40. La Pequeña Sobrina del Millonario

Mariané rugió, apartó de un manotazo la taza de cereales, lo volcó ensuciando el regazo de su vestido. Furibunda, dejó todo el desastre encaminada a su habitación. A medio pasillo, paró en seco. Ismaíl había olvidado cerrar su puerta, aquella estaba entornada al descuido. Se movió insegura de lo que haría, al entrar vio varios frascos regados en la cama, la chispa de la curiosidad se encendió.

Inspeccionó la etiqueta con la receta de uno, no entendió mucho. Ahí todo parecía palabras complejas e imposibles de pronunciar. No era tonta, eso debía ser suficiente para provocar una sobredosis. Entonces destapó el frasco nublada por la vaga intención de hacer una estupidez.

¿De qué sufría Ismaíl?

Estudió la habitación, además de estar en orden y pasearse la pulcritud en su extensión, su perfume la golpeó como un puñetazo en seco, traía ese vaivén de tranquilidad, la desazón que también le encogía el corazón. Escaseó el oxígeno, no era bueno que siguiera ahí, porque torturaba cada cosa que s
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