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Tú... mi único amor.
Tú... mi único amor.
Por: Elisagranch
Cómo un puñal directo al corazón.

—Esto es una locura Thomas, eres mi jefe—dije sobre él aún agitada y con la respiración entrecortada, mis mejillas seguro estaban más coloradas que de costumbre. Él solo sonrió con dulzura y acarició mi mejilla.

—Sabes que las diferencias sociales no me importan Sarah, me gustas, caray me gustas mucho , desde ese primer día en que te vi te metiste en mi cabeza. Desde mi primer día en la empresa.

—Y tu me gustas demasiado… pero… pero yo tengo miedo Thomas, no quiero enamorarme perdidamente. Tengo un mal presentimiento, creo que esto no durará mucho. Que un día despertaré y tendré que sufrir mucho y…—Él cubre mis labios con su dedo índice.

—Creí que ya estabas perdidamente enamorada, veo que tengo que esforzarme más entonces—Se acerca y los besa y tras un beso intenso y profundo volvimos a hacer el amor. Mentía, mentía como actriz de teatro en su papel, claro que estaba perdidamente enamorada, me había enamorado como desquiciada de Thomas Rhys y me sentía como un muñeco en sus manos, él podía hacer de mi lo que quisiera, lo idealizaba como un hombre extraordinario, cómo alguien que merecía mi devoción pues el poderoso empresario Thomas Rhys, popular entre las mujeres de sociedad y ejemplar CEO según las revistas de economía se había fijado en mi , una mujer de escasos recursos que se jactaba de ser secretaria de presidencia en una empresa tan cotizada como lo era “Platinum real estate” la empresa transnacional de bienes raíces que fundaron sus antepasados décadas atrás, y de la que ahora él es el dueño inmediato y mayoritario. Supe que tiene un hermano rebelde que se fue a recorrer el mundo. Pero nunca habla de él, seguro es un inmaduro al que su padre ha desterrado, así que él es el heredero más fiable de las empresas de su familia. Nunca imaginé el día en que fué presentado a la empresa, que tras nuestros múltiples encuentros laborales terminaríamos en un juego de seducción que nos llevaría a la cama y a enredarnos en una turbia historia de amor y desamor.

Nos divertíamos mucho en nuestras escapadas durante las noches, de día éramos solo un jefe y su secretaria, teníamos que mantenerlo oculto por aquello de que la familia no lo iba a tomar de la mejor forma, pero en las noches éramos dos amantes sumamente apasionados.

Todo marchaba bien hasta que varios meses después mi ginecólogo me dijo que estaba embarazada, me sorprendió totalmente pues yo tomaba la píldora, así que mi ginecólogo me explicó que tal vez falté sin saberlo algún día o estaban en fecha de vencimiento pero que era algo totalmente posible. Así que me enfrentaba a una situación difícil. Debía esperar que Thomas llegara de un viaje que hizo con su padre, decirle la noticia que al decir verdad temía como lo iba a tomar, siempre me insistió en tomar las pastillas anticonceptivas. Pero no solo él me preocupaba. Además ¿Como decirle a mi padre que es tan estricto que estaba embarazada sin casarme y nada más y nada menos que de mi jefe?

Así que durante tres días en los que me carcomían los nervios intenté no pensar mucho en mi embarazo. Intenté disimular mi ansiedad ante mi padre. Debía esperar para que entre Thomas y yo se lo dijéramos.

El día en que Thomas llegó a la empresa noté que algo había cambiado en él. Ya no era el mismo conmigo, al pasar justo a mi lado me miró con frialdad y con un aire de arrogancia. Eso congeló mi piel y me hizo sentir un escalofríos en todo mi cuerpo. Él entró a la oficina junto a su padre y cuando su padre salió poco después mientras yo esperaba con ansias que lo hiciera, lo noté contrariado. Algo raro pasaba, entonces me armé de valor y entré a la oficina. Lo miré con su vista fija en su computador. Quería abrazarlo y sentir su calor, ese que tanto había extrañado esos días. Entonces él subió su mirada. Solo me miró como si estuviera esperando que dijera lo que tuviera que decirle y me alejara. Respiro hondo y le sonrío nerviosa.

—Thomas yo…

—¿Thomas? ¿Thomas?— preguntó con aspereza y yo deduje que era porque debíamos fingir y aquí no era momento de hablarle con familiaridad. —¿De cuando acá los empleados tutean a sus jefes?

—Perdón señor Rhys quería decirle algo muy importante pero veo que no es el momento, ¿Podemos vernos está noche? Lo he extrañado mucho y…—Él frunció su entrecejo y mirándome con gesto iracundo se levanta. Entonces suelta una risa burlona y despreocupada. Se acerca a mi y me mira con unos ojos que evidentemente no irradian el brillo con los que antes me miraba.

—Óyeme bien...Sea lo que sea que haya pasado entre nosotros, créeme, no fue importante. ¿De verdad creíste que yo me fijaría en una empleada como tú? —Enseguida mis ojos se inundaron de lágrimas. Hago una negación. Me sentía desesperada. Estaba en una situación angustiante. Sostenía sobre mi mano el sobre con el resultado de la prueba de embarazo y procuraba no temblar con tanta fuerza y él notara así mi aflicción. Él agarró aire.

—Lamento todo esto. Pero me voy a casar en poco tiempo, así que espero que no abras la boca para contar cualquier aventurilla que hayamos tenido. Ahora sal de aquí—Lo miro con ojos bien abiertos, impactada con cada estocada que salía de su boca. Entonces corro al baño y me derrumbo ante el espejo. No puedo creer que Thomas haya jugado así conmigo. Lloro con desesperación. Dios mío. ¿Que voy a hacer ahora? Estoy desesperada. No podré con esto yo sola. No me visualice a mis veinte como madre soltera. Entonces Patricia Gómez entra al sanitario. Es asistente de recursos humanos.

—Oye, oye nena, ¿Que sucede? ¿Por qué lloras así? Hasta allá afuera se oyen tus lamentos—seco mis lágrimas.

—Nada, nada , perdón Patricia —digo y salgo para ir a mi puesto. No sé cómo voy a trabajar así. No sé cómo podré mirarle a la cara. Lo amo, me enamoré como una estúpida.

Me siento en mi puesto y limpio mis lágrimas. Mi nariz está roja y mi corazón destruido. Me siento desfallecer cuando él intercomunicador suena. Él quiere que entre a su oficina. Me levanto sin ánimos pero un leve rayo de esperanza se instaló en mi corazón. Ojalá sea para disculparse. Pienso mientras seco mis lágrimas. Pero de nuevo mi pesimismo me condena al pensar también en lo que dijo… Dijo que se casaría con otra. Eso me asusta pero lucho por no volver a llorar.

Entro a la oficina sin poder mirarlo directo a los ojos. Los míos están muy rojos. Pero veo sobre el escritorio la prueba de embarazo. Frunzo mi entrecejo. Debió caerse cuando salí rápidamente. ¿Será que se arrepintió de su actitud al ver que tendré un hijo suyo? Entonces lo miro.

—Acércate por favor —dice. Voy hasta él.

—¿Cuánto dinero quieres?—mi cara es de sorpresa.

—¿De que habla señor Rhys?—pregunto en un susurro.

—Para deshacerte de él… Comprenderás que esto solo arruinará mis planes y…—Abro mi boca muy ofendida y dolida.

—No quiero dinero Thomas.

—No me tutee señorita … bien, quise ser diplomático, pero es su m*****a decisión, quiero que tome sus cosas y se marche ya mismo—lloré otra vez esta vez con más fuerza.

—No puedes hacerme esto. Necesito trabajar, ¿Cómo podré mantener a mi hijo? Por favor—Me humillo por mi bebé.

Él solo tomó su teléfono ignorando mi sufrimiento y yo tuve que salir de allí. Con un horrible dolor de cabeza y punzadas en mi corazón.

No sabía que hacer. Empecé a deambular por las calles varias horas antes de volver a casa. Ahora que haría. ¿Cómo podía él hacerme algo así? No era su mirada, no era su voz cálida y cariñosa, no era su sonrisa. Entonces me dejo caer en una banqueta. Estaba enojada conmigo misma. Cómo pude ser tan ilusa y pensar que un hombre como Thomas Rhys me tomaría en serio.

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