María ConstanzaNo sé qué pensar, pero me dio a entender que no le gustaban mis preparaciones de comida, y no era obligación gustarle, sin embargo, había fingido muy bien en las cenas… ¡Dios!, solo espero no haber hecho el ridículo ante esas personas. Desde que salí siento unas terribles ganas de llorar, pero no iba a hacerlo.El taxi se detuvo frente al edificio donde vivo, le pagué y miré hacia el último piso, aún tenía la piel erizada y esas corrientes que en ocasiones te suceden y no era por la emoción, era por el antagónico a esa palabra, si subo me iba a poner a llorar, miré a un lado una calle y era un largo camino lleno de edificios, al otro lado igual.Tampoco tenía cerca al padre Castro para correr y hablar con él. Sin embargo, necesitaba hablar, tenía en mi cabeza un sinnúmero de teorías, hipótesis, conclusiones verdaderas o erróneas… pero no sé qué hacer, seguía en la acera, mirando el edificio.—Jovencita, ¿se encuentra bien?Al mirar a quién me llamó, eran tres señoras d
SantosNo sé cómo podré ver de nuevo a María Constanza, no pude trabajar, no pude concentrarme. Su mirada triste me taladraba la cabeza. Supongo que se encontrará en el apartamento, y se entregó al llanto por mi culpa. Bajé del auto, subí al ascensor, saqué las llaves del apartamento y al ingresar todo estaba oscuro.«Se fue.» —Mi corazón experimentó un tsunami de emociones nunca vividas. Corrí a su habitación «que no se haya ido, por favor que no se haya ido», al encender la luz vi que todo estaba en su puesto, su ropa en el armario, sus artículos personales y una parte de algo en mí, la cual no sabía que se podía salir del cuerpo regresó; la tranquilidad. Mi corazón empezó a retumbar.Salí de su habitación, volví a la sala y desde ahí vi ese inmenso apartamento solo, «siempre has estado solo», —eso era verdad, siempre había vivido solo, pero ese aroma que salía de la cocina ahora ya no estaba, mirar todo limpio, como si no existiera nadie… ¿Qué estás haciendo conmigo María Constanza
María ConstanzaEstaba despierta desde hace como una hora, era la costumbre por levantarme a preparar la comida, pero como no voy a cocinar voy a hacer ejercicio, Santos que se prepare su desayuno… y si hago el mío y lo dejo velando… ¡Ay, no!, él ayer hizo la cena. Se disculpó y él tenía su verdad, como me dijo la anciana. Mejor desayuno en la calle, vamos a castigarlo por unos días.Me puse el vestido de baño blanco y encima una licra y un top, una cola de caballo y mis tenis. Eran las cuatro de la mañana, hoy sábado no acostumbra a ejercitarse tan temprano, luego nadaré un rato. Me puse, los audífonos, pasé por la piscina mientras buscaba que música poner para ejercitarme y subí al segundo piso e ingresé al gimnasio.Puse el celular sobre la corredora, programé la velocidad para correr un poco, en ese momento me llamó Natalia. ¿Le habrá pasado algo? Era muy temprano.—Perdón que te llame a estas horas de la madrugada. ¿Estabas dormida?—Hola, Naty. Para nada, hago ejercicios.—Al me
GuillermoDurante todo el viaje, para ser más exacto, durante todo este tiempo había pensado mucho en lo que podía pasar con Natalia. Desde que la volví a ver en los quince de Maco, no la sacaba de mi pensamiento, de haber sabido cómo la trataba ese tipo… jamás habría permitido que le pegaba y la trataba de esa manera, en fin.Esperemos que la relación se dé como debe darse. Pero no iba a desperdiciar la oportunidad, como me dijo el padre Castro. Una vez salí de la cárcel fui a visitarlo, para agradecerle que en mi encierro sacó tiempo para visitarme. Iba a tomar su consejo, este reencuentro fue un aviso del cielo. Santos me esperaba, nos saludamos fraternalmente.—Por fin llegas a Brasil.Subí mis dos maletas en su auto. Natalia se estaba quedando en el apartamento que la empresa me puso a disposición, y eso me tiene con los cojones al borde, no sé cómo será mi vida con ella a mi lado de nuevo.—Casi que no llego.—Me alegra tenerte cerca Guille.—Santos, ¿demos ir a tomar algo, ante
SantosLe di un beso en la mejilla después de terminar de abrochar su cinturón, extrañas sensaciones surgieron de no tengo la más mínima idea, pero ganas no me faltaron para sucumbir ante su petición.—Pequeña, mañana, cuando estés libre de alcohol en las venas, pídeme esto mismo y sin dudas te lo concedo.—No te gus… —puse un dedo en sus labios.—Mañana si te acuerdas… No, yo te lo voy a recordar.Su primer beso y el que sea yo quien se lo dé me estaba llamando mucho la atención. Le di un beso en la frente, rodeé el auto y con una estúpida sonrisa extraña en mí, ingresé al carro. Antes de arrancar la observé, se había acomodado de lado y hacía pucheros.» ¿Qué estás haciendo conmigo María Constanza? Ya estoy muy viejo para que el corazón me palpite de tal manera.Una parte de la conversación con Guillermo, de la cual agradezco, se encuentre de nuevo aconsejándome. Él era quien había tenido relaciones serias, las mías, máximo, duraron veinticuatro horas.—Amigo, ahora que estuve encer
SantosEra pequeña, pero pesaba, y supongo era ese bello trasero que se mandaba, donde solo era carne lo que tenía. Se lo vi muy cerca en la madrugada. Aún sonrió con la cara que puso por el susto al verme en la piscina. Me vi haciendo pericias para ingresar al apartamento porque no quise bajarla de mis brazos.Por fin pude ingresar, y ya nos encontrábamos bajo el amparo de nuestro techo. Estaba completamente dormida, la acosté en su cama, le quité los tacones, encendí el aire acondicionado y la cubrí.—Quédate. —susurró.—Solo hasta que te duermas.Me quité los zapatos, la correa, la dejé en la mesa de noche, los dos celulares, la billetera y me metí debajo de las cobijas con ropa por primera vez en mi vida, en la cama con una mujer. Se acomodó a mi lado, sus piernas me envolvieron.—Eres como mi peluche, —sonreí.Si digo que no estaba asustado era un completo mentiroso, el corazón palpitaba de una manera diferente y a las nuevas sensaciones les tenía mucho miedo. A mí mismo no podía
NataliaMe moví en la cama, era más grande y… Mi mano comenzó a palpar un cuerpo, era de hombre… estaba desnudo… ¡Ah no!, tiene bóxer… pero… ¡Está erecto! Lo apreté; deslicé toda la mano por ese largo falo. —Mi mente trajo todos los recuerdos de ayer. Guille llegó, me cargó, lo vomité, entramos los dos al baño, me lavó los dientes y… ¡Miércoles!—¿Ya terminaste de inspeccionarlo? ¿Lo recuerdas?, porque no ha cambiado.Esa bendita voz ronca y sentí un inmenso calor en mi cuello, rostro y cabeza. Sin mirarlo iba a salir, pero…—¡Estoy desnuda!La carcajada de Guillermo fue más notoria, como si fuera una jovencita cubrí mi rostro con las cobijas, mientras él seguía burlándose a mi costa.—No he visto nada que ya no conocía a la perfección, —dijo cerca del oído—. Y tú no has tocado nada diferente de lo que solías tocar. —tenía toda la razón. Pero…—Han pasado años.Me defendí, intentó quitarme la sábana del rostro y fue tarea imposible, me aferré más a ella.—Nena. —Otra vez me llamó nena
GuillermoNo dejaba de reírme mientras me daba de nuevo un rápido baño, y no podía sacarme del pensamiento lo rico que se sintió cuando inspeccionó mi pene. —Aún existe algo entre nosotros y como dijo Santos, la vida nos puso juntos de nuevo—. Salí de la ducha, me puse un jean, una camiseta, perfume, reloj, pasé el cepillo por mi cabello, sonó el timbre.¿Será Santos? Si era así lo mandaré a freír espárragos, no me iba a dañar el momento de la verdad con Naty. Que se devuelva por donde vino. Al abrir la puerta de la habitación vi que el cuarto de Naty estaba desocupado.El apartamento era grande, amplio y se sintió muy cálido al ingresar anoche, no como en los otros en donde me había acondicionado la multinacional. La única diferencia era que en los anteriores ella no habitaba. Volví a sonreír, la ilusión de nuevo estaba aflorando y no podía detenerla, más bien no quería hacerlo.Llegué a la sala y una pelirroja se me lanzó encima y me besó en los labios. ¡Mierda!, pero ¿está inoportu