—¿Bebiendo a esta hora de la mañana?
La voz de Wilson, me sorprende en el momento justo en que abre la puerta de mi oficina y entra sin haberse anunciado antes.
—Hace muchos años que nadie me dice lo que tengo que hacer Wilson, a estas alturas deberías saberlo mejor que nadie ―le indico con fastidio―. Soy mi propio dueño, hago y digo lo que quiero cuando se me da la real gana ―me levanto de la silla, camino hasta el bar y me sirvo un nuevo trago―. Esa es la ventaja de ser el maldito amo del mundo ―giro mi cara y sonrío con arrogancia―, tener dinero es como poseer la llave maestra que abre todas las puertas del mundo y que, para otros, permanecen totalmente cerradas.
Suelta un bufido antes de sentarse en el sillón.
—Y esa es la principal razón por la que nadie te soporta, Anthony —su comentario me molesta, de haber sido otro, lo habría enterrado vivo bajo tierra, sin embargo, tratándose de mi mejor y único amigo, lo dejo pasar―, si no cambias esa molesta actitud y dejas tu soberbia, permanecerás solo toda tu vida y nunca tendrás amigos.
Ruedo los ojos. ¿Amigos? ¿Y quién demonios los necesita?
—Te tengo a ti y eso es más que suficiente, Wil —me tomo todo el trago de un solo jalón y vuelvo al bar para recargar una vez más—, además, si quiero tener un montón de amigos puedo comprar los que quiera con mi dinero ―encojo los hombros con desinterés―. Te puedo prometer que tendría un ejército de ellos con solo chasquear los dedos. Sabes bien que el dinero mueve montañas y compra conciencias.
Una sonrisa vuelve a tirar de mis labios. No hay nada que el dinero no pueda conseguir.
—El dinero compra favores, lambiscones e hipócritas, Tony —me dice en tono molesto—. Soy tu amigo, porque te aprecio y te tengo en estima. Nos conocemos desde jóvenes y estoy al tanto de todo tu pasado ―es por esa razón que sigue a mi lado. Wil, es un tipo serio, fiel y honesto; la única persona, además de mi amada vieja, en la que puedo confiar―. Sin embargo, debo reconocer que has cambiado mucho durante estos últimos años ―ya comienza con su bendita cantaleta―. Te has convertido en un hombre cruel y perverso y no te importa hacer daño, si con ello, obtienes lo que quieres.
¿Y eso qué? He trabajado bastante duro para forjar mi porvenir. Soporté un maldito infierno para lograrlo y destruí cada obstáculo que se interpuso en mi camino para llegar a donde estoy. Lo que quiero lo obtengo a cualquier costo y, si tengo que destruir la vida de alguien para conseguir todo lo que me propongo, lo haré sin que me tiemble el pulso.
—Sabes, Wil, todo lo que he conseguido en esta vida… ―levanto la mano con la que sostengo el vaso y señalo a mi alrededor―, el dinero, poder, prestigio y todo cuanto poseo; es gracias a ser el tipo de hombre que soy —le digo en tono orgulloso—. Tuve que luchar por ello para conseguirlo. Sabes toda la historia, no tengo por qué contártela ―añado―. No obstante, debo recordarte que el alcohólico de mi padre estuvo a punto de arruinarlo todo —escupo con ira—. Tuve que quitarlo de en medio, porque nos estaba llevando directo a la quiebra. Trabajé de manera incansable para levantar esta empresa antes de que se fuera al infierno e hice de ella un gran imperio que se ha convertido en el primero en su tipo a nivel mundial.
Vacío el trago y luego coloco el vaso sobre la mesa de manera brusca. El recuerdo de ese miserable pasado me revuelve el estómago y me llena la boca de hiel.
—No reprocho lo que has hecho, hermano ―se levanta del sillón y camina en mi dirección―, al contrario, siempre te he admirado, porque a pesar de lo difícil que ha sido tu vida, nunca te rendiste ―sus palabras logran bajar el nivel de mi enojo―. Te esforzaste a cada segundo de tu vida sin tomar un solo respiro, hasta que lograste conseguir todo lo que te propusiste ―ni que lo diga―. Sé lo mucho que te ha costado. Sin embargo, crítico los métodos que usaste para lograrlo, Tony. Entiéndelo bien —me dice en tono de súplica, siempre voy a permanecer a tu lado en las circunstancias que sean ―hace una pausa―, pero, tarde o temprano, te arrepentirás de todo y quizás sea muy tarde cuando decidas hacerlo.
¿Arrepentirme? ¿Yo? Ni una mierd@.
—En mi vida no hay cabida para los arrepentimientos, amigo —acoto en tono determinado—, cada decisión que he tomado en mi vida ha sido con pleno uso de conocimiento ―lo miro a los ojos para que entienda que no hay ni un ápice de remordimiento en mis palabras―. Hice lo que debía hacer y lo haría de nuevo, de ser necesario —esta vez el tono de mi voz ha aumentado algunos decibeles—. La bondad es para los débiles y en esta jungla de depredadores soy el maldito rey.
Wil me observa con mirada condescendiente, da un largo suspiro y cambia la conversación. Es la mejor decisión que ha tomado. No hay nada en este mundo que pueda hacerme cambiar de parecer. Esto es lo que soy.
—Hace algunos minutos, Bradley, me informó que los buques fueron detenidos antes de salir del puerto de Rusia.
Planto la mirada sobre él, apenas lo suelta. ¿Qué carajos acaba de decir? ¿Detenidos?
—¿Qué demonio estás diciendo? ―le grito molesto― ¿Cómo que fueron detenidos? Bradley me había comunicado que los trámites se habían realizado a tiempo y que en poco más de una hora los buques estarían zarpando con mi cargamento ―me aprieto el puente de la nariz―. ¿A estas alturas vienen a decirme que hubo problemas?
Me quedo esperando por su respuesta. Mi mal humor acaba de empeorar a su máxima potencia.
―Problemas con la documentación, es el motivo por el cual fueron detenidos ―me explica con preocupación―. En este mismo instante se está enviando lo que la planta está requiriendo para poder avalar la salida de los buques. Sin embargo, lo harán con retraso y no estarán aquí sino hasta el martes de la próxima semana.
¡Esto era lo que me faltaba! ¿Dos putos días de retraso?
―¿Estás consciente de lo que eso significa? ―espeto ofuscado―. ¡Millones en pérdidas! ¿Solo porque ese maldito imbécil no pudo hacer bien su trabajo?
No admito ningún tipo de errores en mis negociaciones y si alguien tuvo la culpa de que esos cargueros no salieran a tiempo, entonces rodarán cabezas en este mismo instante. Salgo de mi oficina y voy en la búsqueda del incompetente que nos metió en este enorme problema. Al llegar, abro la puerta de un portazo. El golpe es tan violento que los vidrios de las ventanas vibran con el impacto.
―¡Maldito imbécil! ―suelto con ira una vez estoy frente a él―. Tu único trabajo era asegurarte de que mis equipos llegaran a puerto a más tardar el domingo ―espeto de manera airada―. Me encargué personalmente para que la put@ negociación se cerrara sin ningún contratiempo. ¿Qué tan difícil era enviar un simple documento para que esa carga partiera a la fecha y hora indicada? ¡Maldita sea! Eres tan inepto e incapaz que solo te bastó un segundo para destruir lo que tardé una semana en conseguir. ¿Ahora me dicen que por culpa de un insignificante papel mis equipos no llegarán a tiempo?
Todos mis empleados me conocen bien y saben que puedo ser un completo tirano cuando las cosas no salen como las espero. Que lo trate como a una basura es culpa suya, no la mía. Detesto a los incompetentes.
―No sé lo que pasó ―aduce nervioso―, todos los documentos se habían enviado correctamente ―niega con la cabeza―. Estaba a la espera de que se me informara que los cargueros estaban listos y a punto de partir.
¡Jodid@ partida de imbéciles e incapaces!
―¿Esperar? ―escupo sobre su cara―. En este negocio no se espera; se diligencia, se persigue, se asegura ―estallo de furia―. Recoge tus maldit@s pertenencias y desaparece cuanto antes de mi presencia ―lo tomo por la pechera de su camisa y le doy un empujón que lo hace trastabillar―. ¡Lárgate ahora mismo de mi put@ empresa!
Recoge su chaqueta de la silla y las pocas pertenencias que hay sobre el que era su escritorio. Sale de la oficina sin decir una sola palabra. Me acerco a la mesa y barro con todo lo que hay sobre ella en un arranque de ira e impotencia.
Casi de inmediato, vuelvo a mi oficina, seguido de Wilson, para encargarme de resolver este problema cuanto antes. No podré evitar que la mercancía llegue con retraso, por lo que corro el riesgo de que nuestro cliente principal cancele el pedido por incumplimiento de contrato. Por fortuna, cuento con aliados estratégicos que pueden brindarme su apoyo de manera eficiente y efectiva, en el caso de presentarse una eventualidad como esta.
Cinco horas después, todo ha sido resulto satisfactoriamente. El cliente recibirá su mercancía en el tiempo estipulado, aunque por ello haya incurrido en gastos adicionales que me hicieron perder algunos pocos millones, no obstante, mi nombre y mi credibilidad no se verán afectados de modo alguno.
Decido que es hora de volver a casa. Hastiado y cansado de tanta incapacidad, decido dar por terminado mi día laboral y abandono el edificio. Subo a mi deportivo y piso el acelerador para llegar cuanto antes. Necesito zafarme del estrés que tiene mi espalda tensa; llamar a alguna de mis amantes y desahogarme con ella follándola hasta la inconsciencia.
Hoy comencé el día con el pie izquierdo. Espero que no empeore.
Estaciono y bajo de mi auto. Al entrar a la casa me sorprendo cuando observo a la Nana bajar por las escaleras apresurada y con gestos angustiados en su cara. Es algo poco común en ella, a menos que…―¿Qué sucede, Nana? ―pregunto en el acto.Su mirada es precavida. Hay cierta inquietud en ella, que no pasa desapercibida ante mis ojos. Lo que significa que este desafortunado día de mierda aún guarda sorpresas para mí.―Será mejor que entremos, hijo… ―me indica preocupada, sin embargo, noto cierta emoción en el tono de su voz―, hay algo que debo mostrarte. Necesito que estés preparado mentalmente para esto.Entrecierro los ojos y la miro intrigado. Doy un respiro profundo. Este jodido día aún no termina. Me paso las manos por el rostro con hastío y fastidio. Los problemas están empecinados en martirizarme la vida el día de hoy.―Muy bien, Nana ―le digo resignado―, guíame y muéstrame ese asunto que te tiene tan impactada.La sigo de cerca. No sé por qué, pero tengo un mal presentimiento.
A la mañana siguiente Fuertes golpes en la puerta me hacen abrir los ojos en medio de un intenso dolor de cabeza que me está matando. ¿Qué carajos hago en mi oficina? Ni siquiera recuerdo lo que sucedió el día anterior. La luz del sol impacta sobre mis córneas adoloridas. ―¡Por el amor de Dios! ¿Pueden esperar un momento? Vocifero furioso, lo que provoca que mis sienes palpiten como las entrañas de un volcán a punto de erupción. Me levanto del mueble. Observo el vaso y la botella que están tirados en el piso. ¿Qué rayos hice anoche? No logro recordar nada de lo que pasó durante las últimas veinticuatro horas. Los recojo de la alfombra y los coloco sobre la mesa. La cabeza me pulsa de manera incesante provocándome un dolor desesperante. Me dirijo a la entrada y abro la puerta, antes de que los golpes hagan que mi cabeza se parta en dos mitades. Encuentro a la Nana parada frente a mí con la mirada llena de preocupación. Es entonces cuando lo recuerdo todo. ―Tenemos que hablar, Anthon
¿Qué se ha creído esa zorr@? Ahora mismo voy a poner a esa desquiciada en su lugar y a acabar de una vez por todas con este absurdo e incómodo problema. ¿Qué pretende al aparecerse en mi empresa? Entro al estacionamiento subterráneo y aparco en mi plaza privada. Subo al elevador, harto y hasta la coronilla de que todo el mundo intente joderme la vida. Una vez que bajo de él, camino apresurado hasta mi oficina y con la clara intención de que esa mujer desaparezca para siempre de mi vida. Madit@ la hora en que vine a poner mis ojos en ella. No voy a consentir que venga a armar escándalos en mi empresa o que crea que puede intervenir en mi vida cada vez que a ella se le dé la regalada gana. Abro la puerta y la veo saltar sobre mí mientras llora inconsolable. Arranco sus brazos de mi cuello y la aparto de un empujón. La observo furibundo. Está desmejorada y descuidada. No queda rastro de la hermosa mujer con la que solía pasar el rato. Ha perdido peso. Hay bolsas y ojeras muy oscuras en
―¡Nena, despierta! ―intento hacerla reaccionar por todos los medios―, tienes que salir inmediatamente de aquí, antes de que sea demasiado tarde. El agua comienza a cubrirnos y desespero cuando la veo inconsciente. Intento ayudarla, pero mis piernas están atrapadas entre los fierros y evitan que pueda moverme de mi asiento. No obstante, no voy a permitir que nada me detenga. Voy a salvar a mi familia a como dé lugar. Empleo todo mi esfuerzo para alcanzar la guantera y sacar una navaja que guardo dentro de ella. Se me dificulta abrir la gaveta, sin embargo, puedo lograrlo y me hago con ella. ―Vamos, cariño ―insisto determinado―, necesito que tú y mi princesa salgan de aquí. Las necesito vivas. Corto el cinturón de seguridad que está trabado, en el preciso instante en que el auto vuelve a deslizarse y cae en el lago. Los minutos son aterradores. La rapidez con la que comenzamos a sumergirnos es impresionante y no da espacio para pensar en nada más. Sin embargo, lo tengo muy claro, mi v
Despierto agitada después de haber tenido una terrible pesadilla. Clavo los ojos en el techo y comienzo a llorar con desconsuelo. Mi marido, mi hija… no seré capaz de vivir sin ellos. Los extraño con toda mi alma. Estoy devastada. Sigo negada a aceptar que ellos se han ido, que los he perdido para siempre. Por mucho que mi madre intente hacerme entrar en razón, no logro o simplemente no quiero entenderlo. Siento que me han arrancado el corazón del pecho y que mi alma quedó enterrada en lo profundo de aquel lago. No he parado de llorar desde que desperté en el hospital y supe que los había perdido. Mi vida no tiene ningún sentido si no los tengo junto a mí. ―Por favor, Paúl, llévame con ustedes ―ruego entre sollozos―. Ya no quiero permanecer en este mundo. No soporto el terrible dolor que llevo dentro de mi pecho. Tengo que hacer algo al respecto, porque no quiero seguir sufriendo de esta manera. Unas cuantas noches atrás atenté contra mi vida, producto de la gran desolación que me e
Otra terrible e inquietante pesadilla me despierta de manera súbita. No he podido concebir el sueño luego de la terrible tragedia que sacudió y destruyó toda mi vida. Dormida o despierta, lo revivo todo. El sol brilla inclemente y sus rayos atraviesan a través de las cristalinas ventanas de la habitación en la que me encuentro e impactan directamente sobre mis frágiles retinas. Me tapo los ojos para evitar que la intensidad de la luz los lastime, pero una vez que me adapto a la claridad, soy consciente de que no me encuentro en mi habitación, ni tampoco en la casa de mi madre. ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué a este lugar? Me incorporo rápidamente y me bajo de la cama. Aclaro la vista y giro mi cuerpo con lentitud para observar todo a mi alrededor. El corazón palpita debajo de mi pecho a una velocidad vertiginosa. La habitación es hermosa y cada objeto que hay en ella me dice claramente que, en esta casa, el problema nunca ha sido la falta de dinero. Doy algunos pasos y siento que me hun
Me detengo frente a la puerta de la habitación detrás de la cual proviene el dulce y compungido lamento. Pongo mi mano sobre la perilla y la giro lentamente hasta que se abre. Ni siquiera lo pienso, entro al cuarto y me dejo guiar por la dulce melodía y, es entonces, cuando veo a la pequeña nena sobre la cama. Su lloriqueo se desata a todo pulmón mientras agita sus dos pequeñas manitos de manera inquieta. Aquella imagen me parte el corazón. Corro hacia ella para levantarla de la cama y arrullarla. ―Hola, cariño, no llores, ya estoy aquí. No puedo describir la sensación que me embarga una vez la envuelvo entre mis brazos. Todo mi cuerpo tiembla y las lágrimas comienzan a escurrirse sin parar por mis mejillas, como si fueran represas que abren sus compuertas para dejar correr el agua. La llevo conmigo hasta el sillón que está ubicado en una de las esquinas de la habitación y la acurruco contra mi pecho para darle mi calor. La pequeña nena comienza a buscar desesperada cuando siente mis
“No voy a permitir que me humilles de esta manera, Anthony, si no puedo tenerte, entonces, nadie más te tendrá” Me llevo la mano a la parte izquierda de mi pecho, en el mismo instante en que abro los ojos. Ardo de rabia y rencor. ¡Maldita perr@! ¡Cómo se atreve! Arranco la vía que está conectada a mi brazo y el soporte cae al piso con un sonido estruendoso que se replica por toda la habitación. ―Tony… ¿Eres tú? Lo fulmino con la mirada. ¿Qué clase de pregunta es esa? ―¡¿Acaso eres imbécil?! ―le respondo iracundo al escuchar su estúpida pregunta― ¿Cómo que quien soy? ―ruedo los ojos―. ¿Te la fumaste verde? Me mira intrigado y confuso. Estoy rodeado de idiotas, pero no esperaba que mi amigo se sumara a la lista. Quizás está pasando demasiado tiempo con el resto de los empleados de mi empresa. ―Es que hace rato tú… Ni siquiera lo dejo terminar la frase. No estoy dispuesto a escuchar más barbaridades. Aprecio al que considero como mi mejor y único amigo, pero en ocasiones pierdo