―Ella es mi madre, su nombre es Ana Luisa, pero no puede hablar ―nos comenta con gesto triste y angustiado―. Hace poco más de dos años tuvo un accidente que la mantuvo postrada en una cama por mucho tiempo ―su historia me conmueve. Miro a los ojos de la mujer y algo en su mirada me dice que ella es la persona indicada para que se encargue de mis hijos. Me transmite confianza―. Los traumas sufridos en el accidente la mantuvieron al borde de la muerte, pero gracias a Dios pudo recuperarse luego de un proceso muy lento y difícil. Fueron momentos angustiantes para nosotras ―su voz poco a poco va perdiendo fuerza―. La tarde en que despertó, los doctores descubrieron que no podía hablar y no recordaba nada de su pasado. Se pasaba los días mirándonos como si fuéramos personas extrañas ―gira su cara y mira a la mujer que la acompaña―. En ocasiones llegué a pensar que era otra persona y no mi madre. Suena ilógico, lo sé ―indica apenada―. Mamá y yo, siempre fuimos muy unidas y, aceptar que nues
Paúl, toma mi mano y la lleva a su boca para besarla. Estamos emocionados y muy felices, porque nuestra hija está a punto de nacer. Las contracciones se presentaron repentinamente, anunciando que la hora del nacimiento de nuestra pequeña y amada princesa, está cerca.―Te amo, cielo, me has hecho el hombre más feliz de este planeta.Susurra sobre el dorso de mi mano. Mi garganta se cierra por la emoción, así que asiento en respuesta mientras realizo mis ejercicios de respiración.―Yo también te amo, cariño ―respondo unos segundos después, porque no puedo quedarme con lo que necesito decirle en este día tan importante―. No me arrepiento de haber tomado la decisión de quedarme contigo. Volvería a hacerlo las veces que sean necesarias. Esto es lo que quiero. Soy tuya para siempre.Sonríe en respuesta. Baja nuestras manos, pero las mantiene entrelazadas.―¿Crees que tu familia algún día me acepte?Mi familia nunca lo aceptará. Mi marido le arrebató de las manos la única garantía que tenían
Nuestra vida era maravillosa. Habíamos luchado con mucho esfuerzo para convertir todos nuestros sueños e ilusiones en la más hermosa de las realidades.Me había casado con el hombre más perfecto del planeta. Era hermoso, cariñoso, me amaba por sobre todas las cosas y lo mejor de todo, es que, estaba segura de que nuestro amor perduraría para el resto de nuestras vidas e, incluso, mucho más allá. Estábamos hechos el uno para el otro. —El color es maravilloso —le digo a Paúl, mientras observo emocionada el rosa delicado que hay en las paredes de la que será la habitación de nuestra pequeña princesa—, estoy impaciente por ver cómo quedará todo, una vez que la decoremos. Me extiende una hermosa sonrisa que resplandece más que el sol durante un día de verano.—No puede haber una princesa sin su castillo —me dice emocionado, mientras deja su rodillo en la bandeja de pintura y se acerca a mí para rodearme con sus brazos—, te prometo que algún día te daré tu propio palacio, porque estoy dec
Dos semanas despuésHe notado a Priscilla muy intranquila durante estos últimos días. He estado muy preocupado por ella, porque después de lo que sucedió entre nosotros hace dos semanas, la he visto más pensativa y nerviosa de lo acostumbrado. Soy un completo idiota por haber mencionado algo como eso. Sé que fue parte de la promesa que le hice el día de nuestra boda, no obstante, nunca pensé que ella se lo tomaría tan a pecho. Si pudiera retroceder el tiempo, juro que lo haría tan solo para cerrar mi puta boca y evitar que mi hermosa esposa se preocupe por ello.Cierro la puerta de la habitación de nuestra pequeña princesa una vez que coloco en su cunita los ositos de peluche que he comprado para ella. Priscilla aún no los ha visto, quiero que sea una sorpresa para ella, un intento por remediar de alguna forma la metida de pata que cometí en aquel momento.Camino con sigilo en medio de la noche hasta mi recámara para evitar despertarla. Me siento a su lado y la observo dormir durante
—¿Bebiendo a esta hora de la mañana?La voz de Wilson, me sorprende en el momento justo en que abre la puerta de mi oficina y entra sin haberse anunciado antes.—Hace muchos años que nadie me dice lo que tengo que hacer Wilson, a estas alturas deberías saberlo mejor que nadie ―le indico con fastidio―. Soy mi propio dueño, hago y digo lo que quiero cuando se me da la real gana ―me levanto de la silla, camino hasta el bar y me sirvo un nuevo trago―. Esa es la ventaja de ser el maldito amo del mundo ―giro mi cara y sonrío con arrogancia―, tener dinero es como poseer la llave maestra que abre todas las puertas del mundo y que, para otros, permanecen totalmente cerradas.Suelta un bufido antes de sentarse en el sillón.—Y esa es la principal razón por la que nadie te soporta, Anthony —su comentario me molesta, de haber sido otro, lo habría enterrado vivo bajo tierra, sin embargo, tratándose de mi mejor y único amigo, lo dejo pasar―, si no cambias esa molesta actitud y dejas tu soberbia, pe
Estaciono y bajo de mi auto. Al entrar a la casa me sorprendo cuando observo a la Nana bajar por las escaleras apresurada y con gestos angustiados en su cara. Es algo poco común en ella, a menos que…―¿Qué sucede, Nana? ―pregunto en el acto.Su mirada es precavida. Hay cierta inquietud en ella, que no pasa desapercibida ante mis ojos. Lo que significa que este desafortunado día de mierda aún guarda sorpresas para mí.―Será mejor que entremos, hijo… ―me indica preocupada, sin embargo, noto cierta emoción en el tono de su voz―, hay algo que debo mostrarte. Necesito que estés preparado mentalmente para esto.Entrecierro los ojos y la miro intrigado. Doy un respiro profundo. Este jodido día aún no termina. Me paso las manos por el rostro con hastío y fastidio. Los problemas están empecinados en martirizarme la vida el día de hoy.―Muy bien, Nana ―le digo resignado―, guíame y muéstrame ese asunto que te tiene tan impactada.La sigo de cerca. No sé por qué, pero tengo un mal presentimiento.
A la mañana siguiente Fuertes golpes en la puerta me hacen abrir los ojos en medio de un intenso dolor de cabeza que me está matando. ¿Qué carajos hago en mi oficina? Ni siquiera recuerdo lo que sucedió el día anterior. La luz del sol impacta sobre mis córneas adoloridas. ―¡Por el amor de Dios! ¿Pueden esperar un momento? Vocifero furioso, lo que provoca que mis sienes palpiten como las entrañas de un volcán a punto de erupción. Me levanto del mueble. Observo el vaso y la botella que están tirados en el piso. ¿Qué rayos hice anoche? No logro recordar nada de lo que pasó durante las últimas veinticuatro horas. Los recojo de la alfombra y los coloco sobre la mesa. La cabeza me pulsa de manera incesante provocándome un dolor desesperante. Me dirijo a la entrada y abro la puerta, antes de que los golpes hagan que mi cabeza se parta en dos mitades. Encuentro a la Nana parada frente a mí con la mirada llena de preocupación. Es entonces cuando lo recuerdo todo. ―Tenemos que hablar, Anthon
¿Qué se ha creído esa zorr@? Ahora mismo voy a poner a esa desquiciada en su lugar y a acabar de una vez por todas con este absurdo e incómodo problema. ¿Qué pretende al aparecerse en mi empresa? Entro al estacionamiento subterráneo y aparco en mi plaza privada. Subo al elevador, harto y hasta la coronilla de que todo el mundo intente joderme la vida. Una vez que bajo de él, camino apresurado hasta mi oficina y con la clara intención de que esa mujer desaparezca para siempre de mi vida. Madit@ la hora en que vine a poner mis ojos en ella. No voy a consentir que venga a armar escándalos en mi empresa o que crea que puede intervenir en mi vida cada vez que a ella se le dé la regalada gana. Abro la puerta y la veo saltar sobre mí mientras llora inconsolable. Arranco sus brazos de mi cuello y la aparto de un empujón. La observo furibundo. Está desmejorada y descuidada. No queda rastro de la hermosa mujer con la que solía pasar el rato. Ha perdido peso. Hay bolsas y ojeras muy oscuras en