con una voz cascada mientras retrocedía un paso inconscientemente. —¿Quién te parece que soy? —respondió Loan con un tono amenazante—. ¿O es que hoy visitaste a más mujeres
—Tú y yo tenemos que hablar —sentenció Emil con un graznido. —Tú y yo no tenemos nada de qué hablar —respondió una mujer del otro lado—. ¿Qué diablos quieres, Emil? —Quiero lo que no me diste cuando te lo pedí —replicó él—. Ayúdame a conseguirlo de vuelta... y te haré tan rica que olvidarás hasta