Mohammed se instaló en una de las habitaciones disponibles; me platicó más sobre él, yo un poco, disimulando el sueño que me apresaba. A veces, no se daba cuenta pero, decía cosas en su idioma que yo no entendía. Así que solo asentía. En medio de la charla, surgió su invitación a Dubái. Le agradecí su afable propuesta, quizás después de dar a luz, y pasado un tiempo más, podríamos viajar a aquel lugar. —De verdad, ¿no le apetece algo de comer? —inquirí al tanto de la hora. Y ya el reloj me indicaba que eran las doce del mediodía. —Tú, ¿tienes hambre? —quiso saber. —Un poco —susurré por no decir que moría en realidad. —Podemos ir a un restaurante, yo invito. Y llamo un taxi, también. —No es necesario…—La comida, como en el resto del país, es deliciosa. Anda, acompáñame. Yo me encargo de avisarle a Ismaíl —insistió. Me convenció, o no quise declinar, no sería grosera. Me puse en pies, y pedí permiso para arreglarme. Comprendió quedándose a la espera de mí. En la habitación, me p
Acabó acercándose a él. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Me ponía muy emocional presenciar el encuentro. Y me hundía más en la reflexión, ¿cómo pude evitar por mucho que esto pasara?, ¿Cómo fui capaz de no permitirle a mi propio hijo tener felicidad completa? Cubrí mi boca, Ismaíl me abrazó por la cintura, adivinando el efecto en mí de lo que acontecía. Sentí sus labios tibios inclinados sobre mi frente. Reprimí la gigantesca necesidad de romperme, de rendirme ante el llanto. Por fin ocurría, al fin sucedían solo cosas buenas en nuestras vidas, aún así quería soltar lágrimas, pero no de tristeza. Sino lágrimas de alegría. Solo felicidad. …—Cuando yo te lo pedí te negaste, y ni siquiera lo pensaste cuando papá te ha invitado a comer —comentó sin rastro de molestia en la voz. Le seguí la corriente a mi amado captor. —No me digas que estás celoso. No pude negarme, además no me resisto a la pizza y mi bebé y yo moríamos de hambre —solté, era mi excusa. —Yo ahora muero de hambre,
Me cubrió los ojos, sus manos me guiaron en el andar. Todavía con la venda en mi rostro, sentí la arena bajo mi sandalias. ¿A dónde íbamos? —Ya casi —susurró a mi oído. Cada avance, cada paso que daba acrecentó un remolino dentro de mí, la emoción estaba arrasando conmigo sin siquiera tener idea de lo que ocurría. Pero mi corazón ya tenía la leve sospecha en un vuelco. —Sorpresa, florecilla…Cuando liberó mi mirada de la tela, no pude emitir una sola palabra. Jadeé extasiada, cubriendo mis labios ante la escena enfrente. Luces, velas, una cena a la luz de la luna, todo finamente adornado. Una mesa y dos sillas esperando por nosotros. —Ismaíl, no sé qué decirte, todo está hermoso… —mis ojos se llenaron de espesas lágrimas.Me abrazó cariñosamente. —No hace falta que digas algo, con solo mirarte sonreír, esa es la respuesta que quiero —se apartó tomando mi barbilla sutil, sostuve sus hipnóticos zafiros, con una avalancha emocional en el pecho —. Mariané…Entonces se arrodilló frent
El corte imperio de mi vestido, un diseño de inspiración griega, Llevaba un canesú justo debajo del pecho; desde ahí hasta abajo estaba la falta, muy vaporosa y suelta. Bueno, y sobre todo cómoda. Elegí el corte del vestido porque era muy romántico. Y justo encima del escote de mi vestido de corte imperio, la pedrería brillante. Aposté por pedrería en los pies, caminaría descalza, de modo que podría sentir la arena en mis pies, dando un aspecto más romántico, también. Llevaría el cabello suelto, con ondas en las puntas; y la diadema de flores sobre mi cabeza, aportó en mi look aún más feminidad y elegancia natural. Me decidí por unos pendientes pequeños, una pulsera en la muñeca derecha combinando con el anillo de compromiso ahí. Kelly elaboró en mi rostro un ligero maquillaje, resaltando mi mirada con un delineado en los ojos, máscara de pestañas y pintó mis labios con un gloss rosado. Ella como mi dama de honor, lucía un vestido de traje tipo sastre, fresco apostando por colores
Si no tuviera una enorme barriga de siete meses, hubiera saltado de la silla por la alegría que embargó mi alma. Diciembre empezaba con buen pie y yo con la respuesta de una editorial, que tomó en serio mi propuesta, no podía sentirme mejor. Era mi oportunidad, mi momento de sacar a la luz un libro que muchas veces tuve ganas de eliminar, que dejé, que pausé, que incluso creí absurdo. Nuestra historia estaba detrás de cada párrafo, plasmada entre las líneas de cada capítulo. Saber que un día no muy lejano “Un Susurro En La Tormenta” estaría detrás de las vidrieras de alguna librería o tienda, me llenaba de satisfacción y felicidad. —¿Amor? —inquirió Ismaíl encontrándome aún estupefacta mirando la pantalla de la portátil. Me giré hacia él con una enorme sonrisa. —¿Recuerdas mi manuscrito? —cuestioné extasiada, cubriendo mis labios. —Por supuesto, lo leí todo, no pudiste haber contado nuestra historia de otra mejor forma. Es perfecta, me comentaste de tus planes de enviarla a una
Al día siguiente, Kelly y la pequeña Sophia estaban en nuestro piso. La beba ya tenía dos semanas de nacida. Y nosotros que también esperábamos una nena, nos crecía la ilusión cada que la veíamos. Mi amiga que se había casado hace mes y medio, lucía radiante. Sean era un caballero, un buen padre y esposo. Me explicó que no había venido con ella porque estaba agotado, al parecer fue su turno de desvelarse en la madrugada. Y saber que eso también nos pasaría…—¿Sigue aquí la hermana de Ismaíl? —quiso saber bajando la voz. —No, se llevó a los niños al parque. Quedó en traerlos pronto. —Entiendo, ¿cómo te sientes? —Cada día mejor —admití —. ¿Y tú, ya te acostumbras a las noches sin dormir, lloriqueos…—No —confesó mirando a Sophia acunada en sus brazos —. Pero tenías razón, es una etapa hermosa. …Anocheció rápido, después de pasar por la habitación de los niños, ingresé a la mía, encontrando a Ismaíl metido en la cama; tenía el torso descubierto, así de guapo quise admirarlo más tie
—Es linda, mamá. ¿Puedo quedarme con ella? —inquirió Lizzy sujeta a la cuna en la que Malak dormía. Iba a responderle cuando Ismaíl llegó. —Ya es hora de ir a la cama, princesa —objetó su padre alzándola en sus brazos, en el acto la llenó de besos, haciendo que se partiera de la risa. —¿Me vas leer un cuento? Brenda no está, por favor, por favor —insistió uniendo sus manitas a modo de ruego. —Claro que sí, mi amor —continuó con los mimos, poco después la depositó en el suelo, acarició su coronilla —. Espérame en tu dormitorio. —De acuerdo, papi —la nena se dirigió a mí de brazos abiertos —. Buenas noches, mamá. —Descansa, angelito. —susurré besando su mejilla. Al quedarnos a solas, miré a Ismaíl. Corté cada centímetro entre nosotros, y me enredé en su cuello en punta de pies. Juguetón, rozó nuestras narices, con una sonrisa en sus labios que me estaban tentando a besarle. —¿Qué esperas? —inquirió sensual, incitando, dejando expuesto el deseo al fijar la mirada en mi boca. N
“La vida está llena de tanto: Giros, curvas peligrosas y de rectas que por muy derechas que sean, pueden torcerse en poco”.***PrólogoDesde el enorme ventanal de cristal se alzaban con pretensión los elevados edificios, los rascacielos y el tráfico de la icónica ciudad de New York, que por la noche brillaba bajo las luces de una urbe que no dormía y de los autos desplazándose por la autopista. Enfundado en un costoso traje italiano, estaba el magnate, tomando una taza de café árabe mientras observaba la fabulosa vista de la ciudad, un poco reflexivo.De pie, con una mano en los bolsillos de su pantalón Armani, miraba cada cierto tiempo el reloj en su muñeca como si temiera que el tiempo avanzara, deseando con ímpetu que la manecillas del reloj dejaran de girar. No atendió las llamadas a través del interfono, tampoco las citas que tenía pautadas para ese día, su mente era un caos, su vida un completo desastre. No había cabida para algo más que la joven dulce y tímida, absorbiendo su