UN BEBÉ PARA EL CEO ARROGANTE: UNA MAMA POR CONTRATO
UN BEBÉ PARA EL CEO ARROGANTE: UNA MAMA POR CONTRATO
Por: Paulina W
CAPÍTULO 1: ¡ACUÉSTATE CON ÉL!

CAPÍTULO 1: ¡ACUÉSTATE CON ÉL!

“¡Escándalo de la alta sociedad! ¡El empresario Marcus Becker fue visto en un reconocido hotel de la ciudad, y se sospecha que su amante está embarazada!”

El escándalo entre Marcus y su amante causó sensación en todas las redes y rompió el corazón de Isabella Collins, su esposa. Marcus Becker, era el presidente de Becker Grupo, y por eso casi todos los medios de comunicación estaban transmitiendo el escándalo.

Isabella, estaba sentada en silencio en la mesa del comedor, sus oídos zumbaban y sus ojos cargados de emociones no dichas, miraron la pantalla del televisor por un momento. Sus manos ásperas y delgadas se aferraron a su ropa y, aun así, no pudo controlar el temblor de su cuerpo.

Porque la mujer con la que su marido la estaba engañando, no era otra que su prima.

Amanda.

Cuando los padres de Amanda murieron, el padre de Isabella la recibió en la mansión y la trató como una hija más, Isabella jamás imaginó que su prima tendría el valor de robarle a su marido.

― ¡Esta comida es un asco! ―la suegra de Isabella, le lanzó el plato aún caliente sobre su cuerpo y su rostro estaba rojo de la ira.

Ella dejó apresuradamente los cubiertos y se apresuró a limpiar el desorden aun con el dolor de su piel quemada.

―Lo siento, suegra, te prepararé otra cosa… ―balbuceó.

Hizo todo lo posible por no llorar, pero las lágrimas eran tantas y no tardaron en deslizarse por sus mejillas.

―¡Llorar! ¡¿Eso es lo único que sabes hacer?! ―Renata se puso de pie y caminó hacia ella y sin ningún remordimiento pisó una de sus manos ― No eres más que una inútil. Mi hijo cometió un gran error al casarse contigo ―la mujer hizo una mueca de desdén ―No sé qué vio en ti, pero solo eres una vergüenza para esta familia.

―¡Ah, duele! ―Isabella se quejó ― Suegra por favor…

―Mírate, incluso en este momento sigues siendo lamentable, una perfecta tonta ―Renata retrocedió e Isabella levantó la mano con rapidez. ―¡Incluso tu prima es más competente que tú! ¡No mereces estar al lado de mi hijo!

Las palabras de la madre de Marcus, eran como cuchillos atravesando su pecho. Isabella había tratado por todos los medios ser una buena esposa y nuera. Pero nada lograba satisfacer las demandas de su suegra.

―Suegra, ¿qué… que quieres decir con eso? ―ella la miró con algo de pánico, sintiendo una mala premonición en su corazón.

Renata se agachó, la miró a los ojos y le sonrió.

―¿Eres estúpida o te haces? ¡Ni siquiera has podido volver a embarazarte! ¡¿Y todavía quieres ocupar el puesto de esposa por el resto de tu vida?! Amanda está embarazada, ¡y mañana se mudará a esta casa para ocupar tu lugar!

El corazón de Isabella latió a toda velocidad, su estómago se tensó y el dolor la lacero por dentro.

―Suegra… ¿Cómo puede… como puede decir eso…? ―los ojos de Isabella estaban rojos por las lágrimas ―Yo… no es que no pueda embarazarme … Es solo que Marcus… ―las palabras salieron ahogadas.

Después de la boda Marcus se había negado a tocarla, al principio le dijo que no quería lastimar al bebe y luego se excusó diciéndole que no quería afectar su cuerpo después de la pérdida del niño. Pero en el fondo sabía que él la rechazaba porque seguramente no le parecía deseable. Y hoy pudo comprobarlo con la noticia del escándalo.

―No hay excusa que valga, Isabella. ―Renata se puso de pie y acomodo su vestido ―Mi hijo necesita un heredero y, ya que tú eres tan inútil para algo tan simple como eso… Pues que tu prima ocupe tu lugar.

La brisa que soplaba desde la ventana no hizo que Isabella se enfriara tanto como lo estaban haciendo las palabras de su suegra. Aunque ella la ha estado tratando mal en los últimos seis años, e incluso la usa como sirvienta, jamás había sentido tanto dolor como ahora.

―¡Tú eres la única culpable! Si no hubieras pretendido atrapar a mi hijo embarazándote, no se habría visto obligado a casarse contigo. ―Renata tomo la copa de agua de la mesa y camino hacia Isabella ― Y no conforme con eso… ¡Diste a luz a un niño muerto! ¡¿Y todavía pretendes seguir ocupando el lugar de esposa?! ¡¡No lo mereces de ninguna manera, así que solo espero que te vayas cuanto antes de mi casa!!

Después de decir esto, le lanzó el agua en la cara y se fue, no sin antes darle una mirada de desdén. Isabella se quedó allí inerte, como si todavía no pudiera procesar lo que estaba pasando.

Se había casado con Marcus hace seis años, pero ella no lo obligó en ese entonces, y no perdió deliberadamente al niño.

En ese momento, el teléfono móvil sonó e Isabella lo sacó solo para ver qué se trataba de su marido. Fue inevitable que se emocionara y se pusiera nerviosa al mismo tiempo.

Emocionada porque era la primera vez que la llamaba en seis años de matrimonio y nerviosa porque tenía miedo de que le dijera cosas tan crueles como las que acababa de decir su suegra.

―Marcus, tú…

― ¿Dónde estás? ― la voz fría y familiar interrumpió sus palabras.

El corazón de Isabella se apretó y respondió.

―Estoy en casa.

―Ven a la habitación 208 del Hotel Hilton, tienes media hora.

―¿Qué? Espera, ¿para qué…?

Isabella intentó preguntar, pero antes de que pudiera decir algo, Marcus le colgó.

No obstante, Isabella estaba de cierta manera acostumbrada a este tipo de trato de su marido y pensó que simplemente él estaba buscando un lugar tranquilo para explicarle el escándalo con Amanda, por lo que se le pidió que fuera al hotel.

«Tal vez, no quiere divorciarse»

Pensando esto, su corazón asustado se calmó y rápidamente, se arregló y se maquilló ligeramente antes de salir. Al llegar a la puerta de la habitación, Isabella apretó la correa de su bolso, respiró hondo unas cuantas veces y llamó a la puerta.

No pasó mucho tiempo para que la puerta se abriera y su marido apareciera. Marcus llevaba una bata de baño del hotel y todo parecía indicar que acababa de bañarse. Cuando vio a Isabella, sus ojos se entrecerraron un poco y una mueca de insatisfacción apareció en sus labios.

Ella iba a decir algo, pero la familiar y delicada voz de su prima vino desde el baño.

―Amor, ¿está mi prima aquí?

Las palabras de Isabella se quedaron atascadas en su garganta y los ojos se clavaron en su prima, quien también llevaba una bata de baño del hotel y su cabello estaba mojado. Amanda caminó detrás de Marcus, envolvió sus brazos alrededor de su cintura y la miró con burla.

―Hola, prima, no te he visto en mucho tiempo.

Isabella miró la escena frente a ella con asombro, la sangre de todo su cuerpo fluyó con rapidez y su garganta no podía emitir ningún sonido. Un nudo se formó en su estómago y pronto surgieron las náuseas.

Sin embargo, la rabia también tomó control.

―¡Amanda! Tú, ¿cómo… como te atreves? ¡¿Sabes que él es mi marido?!

El bolso en su mano cayó al suelo y dio un paso al frente, decidida a ajustar cuentas con su prima, pero Marcus se interpuso en el medio y le dio una mirada amenazante.

―¡Pero primita, Marcus y yo realmente nos amamos! ―dijo Amanda lastimosamente, pero burlándose de ella.

―¿Se aman? Lo que yo veo es un par de infelices, ¡traidores! Pero tú… ―Isabella estaba llena de dolor e ira ―… tú eres una zorra. ¡Te atreviste a meterte con mi marido! ¡Somos familia!

Amanda le dio una sonrisa divertida y besó ligeramente la mejilla de Marcus.

―No hay nada que hacer cuando dos personas se gustan. Además, tú eres… ―Amanda hizo una mueca pensativa ―… como decirlo… ¡Ah ya! Demasiado insípida y aburrida. No es mi culpa ser más mujer que tú.

Isabella tenía el corazón hecho pedazos, por un lado, el hombre que pensó que la amaba la traicionó con su propia sangre y por otro su prima pagaba todo el cuidado y amor de su padre con traición.

―Puede que sea aburrida ―le dijo con las lágrimas cayendo de sus ojos ―Pero al menos no soy una zorra roba maridos.

Amanda dejó salir un jadeo y estaba a punto de decir algo, pero Isabella ya se estaba dando la vuelta. Quería escapar de allí cuanto antes, pero Marcus la agarró por la muñeca.

―¡¿A dónde crees que vas?!

Isabella, en un acto reflejo y por defenderse, lo abofeteó y luego trató de liberarse.

― ¡No vuelvas a tocarme! ¡Me das asco Marcus!

El hombre apretó el agarre y trató de llevarla dentro de la habitación; aun así, Isabella luchó.

― ¡Te dije que me sueltes! ¡Suéltame!

―¡Cállate! ―grito al momento que le abofeteaba, sus ojos eran dos pozos de furia ― Si te atreves a estropear mis planes ¡Lo pagarás caro!

Él la miró fijamente y luego la arrojó directamente sobre el sofá. Isabella ahora no estaba asustada, estaba enojada, el hombre que estaba viendo ahora, no era el hombre con el que se había casado.

Marcus se pasó los dedos por el cabello y la miró de arriba abajo.

―Hay un hombre importante en la habitación de al lado ―caminó hacia ella y la agarró de la mandíbula con fuerza ―¡Ve y acuéstate con él!

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