Él rompió la conexión en un intento de controlar los latidos de su corazón. Recordando la verdadera razón por la que estaba en aquel lugar extraño.—Vine a decirte que hay una cena para la caridad en el hospital la próxima semana, y sería bueno que tú y los demás miembros del departamento fueran al evento —terminó explicando mientras se ajustaba la corbata.Bárbara no contestó, pero lo examinó más tiempo del que Bastián se sintió cómodo.—¿Crees que llevar a mi departamento al evento puede ayudarnos a conseguir los fondos? —su voz cargada con un toque de sarcasmo.—Así es. Los eventos sociales son perfectos para conocer gente, hacer conexiones que nos ayudarían a tantear el terreno con los otros departamentos.Bárbara dejó salir el aire y se dio la vuelta, tomando una de las sillas del vestíbulo para sentarse con el respaldo en su pecho.—No.—Bien entonces… —Bastián se detuvo, y miró hacia ella confundido.¿Acababa de decir no?¿Acaso no entendía la importancia que tenían eventos como
—Podemos arreglarlo — Adler se concentró en la atractiva enfermera frente a él—, denme un día y estoy seguro de que puedo encontrar una solución.La enfermera asintió sonriendo con igual coquetería. Adler no dudó en tomar su mano y depositar un suave beso en el dorso antes de darle un suave guiño.—Espero, director Becker, que podamos contar con su absoluto apoyo —la voz chillona de la enfermera carraspeó las últimas palabras, antes de marcharse, no sin antes de darle un suave toque sobre su hombro.Adler amplió sus hombros y arregló su saco. Complacido con el resultado. Aun no podía entender como era capaz de sonreír y juguetear con tantas mujeres sin llegar a nada claro. Era un hombre apuesto, con un rostro angelical y una sonrisa que pondría a cualquiera de rodillas y dispuesto a hacer lo que él quisiera. Sus dotes con la persuasión y el convencimiento eran la razón por la que lo habían llevado a triunfar en su puesto como director de un hospital tan remoto como lo era en Sierra Ver
Adler sonrió, intentando relajar el ambiente; se colocó entre Bastián y Hoffmann antes de continuar. —Bueno, parece que eso aclara las cosas. Sigamos con las visitas, ¿no?Bastián asintió, sintiendo una ligera liberación en su pecho. No era del tipo que disfrutaba de las confrontaciones, pero decirle a Hoffmann esas palabras abrieron una puerta que no había intentado cruzar nuca.Hoffmann se fue de ahí antes de que ellos se marcharan, dejando atrás una estela de tensión que casi podía cortar el aire.—Vámonos —dijo Adler a lo que Bastián asintió siguiéndolo poco después.Mientras caminaban hacia el siguiente departamento, una sensación extraña se instaló en el pecho de Bastián. Tarde, pero ahí estaba. Había dicho lo que quería decir, había defendido a Adler, pero el nudo en su estómago no desaparecía. Era la primera vez en mucho tiempo que alzaba la voz de esa manera, y aunque sabía que era lo correcto, no podía evitar preguntarse qué más estaba guardando dentro.Bastián entró por la p
BÁRBARAHay un dicho que Isabela siempre dice cuando las cosas se tornan, incluso un poco mal:"Las tormentas siempre tienen un final".La primera vez que lo escuchó, escupió unas cuantas maldiciones y se escapó de casa. Corrió tan lejos como sus piernas le permitieron. Y para empeorar las cosas, estaba cayendo una de las peores tormentas de la época. Fue un mal chiste en su vida. Pero no dejo de avanzar. Sus pies ardieron y sus rodillas casi cedían al peso de la ropa mojada y de su propio cuerpo a medida que avanzaba.No tenía idea de a donde quería ir, pero tampoco quería regresar. Solo quería escapar a un lugar donde nada pudiera dañarla, un lugar donde se sintiera a salvo. Por supuesto, en ese entonces ese lugar no existía. No en su mente.Avanzó por varias horas hasta que se dio cuenta de que había dejado de llover y ahora solo era ella empapada por la lluvia con el dolor quemante sobre su espalda… Recuerda haber
BÁRBARACaminar más rápido que Greta era algo que podría decirse que sería más fácil si comparaba las piernas cortas de una mujer de 1.50 metros. Pero Greta ya era experta en aparecer y desaparecer a una velocidad alarmante. Así que, su deseo de dejarla atrás era constantemente frustrado con ella pisándole los talones. Era capaz de sentir sus ojos clavándose en su espalda con un aura oscura que no dejaba de crecer.Se sentía como un conejo huyendo de un lobo feroz. Bárbara cruzó las puertas hasta la escalera de servicios, dispuesta a correr de una buena vez por su vida, cuando sintió que se le cortó la respiración. La cuerda de su gafete impidió que siguiera adelante, regresándose a donde estaba.El ataque de tos que siguió solo provocó un resoplido en su atacante como si no fuera gran cosa.Greta se cruzó de brazos, refunfuñando y lanzando unas cuantas maldiciones en sueco.—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Greta molesta.Bárbara se tocó el cuello, regresando su carné a su lug
BastiánBastián observaba el ajetreo a su alrededor. El jardín del hospital estaba lleno de niños corriendo en todas direcciones, con pequeñas batas blancas que les colgaban casi hasta los tobillos. Las risas infantiles y los murmullos de los médicos que los guiaban llenaban el aire, creando una mezcla caótica de voces. Para muchos, aquello parecía un juego, una alegre fantasía de ser médicos por un día. Pero para él, cada sonido y cada movimiento acentuaban la creciente ansiedad que llevaba dentro.Había aceptado participar en la “Semana de los Pequeños Doctores” por Liam. Cuando su hijo le entregó el boletín con la invitación, pensó que había dado un paso, que tal vez se estaba abriendo, aunque fuera solo un poco. Pero ahora, viendo a su hijo de pie a su lado, aferrando su mano como si fuera su única ancla en medio de una tormenta, Bastián se preguntaba si había interpretado mal esa señal.—Todo estará bien, Liam —murmuró, intentando que su
Bastián Bastián observaba el ajetreo a su alrededor. El jardín del hospital estaba lleno de niños corriendo en todas direcciones, con pequeñas batas blancas que les colgaban casi hasta los tobillos. Las risas infantiles y los murmullos de los médicos que los guiaban llenaban el aire, creando una mezcla caótica de voces. Para muchos, aquello parecía un juego, una alegre fantasía de ser médicos por un día. Pero para él, cada sonido y cada movimiento acentuaban la creciente ansiedad que llevaba dentro.Había aceptado participar en la “Semana de los Pequeños Doctores” por Liam. Cuando su hijo le entregó el boletín con la invitación, pensó que había dado un paso, que tal vez se estaba abriendo, aunque fuera solo un poco. Pero ahora, viendo a su hijo de pie a su lado, aferrando su mano como si fuera su única ancla en medio de una tormenta, Bastián se preguntaba si había interpretado mal esa señal.—Todo estará bien, Liam —murmuró, intentando q
BastiánLiam caminó tres pasos antes de girar su pequeño rostro hacia el, Bastián asintió con el nudo en su estómago aflojándose. Liam se giró de nuevo y se dejo arrastrar por Sofía. El oso de peluche se levantó dándole la espalda a ellos. Bastián lo observó. Metió las manos en los bolsillos, aclarándose la garganta.Aunque parecía imposible de percibir, el oso enorme se crispo como si se acabase de dar cuenta de lo que había hecho y peor aún, estuviese delante del hombre que le daba una mirada inquisitiva.Bastián estaba a punto de hablarle cuando el oso saltó, seguido de un leve “¡Bum!” el quedó perplejo. Cientos de papeles brillantes volaron por los aires, cayendo a su alrededor como una lluvia de colores.—Qué hermoso —comentó Camille mirando los papeles caer sobre ellos.Uno de los papeles se enredó en el cabello de Bastián. El resoplo intentando quitarlo. Se percató que el oso dirigía todo su semblante h