—Podemos arreglarlo — Adler se concentró en la atractiva enfermera frente a él—, denme un día y estoy seguro de que puedo encontrar una solución.La enfermera asintió sonriendo con igual coquetería. Adler no dudó en tomar su mano y depositar un suave beso en el dorso antes de darle un suave guiño.—Espero, director Becker, que podamos contar con su absoluto apoyo —la voz chillona de la enfermera carraspeó las últimas palabras, antes de marcharse, no sin antes de darle un suave toque sobre su hombro.Adler amplió sus hombros y arregló su saco. Complacido con el resultado. Aun no podía entender como era capaz de sonreír y juguetear con tantas mujeres sin llegar a nada claro. Era un hombre apuesto, con un rostro angelical y una sonrisa que pondría a cualquiera de rodillas y dispuesto a hacer lo que él quisiera. Sus dotes con la persuasión y el convencimiento eran la razón por la que lo habían llevado a triunfar en su puesto como director de un hospital tan remoto como lo era en Sierra Ver
Adler sonrió, intentando relajar el ambiente; se colocó entre Bastián y Hoffmann antes de continuar. —Bueno, parece que eso aclara las cosas. Sigamos con las visitas, ¿no?Bastián asintió, sintiendo una ligera liberación en su pecho. No era del tipo que disfrutaba de las confrontaciones, pero decirle a Hoffmann esas palabras abrieron una puerta que no había intentado cruzar nuca.Hoffmann se fue de ahí antes de que ellos se marcharan, dejando atrás una estela de tensión que casi podía cortar el aire.—Vámonos —dijo Adler a lo que Bastián asintió siguiéndolo poco después.Mientras caminaban hacia el siguiente departamento, una sensación extraña se instaló en el pecho de Bastián. Tarde, pero ahí estaba. Había dicho lo que quería decir, había defendido a Adler, pero el nudo en su estómago no desaparecía. Era la primera vez en mucho tiempo que alzaba la voz de esa manera, y aunque sabía que era lo correcto, no podía evitar preguntarse qué más estaba guardando dentro.Bastián entró por la p
Las voces de la televisión rompían el silencio de la sala.Las noticias del clima prometían un día soleado, ideal para un paseo por el parque.Bastián ajustaba su corbata cuando sintió el pequeño cuerpo de Liam a su lado. Con sus manos regordetas, el niño agarró la enorme cuchara y la metió en el tazón hondo.Bastián observó con una sonrisa mientras Liam se esforzaba por verter la leche en el cereal, logrando casi no derramar nada antes de comenzar a comer lentamente.Lo que provocó una punzada de dolor en el corazón de Bastián, se aclaró la garganta y le dedicó una leve sonrisa a Liam.— ¿Te apetece algo de fruta, campeón? —preguntó Bastián.Liam negó con la cabeza y siguió comiendo. Bastián intentó no sonar desesperado, pero tal vez lo hizo.—¿Qué quieres almorzar esta tarde? Saldré a reunirme con alguien, puedo comprarte algunos dulces.El niño no respondió de inmediato, pero al menos parecía estar escuchando, o eso quería creer.Liam tomó la servilleta que su padre había colocado j
Balancear su vida privada y su trabajo era algo que Bastián hacía mejor que nadie.Una vez que dejaba a Liam en la guardería, podía ponerse manos a la obra hasta que regresaba a casa y entendía la cantidad de problemas que verdaderamente tenía.Y para empeorar las cosas, tratar con personas problemáticas como lo era la “Reina del trombo” volvía la única parte de su vida que de verdad creía que tenía controlada en un desastre.Cuando empezó a trabajar en el hospital, le pidió un protocolo de compra explicando detalladamente la razón y el uso del equipo. Lo único que recibió fue una hoja diciendo que lo quería.Eso era todo, sin explicaciones ni formato formal. En ese momento debió haber sabido que su relación no iría bien.Después de eso, intentó reunirse con ella, enviándole correos, pero nunca respondió.Fue a buscarla directamente a su oficina varias veces, y encontró letreros en la puerta con mensajes como: "Di la contraseña," "Estoy escondiéndome," "Sí estoy, pero no abriré", "Dame
Los monitores cardíacos pitaban sin cesar, mientras Barbara Montenegro se movía entre los pacientes en la sala de emergencias del Hospital General de Sierra Verde.Con precisión calculada, pero con una chispa de adrenalina en cada paso.Cada pitido, cada rostro pálido, era un recordatorio de que el tiempo era oro.—Necesito más heparina, ¡ahora! —ordenó con voz firme a una enfermera cercana, mientras sus ojos seguían concentrados en la pantalla que mostraba los signos vitales de su paciente más reciente.—Dra. Montenegro, ya hemos superado las dosis indicadas. Si seguimos así, puede que haya una hemorragia —manifestó la enfermera con voz temblorosa.A pesar de la tensión y el caos, Barbara mantenía una calma exterior que enmascaraba el torbellino de emociones dentro de ella.—Si no la aplicamos ahora, igual morirá de un infarto —contestó de inmediato, aunque la enfermera dudó en aplicar la otra ampolla.Barbará tomó la jeringa preparada de las manos de la enfermera y se acercó a la cam
El primer año fue el más difícil de los dos.Bárbara tuvo que aprender a lidiar con el hecho de que ahora no solo era la “loca asesina” en una tierra lejana, sin pasado ni padres, sino también la “paria” del hospital en un pueblo tan pequeño como Sierra Verde, donde las costumbres eran tan antiguas que ni siquiera le dieron la bienvenida.Sus métodos poco convencionales para tratar a los pacientes no le ganaron popularidad, y más de una vez pensó que la echarían antes de siquiera poder comenzar. Pero entonces, resolvió uno de los casos más complejos que habían llegado al hospital, y el desprecio que le tenían se transformó en un respeto-odio.Ahora, por lo menos, casi nadie se atrevía a meterse con ella, salvo por uno que otro comentario amargo.Bárbara se había acostumbrado a esos comentarios.Dos años después, casi se había hecho inmune a escucharlos. Aun así, mentiría si dijera que era algo con lo que le gustaba vivir. Quizás solo necesitaba salir.Escapar por un rato, tomarse un tr
Bastián se sentó frente a su computadora, su mirada fija en la hoja en blanco que solo contenía una palabra.Sentía una punzada de irritación al ver una respuesta tan despectiva a su meticuloso memorándum.Cada detalle debía ser perfecto, cada paso cuidadosamente planificado, y esta respuesta desordenada iba en contra de todo lo que valoraba. Incluso si su receptora no tenía ninguna clase o mereciera el esfuerzo.Dejó salir un suspiro cansado cuando se cruzó de piernas con los dedos entrelazados sobre su estómago, pensativo.¿Sería suficiente para hacerla llegar?¿No sospecharía de ninguna forma?Después de dos años sin verse mutuamente y negarle cada una de sus propuestas, que de la nada aceptara a cualquiera podría ponerla a la defensiva, así que esperó.El hecho de que no haya llegado otro folder manila ni se estuvieran acumulando en su escritorio las últimas 4 horas era una buena señal.Tal vez apareciera en cualquier momento. Así que se preparó mentalmente.Era hora de terminar la
Bastián cerró los ojos, tragó en seco antes de volver a centrar su vista en la mujer que tenía en frente, un destello de diversión cruzó la mirada de ella, lo que disparó una pizca de molestia en su interior.¿Cómo podía estar tan tranquila con toda aquella situación? Pero como si el universo se hubiese puesto de acuerdo para hacer aquel día peor, observó cómo mordió su labio inferior sin borrar esa sonrisa por completo.Aparto la mirada, pensando lo peligrosa que era aquella mujer. Ni siquiera la conocía, no sabía de dónde había salido, pero la desconfianza y su preocupación por Liam pesaron sobre todo lo demás.No tardó mucho en oler aquel aroma a mar y levemente picante, el mismo que habían sentido en el ascensor. El aroma de los lirios.Su hijo se había escapado de la guardería por una mujer desconocida, persiguiendo su aroma.Sino había sentido enojo por lo que había hecho Liam, ahora lo sentía.Por ese aroma, por esa mujer que probablemente no tenía idea de la obsesión de Liam