Adler sonrió, intentando relajar el ambiente; se colocó entre Bastián y Hoffmann antes de continuar. —Bueno, parece que eso aclara las cosas. Sigamos con las visitas, ¿no?Bastián asintió, sintiendo una ligera liberación en su pecho. No era del tipo que disfrutaba de las confrontaciones, pero decirle a Hoffmann esas palabras abrieron una puerta que no había intentado cruzar nuca.Hoffmann se fue de ahí antes de que ellos se marcharan, dejando atrás una estela de tensión que casi podía cortar el aire.—Vámonos —dijo Adler a lo que Bastián asintió siguiéndolo poco después.Mientras caminaban hacia el siguiente departamento, una sensación extraña se instaló en el pecho de Bastián. Tarde, pero ahí estaba. Había dicho lo que quería decir, había defendido a Adler, pero el nudo en su estómago no desaparecía. Era la primera vez en mucho tiempo que alzaba la voz de esa manera, y aunque sabía que era lo correcto, no podía evitar preguntarse qué más estaba guardando dentro.Bastián entró por la p
BÁRBARAHay un dicho que Isabela siempre dice cuando las cosas se tornan, incluso un poco mal:"Las tormentas siempre tienen un final".La primera vez que lo escuchó, escupió unas cuantas maldiciones y se escapó de casa. Corrió tan lejos como sus piernas le permitieron. Y para empeorar las cosas, estaba cayendo una de las peores tormentas de la época. Fue un mal chiste en su vida. Pero no dejo de avanzar. Sus pies ardieron y sus rodillas casi cedían al peso de la ropa mojada y de su propio cuerpo a medida que avanzaba.No tenía idea de a donde quería ir, pero tampoco quería regresar. Solo quería escapar a un lugar donde nada pudiera dañarla, un lugar donde se sintiera a salvo. Por supuesto, en ese entonces ese lugar no existía. No en su mente.Avanzó por varias horas hasta que se dio cuenta de que había dejado de llover y ahora solo era ella empapada por la lluvia con el dolor quemante sobre su espalda… Recuerda haber
BÁRBARACaminar más rápido que Greta era algo que podría decirse que sería más fácil si comparaba las piernas cortas de una mujer de 1.50 metros. Pero Greta ya era experta en aparecer y desaparecer a una velocidad alarmante. Así que, su deseo de dejarla atrás era constantemente frustrado con ella pisándole los talones. Era capaz de sentir sus ojos clavándose en su espalda con un aura oscura que no dejaba de crecer.Se sentía como un conejo huyendo de un lobo feroz. Bárbara cruzó las puertas hasta la escalera de servicios, dispuesta a correr de una buena vez por su vida, cuando sintió que se le cortó la respiración. La cuerda de su gafete impidió que siguiera adelante, regresándose a donde estaba.El ataque de tos que siguió solo provocó un resoplido en su atacante como si no fuera gran cosa.Greta se cruzó de brazos, refunfuñando y lanzando unas cuantas maldiciones en sueco.—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Greta molesta.Bárbara se tocó el cuello, regresando su carné a su lug
BastiánBastián observaba el ajetreo a su alrededor. El jardín del hospital estaba lleno de niños corriendo en todas direcciones, con pequeñas batas blancas que les colgaban casi hasta los tobillos. Las risas infantiles y los murmullos de los médicos que los guiaban llenaban el aire, creando una mezcla caótica de voces. Para muchos, aquello parecía un juego, una alegre fantasía de ser médicos por un día. Pero para él, cada sonido y cada movimiento acentuaban la creciente ansiedad que llevaba dentro.Había aceptado participar en la “Semana de los Pequeños Doctores” por Liam. Cuando su hijo le entregó el boletín con la invitación, pensó que había dado un paso, que tal vez se estaba abriendo, aunque fuera solo un poco. Pero ahora, viendo a su hijo de pie a su lado, aferrando su mano como si fuera su única ancla en medio de una tormenta, Bastián se preguntaba si había interpretado mal esa señal.—Todo estará bien, Liam —murmuró, intentando que su
Bastián Bastián observaba el ajetreo a su alrededor. El jardín del hospital estaba lleno de niños corriendo en todas direcciones, con pequeñas batas blancas que les colgaban casi hasta los tobillos. Las risas infantiles y los murmullos de los médicos que los guiaban llenaban el aire, creando una mezcla caótica de voces. Para muchos, aquello parecía un juego, una alegre fantasía de ser médicos por un día. Pero para él, cada sonido y cada movimiento acentuaban la creciente ansiedad que llevaba dentro.Había aceptado participar en la “Semana de los Pequeños Doctores” por Liam. Cuando su hijo le entregó el boletín con la invitación, pensó que había dado un paso, que tal vez se estaba abriendo, aunque fuera solo un poco. Pero ahora, viendo a su hijo de pie a su lado, aferrando su mano como si fuera su única ancla en medio de una tormenta, Bastián se preguntaba si había interpretado mal esa señal.—Todo estará bien, Liam —murmuró, intentando q
BastiánLiam caminó tres pasos antes de girar su pequeño rostro hacia el, Bastián asintió con el nudo en su estómago aflojándose. Liam se giró de nuevo y se dejo arrastrar por Sofía. El oso de peluche se levantó dándole la espalda a ellos. Bastián lo observó. Metió las manos en los bolsillos, aclarándose la garganta.Aunque parecía imposible de percibir, el oso enorme se crispo como si se acabase de dar cuenta de lo que había hecho y peor aún, estuviese delante del hombre que le daba una mirada inquisitiva.Bastián estaba a punto de hablarle cuando el oso saltó, seguido de un leve “¡Bum!” el quedó perplejo. Cientos de papeles brillantes volaron por los aires, cayendo a su alrededor como una lluvia de colores.—Qué hermoso —comentó Camille mirando los papeles caer sobre ellos.Uno de los papeles se enredó en el cabello de Bastián. El resoplo intentando quitarlo. Se percató que el oso dirigía todo su semblante h
BastiánEl aroma picante fue lo primero que percibió.El cabello castaño fue lo segundo que vio.Y luego, la espalda de alguien que reconoció de inmediato.Su figura se movió entre la gente hasta llegar al centro junto a su hijo. Ella se agacho hasta la altura de Liam manteniendo una distancia segura. No supo que susurro, pero lo que sea que haya dicho hizo que el cuerpo de Liam reaccionara, sin levantar su rostro. Ella toco el pasto entre ellos y suavemente toco una de sus pequeñas manitas hecha puño sobre su cabeza, hasta que la coloco sobre la tierra, Liam cerro los dedos sobre la grama tan fuerte que Bastián sintió que estaba hiriéndose así mismo, pero la mano de ella lo sostenía. Levanto la mirada hacía los presentes haciendo ademán de que se alejaran. Algunos entendieron y comenzaron a alejarse. Otros no se movieron. Fue entonces que Bastián reacciono, miro hacía Camille.—Diles que se vayan de aquí por favor—rogo antes de comenzar a acercarse a ellos.Bastián dio un paso a la v
BárbaraAún podía sentir la calidez de aquel agarre.Bárbara apoyó la barbilla en su muñeca mientras mantenía la vista fija en su otra mano. La observó con detenimiento, buscando algún cambio: un ligero temblor, una nueva coloración, un cambio en la temperatura. Sin embargo, no había nada fuera de lo normal. Su mano lucía exactamente igual, y aun así, la sensación persistía, como si el calor de la mano de Bastián hubiese dejado una huella en su piel."¿Por qué sigo sintiendo esto?"Con un movimiento brusco, Bárbara sacudió la mano, intentando desprenderse de aquella sensación que parecía aferrarse a ella. Al final, la dejó descansar sobre sus muslos, todavía percibiendo un calor que no le pertenecía.Es realmente rígido...Se reprochó, tratando de ignorar la forma en que su corazón había reaccionado al toque de BastiánEstaba segura que no la tomaría. Que el simplemente se dirigiria a Liam y ella solo se apartaria, estaba lista para que es