Inicio / Romántica / UN BEBÉ PARA EL CEO ARROGANTE: UNA MAMA POR CONTRATO / CAPÍTULO 3: ESCAPANDO DEL HOMBRE ASQUEROSO.
CAPÍTULO 3: ESCAPANDO DEL HOMBRE ASQUEROSO.

CAPÍTULO 3: ESCAPANDO DEL HOMBRE ASQUEROSO.

Cuando Isabella abrió los ojos se encontró en una habitación diferente a la que estaba cuando llegó a confrontar a Marcus. Escaneó la habitación y todo era lujoso, sin duda estaba en el mismo hotel y tenía el mal presentimiento de que Marcus la había enviado a la habitación del hombre. Sus latidos se aceleraron y se dijo que tenía que salir de allí cuanto antes.

Salió de la cama y estaba por ir a la puerta cuando alguien habló detrás de ella.

―¿A dónde vas dulzura?

Isabella no quería ni darse la vuelta, pero lo hizo. Solo para ver al hombre del algunos sesenta y tantos, gordo, y con pinta de sádico. Sus alarmas se encendieron, tenía que salir de allí. Cuando el hombre dio un paso en su dirección, ella retrocedió y le advirtió.

―¡No se acerque! ¡Manténgase lejos!

El hombre le dio una sonrisa y se lamió los labios.

―Así me gustan, que sean luchadoras, al final… logran hacer lo que quiero.

La respiración de Isabella se entrecortó y su estómago se revolvió cuando lo vio lamerse los labios.

―Por favor… déjeme ir… esto es ilegal, yo no…

El hombre soltó una carcajada.

―¿Dejarte ir? Oh, cariño, pague mucho por disfrutarte. Marcus me aseguro de que me cumplirías, que eras mercancía de primera y… lo que vi… ―le recorrió el cuerpo con la mirada ―me gustó.

Los ojos de Isabella se abrieron como platos cuando dijo eso.

«¿Quiere decir que este cerdo me vio mientras estaba inconsciente?»

 Las náuseas empeoraron, pero también la determinación de no dejar que esté hombre le tocará un cabello. Llenándose de valor, le dio una mirada fiera.

―Si me toca, llamo a la policía, ¿oyó? ¡Lo denunció!

El hombre rio nuevamente y chasqueó los labios.

―Querida, el dinero compra muchas cosas, ¿crees que van a creer la declaración de una mujerzuela como tú? Por supuesto que no, un buen pago calla bocas y hace oídos sordos, así que mejor ven acá, dulzura y divirtámonos.

El hombre dio unas zancadas hacia ella e Isabella lo esquivo trepando sobre la cama.

―¡Aléjese! ¡Voy a gritar! ¡Auxilio, auxilio! ¡Alguien que me ayude! ¡Auxilio!

El hombre perdió la paciencia.

―¡Deja de gritar zorra infeliz! ¡Cállate!

Isabella iba a gritar otra vez, cuando él logró agarrar su tobillo, haciendo que cayera sobre la cama. De un momento a otro el hombre gordo y grasiento estaba sobre ella. Isabella luchó con todas sus fuerzas, pero el hombre no se apartaba.

―Vamos, belleza, no luches… ―dijo y metió la cabeza en la curva de su cuello.

Isabella cerró los ojos y clavó sus uñas en su cabeza intentando apartarlo.

―¡Déjeme! ¡Asqueroso! ¡Aléjate!

Pero el hombre se apartó solo para abofetearla.

―¡Te dije que no luches, perra! Pague dinero y ¡voy a disfrutarlo!

Nuevamente, volvió a intentar besarla, ella apartó la cara y rápidamente divisó una de las lámparas, estiró su mano lo más que pudo y finalmente la agarró, sin pensarlo, golpeó la cabeza del hombre con todas sus fuerzas. El hombre gimió y un segundo después perdió el conocimiento sobre ella.

Isabella respiraba agitada, asustada y nerviosa, dejó la lámpara y lo apartó de su cuerpo, haciendo que cayera a un lado de la cama.

La sangre manchó las sábanas blancas.

―¿Lo mate? Ay, Dios mío, ¿lo mate? ―susurro muerta de miedo.

Se apartó a toda prisa y miró la escena angustiada.

―No, no lo mataste, está desmayado, es eso. Pero tienes que salir de aquí, Isabella, ¡tienes que irte!

Ella miró una última vez al hombre y corrió a la puerta y salió como alma que lleva el diablo, huyendo a toda prisa. Corrió por los pasillos del lujoso hotel, su corazón latiendo a un ritmo frenético, cada golpe resonando en sus oídos como un tambor de guerra. La adrenalina fluía por sus venas, impulsándola hacia delante, mientras su mente luchaba por procesar lo que acababa de suceder.

Finalmente, entró el elevador y apretó el botón con dedos temblorosos, rogando para que llegara rápido. Pero cuando llegó al lobby del hotel, vio a Marcus y Amanda hablando con lo que parecía ser unos empleados del hotel, su estómago se tensó y se dijo que no podía dejar que la vieran. Pensando rápidamente, buscó una segunda opción para salir, fue entonces cuando vio la salida al estacionamiento.

Sin pensarlo más tiempo, fue en esa dirección.

En el hotel, mientras Isabella buscaba su escape, el otro ascensor se abrió revelando a dos hombres: Uno imponente en su traje a medida, y el otro de semblante más amable.

—Señor, ¿quiere que le envíe un juguete al amo Nicholas? No parecía feliz —propuso Louis, el hombre de semblante amable.

El hombre imponente, tras una breve pausa y una mirada a su reloj, recordó su promesa incumplida de regresar a casa para cenar con su hijo. Sin embargo, su decisión fue firme.

—No, déjalo. Debe aprender desde pequeño que no siempre obtenemos lo que queremos —respondió con autoridad.

Pero Louis intentó interceder, preocupado por el niño.

—Pero señor… solo tiene seis años, si tan solo…

La respuesta del hombre fue cortante y una mirada de advertencia silenció a Louis.

—No te pago para que intervengas en mis asuntos personales, Louis. No lo olvides.

―Sí, señor, me disculpo ―dijo el secretario bajando la cabeza.

Con la conversación claramente finalizada, ambos hombres continuaron su camino hacia el área del estacionamiento, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Mientras tanto, Isabella corrió entre los autos y buscó la salida, pero se detuvo cuando vio a dos guardias acercándose, retrocedió y se escondió entre los autos.

«¡Demonios, ¿cómo voy a salir de aquí?!», se preguntó.

De repente escucho pasos acercándose y se tensó, se escondió detrás de un auto y esperó, los hombres se acercaron a un Lexus negro, ella los detalló a ambos. Uno parecía gentil y amable, tenía el cabello rubio y usaba anteojos. Mientras que el otro, mostraba arrogancia y rudeza, era atractivo y misterioso.

Los dos se detuvieron y un segundo después, uno de ellos regresó, el de aspecto amable, mientras que el otro miró su reloj y luego sacó su teléfono e hizo una llamada.

Isabella no podía quitar los ojos de él, de alguna manera le parecía increíblemente guapo, del tipo que tardarías mucho tiempo en olvidar. La chaqueta del traje se tensaba en los músculos de su espalda, mientras que el pantalón se ajustaba a un perfecto trasero, de un momento a otro el cuerpo de Isabella se comenzó a calentarse, comenzó a sentirse rara, caliente y… excitada.

Se asustó y se dijo que debía salir de allí.

El hombre continuó la llamada y se alejó un poco, Isabella luchó contra la creciente necesidad que se despertó dentro de ella y busco una salida rápida. Justo en ese momento más guardias del hotel llegaron y el miedo se apoderó por completo de ella.

El hombre de gafas volvió y el hombre guapo colgó la llamada, ambos caminaron hacia el auto. En ese instante Isabella no lo pensó, ellos serían su salida, les rogaría, les explicaría, pero saldría de ese lugar.

En el auto, Sebastián había terminado de hablar con su hijo, el pequeño Nicholas no había querido entender razones, estaba enojado y triste. Se sintió mal por su hijo, pero no había nada que él pudiera hacer, no era como si pudiera comprarle una madre.

Louis, su secretario, encendió el auto y estaba a punto de arrancar cuando de pronto la puerta trasera se abrió, Sebastián clavó sus ojos en la mujer delante de él, pero ella no le dio tiempo a exigir una explicación, ella ya estaba entrando en el auto.

―¿Qué demonios…? ―dijo cuando la vio cerrar la puerta detrás de ella.

―¡Por favor ayúdame!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo