—Es bueno que estemos diciéndonos las cosas cómo las sentimos, después de todo no esperaba menos de ti, te gusta lastimar a los demás —susurró apretando los dientes, una mezcla de molestia y decepción asidua al dolor por su franqueza —. Podemos dejarlo hasta aquí, terminemos de una vez por todas con el error y ve a buscar a alguien que sí esté a tu altura.Si eso sucedía, no sabría qué hacer. Pero no actuaría desesperada, no iba arrastrase a su pies.—¿Es lo que realmente quieres? —Inquirió apretando la mandíbula.El enfrentamiento se intensificó, se volvieron enemigos, luchando por ganar a como de lugar.—Lo que siempre quiero no resulta. Debería estar estudiando en la secundaria, haciendo amigos y no en un noviazgo con un hombre que casi me dobla la edad —siseó envalentonada —. No debí continuar con este proceso, ha sido la peor decisión además de envolverme en este desastre contigo.—Eso no parecía importarte al principio —recordó serio —. Permitimos que esta locura surgiera, una y
»Lo único que te hace valorar a esa persona, es cuando la situación. Pende de un hilo y sabes que podrías perderla«.RetazosLa impertinencia de un agudo dolor de cabeza serpenteó violentamente. Miró a la deriva, torciendo la cabeza, sentía los músculos de su cuello engarrotados. Se había quedado dormido en el escritorio, toda la noche. Maldijo en voz baja recapitulando en lo ocurrido, echó todo por la borda, había roto lo poco que quedaba entre ellos y se sentía fatal. La punzada lo atacó y tuvo que tomarse la cabeza, contrayendo el rostro por el impactante dolor. Le urgía darse una ducha y acostarse hasta que la marea embravecida se calmara.Se frotó las manos notando que el carmín de sus nudillos se había trasladado a un aspecto violáceo.Estaba arrepentido de haberle hablado de esa forma, y no encontraba la manera de enmendar su error. Salió del despacho cerrando de un portazo, avanzando con dirección a su habitación; en todo el trayecto se sumió en sus pensamientos cruzando veloz
Mariané rugió, apartó de un manotazo la taza de cereales, lo volcó ensuciando el regazo de su vestido. Furibunda, dejó todo el desastre encaminada a su habitación. A medio pasillo, paró en seco. Ismaíl había olvidado cerrar su puerta, aquella estaba entornada al descuido. Se movió insegura de lo que haría, al entrar vio varios frascos regados en la cama, la chispa de la curiosidad se encendió.Inspeccionó la etiqueta con la receta de uno, no entendió mucho. Ahí todo parecía palabras complejas e imposibles de pronunciar. No era tonta, eso debía ser suficiente para provocar una sobredosis. Entonces destapó el frasco nublada por la vaga intención de hacer una estupidez.¿De qué sufría Ismaíl?Estudió la habitación, además de estar en orden y pasearse la pulcritud en su extensión, su perfume la golpeó como un puñetazo en seco, traía ese vaivén de tranquilidad, la desazón que también le encogía el corazón. Escaseó el oxígeno, no era bueno que siguiera ahí, porque torturaba cada cosa que s
EsperanzaMariané permaneció detrás del cristal, en su interior había un invierno desapacible que le congelaba las entrañas. El frío crudo y despiadado le calaba el corazón, dejó de ver el panorama otoñal dirigiéndose a pasos vacilantes y se aovilló en la otomana perdiendo la vista en la flama ardiente de la chimenea. Los labios le temblaron, sobresaliendo el inferior y se agitó en el llanto silencioso.No se inmutó con la llegada de Ismaíl. Lo sintió inclinarse, no se movió. Él le acarició el cabello, frotando con dulzura su palma abierta sobre su espalda trémula.—Mariané… vamos a la cama.No respondió. La tomó entre sus brazos; la joven se acurrucó en su pecho, continuó sollozando. Hacía siete días que, luego de perder el bebé, no hablaba, se la pasaba llorando, a duras penas comía.—Necesito hablar contigo, por favor. Sé que soy la última persona con la que quieres entablar una conversación, pero es urgente lo que tengo que decirte, florecilla.La había depositado en su cama, todo
—Por favor, no continúes insinuando algo que no es cierto. Estoy pensando en tu bienestar, intento enmendar mi error dándote la oportunidad de tener lo que mereces; estudios, amigos y la vida que cualquier adolescente querría —explicó tomándole la barbilla, hizo que la soltara. Ismaíl suspiró profundo. Hacía lo posible por convencerla de que, tomando distancia, solo así, podrían avanzar y sanar —. Los Ángeles es una ciudad hermosa, Mariané. Y Rosewood un instituto de prestigio. Mariané se enfadó más y lo acribilló con la mirada. Sabía que en un internado estaría inherente, clavada siempre ahí, no era lo mismo que ir a la secundaria y volver a casa al mediodía. Lo que significaba que no importaba vivir en otra ciudad cuando era consciente de estar interna, todos los días, en ese tal Rosewood.—No me interesa la estúpida ciudad de Los Ángeles tampoco me importa el ridículo internado y la vida que según tú, todo adolescente se moriría por tener. ¡Ismaíl no soy uno de ellos! —reclamó im
DespedidasSu compañera de habitación resultó ser una linda castaña de ojos verdes expresivos. La recibió como si la conociera de toda la vida, efusivamente. Le mostró el lugar, bastante parlanchina. Mariané sonrió contagiada de su buena vibra, parecía muy optimista, alegre y divertida. Una combinación difícil de eludir, Kelly Miller era como una bomba atómica y la joven, bueno, quizás debía acostumbrarse a ese comportamiento opuesto al suyo, casi pronoia.Estudió atenta su lado, al igual que el espacio perteneciente a la castaña, ahí estaba una cama individual, la mesita de noche con una lámpara bonita, aunque no tan frágil y hermosa como la flor de loto. También un armario blanco y cerca de la ventana un escritorio con su silla, encima yacía una portátil. La habitación contaba con un baño. Observó retrospectiva, un enorme cuadro de la ciudad nocturna de París, sobre la cabecera de la cama haciendo contraste con el color pastel de la pared.No olvidaba la cena en Le Ciel de París, la
Para mi florecilla.Llegaste en un otoño, pero también cuando yo estaba padeciendo el invierno que todo ser humano experimenta en algún momento de su vida. Tú no lo sabías, pequeña. Aun sin saberlo hiciste que tu alma calurosa trajera el verano más cálido. Por primera vez el vacío fue llenado, la oscuridad esclareció y te volviste la lógica, mi razón al despertar, el tormento que me llevó a sentir el vértigo de la caída, disfrutando el descenso porque sabía que el impacto podría ser letal. Por ti valió la pena. No es menester recordar el golpe final. Ahora que estás a punto de partir, ahora que te llevarás todas las estaciones, ya no siento nada. Se me ha clavado en el corazón una estaca que no deja de doler y de presionar mi pecho dejándome sin aliento. El álgido retorna feroz, porque no me puedo hacer a la idea de que el día de mañana no estaré mirándote a los ojos, que no escucharé tu melódica voz o tu risa junto al candor que te he robado. Mariané, hay tantas cosas que me hub
EnamoradaEstudió el horario adjunto a la cubierta interna de su cuaderno. Mañana martes, tenía clases de historia, biología y física. En definitiva, el día más aborrecido, los números se le daban fatal y la historia del universo… todo eso. Con fastidio arrastró los pies hasta el escritorio pulido y guardó sus cosas, posteriormente tomó una ducha antes del regreso de Kelly, según dijo la castaña saliendo de matemáticas, tomaría clases extracurriculares de música. Resultó extraño y un poco irónico también que la chica desafinada pudiera decantarse por esa rama, ¿cómo podía gustarle algo que no hacía bien? Incluso dudaba que pudiera deleitar a un público como lo hacía Marlene o Andrea, las chicas dos años mayor que ella, una tocaba el piano y la otra el violín, durante los recesos en el cafetín.Ese día pudo ser testigo de ello.Se dio una cachetada mental secundando que Kelly también podría tocar algún instrumento musical y no se lo había dicho. Tendría que preguntárselo en cuanto la v