Capítulo 30 - Mi ofrenda de paz

Santos

No sé cómo podré ver de nuevo a María Constanza, no pude trabajar, no pude concentrarme. Su mirada triste me taladraba la cabeza. Supongo que se encontrará en el apartamento, y se entregó al llanto por mi culpa. Bajé del auto, subí al ascensor, saqué las llaves del apartamento y al ingresar todo estaba oscuro.

«Se fue.» —Mi corazón experimentó un tsunami de emociones nunca vividas. Corrí a su habitación «que no se haya ido, por favor que no se haya ido», al encender la luz vi que todo estaba en su puesto, su ropa en el armario, sus artículos personales y una parte de algo en mí, la cual no sabía que se podía salir del cuerpo regresó; la tranquilidad. Mi corazón empezó a retumbar.

Salí de su habitación, volví a la sala y desde ahí vi ese inmenso apartamento solo, «siempre has estado solo», —eso era verdad, siempre había vivido solo, pero ese aroma que salía de la cocina ahora ya no estaba, mirar todo limpio, como si no existiera nadie… ¿Qué estás haciendo conmigo María Constanza
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