CAPÍTULO 2: ES UN BASTARDO

CAPÍTULO: ES UN BASTARDO

Isabella se levantó como pudo, apretó las manos con impotencia y miró el rostro despiadado de Marcus con asombro. Su pecho pareció ser atravesado por una flecha y las lágrimas no podían dejar de derramarse.

―¿Acostarme con él? ―Isabella negó mientras la incredulidad aún la golpeaba ―Marcus, ¿me pediste que viniera solo para enviarme a la cama de otro hombre?

―¿Y es que es lo que esperabas? ―los ojos del hombre se entrecerraron con frialdad y sonrió malvadamente ―¿Creíste que quiero arreglar mi relación contigo?

Amanda, que estaba disfrutando del espectáculo, se acercó a Marcus y le dio una sonrisa sarcástica a Isabella.

―Amor, no digas eso, no ves que mi primita se arregló deliberadamente para ti. Aunque… ―Amanda acarició deliberadamente el pecho desnudo de Marcus ―… tus intentos no sirven de nada, querida. Tu marido me quiere a mí, no a una perdedora como tú.

Los labios de Isabella temblaron de impotencia y se negó a dejarse humillar.

―No te preocupes, Amanda. Tú y él están hechos el uno para el otro, ambos son el mismo tipo de basura.

―Cariño… ¿Escuchaste cómo nos llamó? ―Amanda dio un paso hacia Isabella y la señaló con su dedo. ―Ya que no has sido una esposa adecuada para Marcus en seis años, lo mínimo que puedes hacer es obedecer ahora. Ve a esa habitación y acuéstate con el señor Higgins.

En los ojos de Amanda había un brillo malicioso y también burla.

Malcom Higgins, era el dueño del principal banco del estado, y tenía cierta preferencia por las mujeres jóvenes. Cuando Marcus fue al banco a solicitar un préstamo para inyectar capital a su empresa, fue negado. Entonces investigo un poco y Amanda le dio esta idea. Originalmente, pensó que el señor Higgins se negaría, pero para su sorpresa se mostró bastante feliz.

Y para Marcus no era un problema que Isabella satisficiera al señor Higgins por el bien de su empresa, después de todo nunca había tenido sentimientos por ella.

―¡No voy a ir! ―exclamó poniéndose de pie.

Marcus apretó los dientes y dio un paso hacia ella solo para abofetearla por segunda vez.

― ¡¿Quién te crees para contradecirme?! Si no haces lo que te digo…

―¡Quiero el divorcio!―exclamó desafiante ―¡Estoy más que ansiosa de alejarme de ti!

Marcus fue tomado por sorpresa un instante, al igual que Amanda, pero rápidamente ocultaron sus emociones, entonces él pensó en la única manera de doblegarla.

―¿Divorciarte? ―se rió con diversión ―Bien, entonces me encargaré que no vuelvas a poner un pie en la bóveda familiar. No verás a tu hijo.

Isabella se congeló cuando escuchó esto y sus ojos se abrieron con pánico. Su pequeño había nacido muerto y esa era una herida que nunca había sanado, ir a visitarlo era su único consuelo.

―No… No serías capaz… No lo hagas, Marcus ―ella agarró la bata del hombre y le suplicó con voz ahogada ― ¿Cómo puedes… cómo puedes decir eso? Allí está nuestro hijo, nuestro pequeño… ¡¿eres acaso tan inhumano?!

El rostro de Amanda se oscureció repentinamente de celos al ver la cercanía de Isabella.

―¡Por favor, ya dile la verdad, cariño! ―ella apartó a Isabella con brusquedad haciendo que se tambaleara hacia atrás ―Dile que ese niño es un bastardo.

― ¡¿Qué?! ¡No, mi hijo no es un bastardo!

―Oh, por favor, despierta. ―Amanda se burló deliberadamente ―Ese niño, no es hijo de Marcus.

Al escuchar esto, Isabella se congeló.

―¿Qué quieres decir? ―ella los miró a ambos ― Marcus, ¿qué quiere decir? ¡¿Qué es lo que está diciendo?!

Los ojos de Marcus eran fríos y ya no quería seguir fingiendo.

―Está diciendo la verdad ― rodeó la cintura de Amanda y le dio una sonrisa burlona a su esposa ―Es decir, el hombre que te embarazó esa noche, no fui yo.

El corazón de Isabella dejó de latir por un instante y su sangre se congeló.

― ¿Qué…? No… no… eso…

―Y debo decirte algo más ―la interrumpió clavando sus ojos negros y llenos de maldad en ella ―El niño no está muerto… él vive y yo… lo vendí.

—¿Qué… dijiste…?

―Lo que escuchaste… tu hijo está vivo. Te hice creer que murió, pero en realidad lo vendí ―Marcus se alzó de hombros despreocupado ―Recibí buen dinero por él.

Isabella negó con la incredulidad pintada en el rostro.

―No, es mentira… tú… ―sus labios temblaban al igual que su corazón ―Mi hijo…

La situación para Marcus se tornó fastidiosa, en su opinión Isabella era alguien demasiado fácil de manipular y esta vez no sería la excepción.

―Dije, ¡que te acostaste con otro hombre en ese entonces! ¡Y hoy te estoy pidiendo que lo hagas de nuevo, ¿qué tan complicado es Isabella?!

Las náuseas la asaltaron con fuerza, acababa de darse cuenta de que había estado casada durante todo ese tiempo con un monstruo.

«¿Si el hombre de esa noche no era él? ¿Quién era el padre de su bebe? ¿Y por qué se casó con ella?»

Las preguntas se acumulaban en su cabeza y se repetían una y otra vez.

―Isabella, mientras complazcas al señor Higgins esta noche, quizás puedas obtener la pensión alimenticia después del divorcio. ¡Pero solo obtendrás eso! ―Amanda sabía cuál era el punto débil de su prima ― Como verás estoy embarazada y mi bebe…

«Bebé…»

La mirada de Isabella se desplazó hacia el estómago de Amanda.

«Entonces, ¿lo del embarazo también es cierto?» Isabella sonrió amargamente. «Venderme a un hombre, divorcio, bebé…»

En ese momento la rabia mezclada con la impotencia de haber sido una estúpida demasiado tiempo hizo estragos en ella.

―¡Marcus eres un maldito!! ¡Devuélveme a mi hijo! ¡Donde está mi hijo! ―sus emociones colapsaron, y se abalanzó hacia Marcus histéricamente ―¡Eres un malnacido! ¡¿Dime dónde está?!

La cara de Marcus se volvió negra de ira y rápidamente tiró de su cabello.

―¡¿Cómo te atreves a tocarme?! ―la sujetó con fuerza y la obligó a mirarlo a los ojos ―Será mejor que vayas en este instante y abras tus piernas o de lo contrario te haré ver un infierno

La cara de Isabella estaba roja de la ira. No obstante, una oleada de valentía persistió dentro de ella, miró a Marcus y dijo palabra por palabra.

―¡No iré! ¡Nunca dejaré que consigas tu deseo! ¡Primero tendrás que matarme!

Él le dio una sonrisa macabra.

―Bien, ya que no me dejas otra opción, entonces será a mi manera.

Un segundo después, Amanda detrás de Isabella le cubrió la nariz con un trapo haciendo que se desmayara. La conciencia de Isabella se nubló gradualmente y todo frente a ella se convirtió en oscuridad…

Una vez que perdió el conocimiento y cayó en los brazos de Marcus, Amanda le inyectó un líquido en el cuello.

―¿Esta lista? ―preguntó Marcus impaciente.

―Sí, la droga hará efecto en cuanto despierte.

―Bien. ―Marcus miró hacia una puerta dentro de la habitación. ―¡Entren!

Entonces, dos empleados del hotel entraron, tomaron a Isabella y luego se la llevaron directo a la habitación del señor Higgins.

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